Día 7: El adiós de Paolo Taviani, la bienvenida de Charlotte Wells
Antepenúltima jornada la de ayer jueves del Festival de Cine Europeo de Sevilla en su 19ª edición. Compañeros de prensa que se despiden o que ya han marchado a sus tierras natales, últimas proyecciones de películas para recuperar si no se han podido ver antes, coletazos finales de las actividades paralelas al SEFF como ese flamante nuevo ciclo de las Voces Esenciales, etc. En definitiva, sensación general de amargura ante la despedida de un festival al que le quedan los dos últimos alientos para poner punto y final a otra estupenda edición.
Como por casualidad, pero visualizando una muy elegante intención por parte del festival, quedaba programada para la mañana de este 7º día 'Leonora Addio', la película que constituía el regreso en solitario de Paolo Taviani al festival 6 años después de 'Una Questione Privata', la última película que Paolo rodó junto a su inseparable hermano Vittorio. Poco importa lo dispersa que parezca la película y el variado pero vacuo muestrario que ofrece el director italiano en las micropelículas que hay dentro de esta. Taviani, a sus 91 años, acaba de rellenar su testamento cinematográfico frente a los ojos absortos de los espectadores, y eso inunda todo de solemne pena.
Taviani no tiene intención de rodar una película al uso codificada dentro un género. Emplea su talento para narrar como si firmase una última demostración de valía, como si la película fuese el último servicio de un artesano. Y es ahí cuando la propia obra se vuelve trascendente. Hija confesa de ese neorrealismo italiano que contaba las penurias de la clase trabajadora y pobre (incluso hay un extracto de 'Il solo sorge ancora', película de 1946 dirigida por Aldo Vergano), la cinta se fractura cerca del final para emular el estilo italoamericano de los Coppola o Scorsese, en un alarde de versatilidad que Taviani culmina con un sentido epílogo tan crepuscular como lapidario. Un aplauso dentro de un plano contrapicado junto a unas líneas en off que suenan a brillante despedida.
Tras la amarga sensación que dejaba 'Leonora Addio', la tarde comenzaba con una película, en palabras del programador Javier H. Estrada en la previa del pase, "como una historia no de personajes, sino de personas". Esa aproximación al cine documental que hace 'Vera' irradia una honestidad innegable, pero más allá del espectro de realidad sobre el que se pliega la obra, no hay mucho interés en ver cómo se ríen una y otra vez de la nobleza de una persona. Llega incluso a dar lástima cómo su bondad es constantemente pisoteada y vulnerada por un entorno tóxico.
Es una película rica cuando se sincera sobre el mundo del espectáculo y las víctimas que este deja a su paso (brutal reflexión entre la protagonista y la real Asia Argento en la tumba del hijo de Goethe), sobre cómo el nepotismo encadena más que libera, y sobre la desvinculación de la fama. Solo ahí consigue la película de Tizza Covi y Rainer Frimmel desbordar esa verdad que tanto profesa tener en su relato, pero hay una prioridad errante en dramatizar un arco de superfluo desarrollo. Sí que funciona el filme como vehículo de lucimiento para Vera Gemma, estupenda como símbolo indiscutible de autenticidad. Ojo a un posible premio a la Mejor Actriz en el palmarés para ella.
La última proyección del día traía la que probablemente fuese la película más esperada de lo que quedaba por estrenarse en el SEFF. Protegida por Barry Jenkins y Adele Romanski en las labores de producción con su empresa PASTEL, 'Aftersun' es el trabajo de la vida de Charlotte Wells, su directora. La cineasta británica se refugia tanto en la delicadeza para contar lo que sucede, que la película pierde una bravura que potenciaba indudablemente su conjunto. Es una obra fantástica, que conserva en miniatura sentimientos como la pena y el recuerdo, pero que no impacta hasta su indiscutible potente final.
No hay peros aplicables a la actuación del dúo protagonista de la película. Excelente Paul Mescal encarnando ese castillo de naipes que languidece por aguantar en pie, y soberbia Frankie Corio en una de las interpretaciones más frescas y decididas del año en el cine indie. Sin ellos no hay amor ni magia, sin ellos no perdura el duelo, sin ellos no hay película. Es de esas películas que generan frustración en el espectador que no conecta como siente que debería, que se culpabiliza en vez de responsabilizar a la película. A veces, el cine que más parece que puede emocionar es aquel que extrañamente quita la mano que se le tiende.
Dos días. Dos jornadas para que el SEFF cierre una edición que ya ha dejado joyas imperdibles, películas de premio, una obra de arte inmortal e incluso una despedida legendaria. Cada año, el Festival de Cine Europeo de Sevilla va moldeando su contorno festivalero, va cincelando su identidad cinematográfica y va adquiriendo más relevancia en términos de nivel y categoría. Todo hace indicar que este proceso de crecimiento no para aquí, que el techo del festival todavía está muy alto, y que hace mucho tiempo que la organización del festival dejó de mirar el suelo para no levantar la vista del cielo. Eso no hay ciudad que lo merezca más que Sevilla. Dos días quedan. A disfrutarlos.
That's what I say.
Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_
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