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Día 8: Emmanuelle Béart y la anécdota del festival

Vía SEFF por 14 de noviembre de 2020
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Es inevitable, el SEFF se acaba. El viernes 13 fue pájaro de mal agüero en el calendario tal y como su leyenda le precede, quedando fijado como el último día de competición del certamen. Nada queda ya nuevo por ver salvo los títulos que el último día ofrezca para recuperar, como es el caso de la muy celebrada 'Druk' de Thomas Vinterberg. Algunos compañeros de prensa comienzan a despejar los hoteles y pisos donde se han registrado para su cobertura del festival y los alrededores de las salas del C.C Nervión Plaza cada vez están más desiertos, una estampa que duele imaginar como la tónica habitual durante las próximas fechas.

Por este motivo se antoja obligatorio seguir escribiendo y divulgando sobre cine, y concretamente sobre esta edición del SEFF, algo que es fácil de hacer con películas como 'L'étreinte' (o "El abrazo", aunque puede que en España se llame de otra forma), una cinta que vuelve al cine llano, austero, incluso ciertamente coqueto. La tranquilidad con la que se ve el monumental viaje de Emmanuelle Béart (la protagonista de la película que ha sido premiada con un premio al reconocimiento por su carrera en el festival) anexiona dos principios fundamentales de su propuesta: El tempus fugit como alarma vital y la sexualidad dormida.

Ludovic Bergery, en su debut en el largometraje, insufla de nervio y pulso al relato de una viuda que añora con encontrar motivaciones que la hagan sentir viva. Apoyada en una formidable Béart, la narración acuerda ser equilibrada dentro de su desordenada dirección. Cuando la vida le recuerda a la protagonista por lo que está pasando, la cámara se pone detrás de ella y guarda distancias con sus actos. Por el contrario, cuando la vida le sonríe, el plano se pega a ella, la analiza, para al final terminar abrazándola. Película sencilla y olvidable, pero que resulta gratamente rentable de ver.

La mañana llevaba a tierras de campo en Bulgaria y a cine de observación con 'February', película dirigida por Kamen Kalev. El ojo humano elevándose por encima de reglas, formalidades y líneas cinematográficas. Eso es 'February', una obra ingobernable que no atiende a estructuras convencionales y que se salta sin vacilar códigos normativos del cine. Los amantes de la admiración artística quedarán prendados. El resto, por el contrario, caerá sumido en un largo coma contemplativo donde el tiempo pasa más lento y sobre todo con una sensación de pesadez abrumadora.

La película usa lo terrenal como medida, como un ecosistema donde hombre y tierra conviven y gastan sus años de manera prácticamente matrimonial. Una propuesta planteada en un escenario en el que Richard Linklater no ha nacido en Texas sino en un remoto pueblo de Europa del Este y hubiese conceptuado 'Boyhood (Momentos de una vida)' desde un naturalismo extremo. Una película nacida de las experiencias del abuelo de Kalev, hecha con una admiración inusitada y con un cemento de recuerdos e historias de familia plantadas directamente desde el cerebro. Una película solo para muy selectos paladares.

La tarde iba a dejar la anécdota de este Festival de Cine Europeo de Sevilla. La anteriormente mencionada Emmanuelle Béart recibía durante el certamen el premio Ciudad de Sevilla a modo de homenaje por su dilatada carrera cinematográfica que dura ya más de 30 años. Suele ser habitual que el SEFF traiga alguna película célebre de la figura premiada a modo de retrospectiva, y con Béart no iba a ser menos. La elegida era 'L'enfer' (El infierno), película de 1994 con una intrahistoria de orígenes curiosa, ya que fue parida y apuntalada por el genio H.G. Clouzot pero el proyecto no pudo salir a la luz hasta 30 años después de la mano de Claude Chabrol.

La historia cuenta los celos enfermizos que un gerente de hotel (François Cluzet) de una zona campera francesa tiene sobre su exuberante mujer (Emmanuelle Béart). Cuando la película avanzaba por la mitad, la proyección de repente se detenía y la sala se iluminaba como si la película hubiese terminado. Uno de los plomos de la mesa de la cabina se había quemado y la proyección de la copia quedaba parada. Cuando volvía a reanudarse el pase, la escena con la que se reiniciaba el filme no concordaba con la última antes de la detención de la película. No se trataba de un fallo de raccord, obviamente, por lo que el error estaba en la cabina de la sala.

La especulación que más se sostiene es la de que la hora límite de las 18:00 acechaba con no poder terminar la película, por lo que se decidió usar los 10/15 minutos que se habían gastado en arreglar el problema en darle un bocado al metraje de la película para poder acabarla dentro del tiempo límite. Lo sorprendente es que nadie en la sala alzaba la voz y la gente se limitaba a seguir viéndola, algo que de no haberse visto con anterioridad, no tendría sentido hacerlo dada la falta de narración para el espectador. No es algo gravísimo y tampoco hay que ser tan finos viendo todo lo que ha hecho el SEFF para que la muestra avance, pero ahí queda el detalle.

Ha llegado el último día. La lectura del palmarés por la mañana en el Hotel Sevilla Center marca el principio del fin de un festival absolutamente anómalo, de un certamen que ha tenido que superar obstáculos de todos los tipos (algunos en medio de su desarrollo) para seguir apostando por el modelo presencial y por supuesto por la cultura. El 2020 se cargó muchísimas cosas pero con el Festival de Cine Europeo no pudo, y eso que lo intentó sin cesar. Es un triunfo de la organización del SEFF, desde el primer voluntario hasta José Luis Cienfuegos, el director del certamen, pero sobre todo es el triunfo del cine en tiempos de absoluto genocidio cultural.

That's what I say.

Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_


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