Día 6: Así se clausura un festival de cine.
Ya sí que sí, esto se acabó. El Festival de Cine Europeo de Sevilla clausuró su edición número vigésima en el día de ayer, tras 6 días de proyecciones y encuentros con personalidades de la industria cinematográfica europea que encontraron una rotunda respuesta de interés por parte del público sevillano y de fuera de la capital andaluza. El SEFF 2023 se recordará por ser una edición enquistada en medio de un periodo de fuertes cambios, pero también pasará a la historia del certamen como la edición que resistió el enésimo revés que sufre la cultura de este país.
Una de las últimas películas que se pudieron ver ayer miércoles tenía precisamente la marca España. Después de pasar (y rascar premio) por la Seminci de Valladolid, Víctor Iriarte traía al SEFF su primer gran largometraje, que lleva por nombre 'Sobre todo de noche'. Es una película con un encanto casi recóndito, como esa aura fantasmal que alberga el cine de David Lowery. Es en ese intimismo cósmico cuando la película más destaca, y no cuando intenta ser otros géneros como en su prólogo, donde la misma languidece claramente.
Otro trabajo de tronío de Lola Dueñas que no se elogia lo suficientemente alto. Ese ecosistema maternofilial que forman los tres personajes principales se sustenta por la comprensión del contexto que ella tan bien explica y por la empatía que ella solicita sin asfixiar el relato, a pesar de que la narración se exceda en el uso de su voz en off. Ana Torrent y Manuel Egozkue flanquean con mucha dulzura una cruzada que nunca se juzga con ojos críticos, sino con la actitud de caminar junto a ella en busca de un propósito que sacie su anhelo.
La joya escondida del festival llegaba en el penúltimo pase de la jornada y por ende del festival. Desde Francia, unos días en la planta de maternidad de un hospital son la rendija sobre la que mirar la precariedad de un sector tan necesario como delicado. Mientras haya en Francia voces como la de Léa Fehner, la reivindicación social seguirá siendo tan honda como la de su 'Matronas'. Una película que no necesita alzar la voz ni imponer su contundente opinión. Basta con documentar unos turnos en un hospital para que el relato resuene y deje huella en el espectador.
Heredera del cine con un prisma social demoledor de Stéphane Brizé, 'Matronas' encuentra acomodo entre películas como 'La ley del mercado' o 'En guerra', mucho más insistentes en su denuncia que la película de Fehner, pero con la misma honestidad e integridad en lo que se expone. El reparto coral de la obra está pletórico, tanto en los microcosmos donde vive cada personaje como en sus dinámicas de trabajo donde sufren un estrés insufrible fruto de un descuido absoluto por parte del poder hacia el sector médico. Por algo se ha llevado una de las ovaciones más sinceras que el público del SEFF ha repartido este año al término de su proyección.
Parecía cosa del destino que, tras una edición milagrosa y después de meses donde la deriva parecía hundir al SEFF en la desaparición, una de las mejores películas del certamen fuese con la que se podía clausurar el mismo. Eran las 21:00 de la noche cuando la sala 3 del Nervión Plaza proyectaba 'La tierra prometida', el último trabajo del director danés Nikolaj Arcel. La película es una impresionante epopeya sobre el dominio y cultivo de la tierra nórdica que se alza milagrosa desde un tono épico. Es como si 'Juego de tronos' hubiese sufrido una mutación provocada por el western.
La fuerza de sus paisajísticas imágenes camina en paralelo a la sobriedad de un guión consciente de que el tono idóneo era el de la épica, con su villano bien definido y el viaje del héroe como claro faro narrativo. Un yermo páramo de la Copenhague de 1700 colorea un relato servido de intriga, violencia y política. Si encima se cuenta con un actor del calibre de Mads Mikkelsen para capitanear la historia, todo es mucho más sofisticado y mucho más conseguido. Trabajo impecable el suyo como protagonista, aunque el brillo es aquí de una fabulosa 'low badass' Amanda Collin.
El SEFF 2023 es historia, y ya solo queda contar las horas para la edición del año que viene, una que debe aprender de los errores recientes, donde industria y gobierno deben caminar de la mano para estar a la altura de un público que no ha fallado a su cita con la cultura, a pesar de que esta estuviese prácticamente cancelada hace poco más de dos meses. Desde aquí, agradecimientos eternos primero a la gente que ha llenado las salas del Nervión Plaza. Segundo, a los profesionales y voluntarios que han vuelto a dar la cara organizando un festival ejemplar en términos de protocolo. Y tercero y último, a Manuel Cristóbal como coordinador principal y a todo su equipo de trabajo por meterse en un fango del que no estaba muy claro que se pudiese salir sin suciedad.
Gracias a todos los implicados por salvar al SEFF, y todo el apoyo para volver a ponerlo donde estaba y merece. Hasta el próximo noviembre.¿That's what I say?
Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_
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