Día 1: El primer latido del superviviente cultural de este 2020
Aunque parezca impensable, esto que está usted cerca de leer es la primera crónica que resume el primer día de un festival de cine. Así es, sin trampa ni cartón. Este fatídico año 2020 que ha desangrado hasta su cancelación eventos de todo tipo (y especialmente los culturales) parece haber dejado un superviviente con vida: El Festival de Cine Europeo de Sevilla. La imperiosa necesidad de aceptar responsabilidades a la hora de salvar la cultura y un compromiso intachable de la organización y de todos los involucrados para adaptarse a todas las medidas sanitarias permiten (por el momento) el desarrollo presencial del certamen.
A pesar de todo, hay cosas que no cambian. Sevilla sigue recibiendo al mes de noviembre con lluvia, truenos y nubes. El SEFF luce desangelado, y no por este clima tan atípico en la cálida capital andaluza, sino por la falta de gentío y de bullicio que solían pintar este festival como un éxito rotundo de público y de cobertura profesional. Las restricciones de movilidad en torno a municipios adyacentes a la ciudad y por supuesto del resto de comunidades autónomas del país son los motivos principales que explican este panorama bastante desalentador. No es que haya miedo, es que hay pocas armas con las que unirse a la lucha por salvar al cine.
Este es el contexto social en el que se inicia la 17ª edición del festival, una que, de no ser por esta pandemia global, luciría como una de las muestras más atractivas en mucho tiempo. La prueba es que la película inaugural de este SEFF viene de triunfar en la Berlinale, el festival de cine que se celebra en Berlín durante el mes de febrero. La 'Ondina' de Christian Petzold abría el certamen sucediendo a la fantástica 'Madre' de Rodrigo Sorogoyen que dio el pistoletazo de salida al festival el pasado año. Un Petzold que afirmaba estos días de manera categórica que "dejar que los cines desaparezcan es destruir a la sociedad".
Esta declaración, cargada de reivindicación y de cierta rabia romántica, no es sino la prueba palpable del motor que nutre las películas del cineasta alemán: La valentía de corresponder lo que él siente y el arrojo de controlar la traslación de esto a la gran pantalla. En 'Ondina' se aprecia una firme convicción autoral de no perder nunca el volante del relato, más allá de que las decisiones narrativas sean temerarias y sensibles a la división de ciertos paladares. Por eso hay que honrar a este tipo de cineastas, a los que proponen con vigor historias donde el cine es el que asume el papel de aprendiz.
La película es una tragedia de amantes donde todo es metáfora y significante, pero en la que se advierte un tono totalmente regular gracias, en parte, a una esotérica Paula Beer. La actriz, que ya apareció por la SO del festival hace dos años con la también alemana 'La sombra del pasado', venía de ganar el Oso de Plata en Berlín a la Mejor Actriz, una decisión probablemente justificada en el control corporal que destila sobre su personaje. Junto al agua (personaje, nexo y hasta narrador de la cinta), Beer se expande durante el relato por encima de sus líneas con sus manos, su mirada furtiva y su gesticulación. Más allá de cómo resulta la película, es cine que enorgullece y al que hay que honrar.
Sigue habiendo cosas que nunca cambian en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, como la del descubrimiento de pequeñas joyas inesperadas o la bajada de expectativas después del visionado de obras que vienen con cierta reputación crítica. El primer caso es el de la británica 'Fanny Lye Deliver'd', cinta que escribe y dirige el también británico Thomas Clay. Imaginen una película ambientada en el siglo XVII donde la primera generación de la Familia Manson irrumpe en una granja en la que vive una familia marcada por el puritanismo machista del padre, dirigida por Quentin Tarantino y Michael Haneke, y que está rodada en 35mm en clave de western clásico. La película está vendidísima solamente con esta sinopsis exagerada.
'Fanny Lye Deliver'd' es violenta, estimulante, ciertamente indomable y con una dirección soberbia. Clay demuestra ser un gran discípulo de ese cine que teatraliza la acción ('Los odiosos ocho' vibes), porque es en las escenas interiores donde más brilla su talento. Apoyado en un reparto que se exige para que la olla de la tensión no deje pegado en el fondo al guión, el director natural de Brighton consigue dinamitar el relato con bombas repartidas durante el metraje. Clay graba estas detonaciones con una proximidad que prácticamente asalta los pensamientos de los personajes, intensificando escenas que se vuelven muy impresionantes.
La película falla lastimosamente cuando se vende en el tercer acto a una historia de empoderamiento femenino porque está muy desajustada para la construcción de este desenlace, pero es innegable que este homenaje al western de los años 70 tiene una pegada descomunal por lo explícito de sus secuencias más viscerales a la misma vez que una elegancia rompedora gracias al grano y el ruido del formato con el que se rueda. El enésimo caudal de agua inmaculada que emana del manantial de talento que posee el cine británico. Una de las mejores industrias cinematográficas de Europa sin ningún género de dudas.
El segundo de los casos expuestos algunos párrafos atrás es el de 'Siervos', película eslovaca que ganaba el premio a la Mejor Dirección ex-aequo en la reciente edición de la Seminci en Valladolid, algo donde no se puede estar más de acuerdo. Qué cosa más escandalosa lo de Ivan Ostrochovský con la cámara en esta película. No es la asombrosa maestría con la que enseña, sino el brillante ingenio con el que narra a partir de encuadres, enfoques y sutiles panorámicas. El recurso del blanco y negro usado para la clarividencia narrativa y no para el adorno visual.
El problema con la película viene con el tono del filme. Es frío, muy contenido, en la línea de lo que Tomas Alfredson logró con tanta brillantez en 'El topo', pero si este contaba con personajes complejos y un cast con capacidad de profundizar en sus roles, Ostrochovský se ve limitado por la debilidad de ambas cosas en su película. Tampoco ayuda que la potente ambientación de la película recaiga en un contexto que produce cierta disfagia narrativa. El comunismo en la era de una Checoslovaquia fracturada religiosamente es un tema denso que se puede volver esquivo si no se dota al guión de recursos que generen interés.
La última obra que ocupa un lugar en esta primera crónica del SEFF es un documental. Gianfranco Rosi volvía al festival sevillano 7 años después de traer otro documental, 'Sacro GRA', que fue la 2ª mejor película de aquella edición. Esta vez traía 'Notturno', un vistazo alejado de intenciones moralizantes de la vida cotidiana en Oriente Medio. Hay varias virtudes en la cinta, como que Rosi acierte más cuando en vez de observar documentalmente, divulga, cuando se apoya en el testimonio dramático y se desmarca de la predominante contemplación rutinaria. Con los niños escolarizados, el relato conmueve y duele.
Se entiende que no frivolice desde la dirección por poner el foco sobre un contexto social peliagudo que no agradecería una carga excesiva de artificios estéticos, pero cuando el medio se lo permite, Rosi no deja el vicio de sentirse como si fuese un fotógrafo de guerra en misión especial. Su retrato es honesto, pero también conservador, algo que se le termina volviendo en su contra por generar la sensación global de que se asiste a piezas breves de increíble impacto humano en medio de una sucesión inconexa de imágenes que no responden a un vínculo narrativo más allá del de compartir espacio y tiempo.
El día termina con truenos arrolladores que harán las delicias de los más sintomáticos con la lluvia torrencial, pero no es esa la alegría principal con la que irse a dormir. El motivo que levanta el entusiasmo es que solo ha pasado un día de SEFF, y eso este año es motivo de doble festejo: Primero por lo poco que lleva el certamen latiendo este año, y segundo porque tiene pulso en medio de un año acostumbrado a detener los corazones de muchos otros festivales de cine. Un día más donde el coronavirus desgraciadamente puede con muchas cosas, pero (de momento) no con el SEFF.
That's what I say.
Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_
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