Se llegó al final. Omitiendo el último día de festival (que se suele dejar a últimas oportunidades o a películas que no se han podido ver y ahora se recuperan sobre la bocina), este viernes nacía con la tristeza con la que se despiden dos amigos hasta el año que viene. Este Festival de Cine Europeo de Sevilla en su XIV edición llega a su ocaso en uno de los certámenes con los títulos más seductores que se recuerdan en su programación, amén de las ya típicas joyitas que este festival permite descubrir y adorar.

En el último madrugón de esta edición del festival tría un regalo para los más veteranos en esto del cine (y también para varios jóvenes, seguro). Nada más y nada menos que los hermanos Paolo y Vittorio Taviani (aunque sólo vino el primero a presentar la película, quien excusó la falta del segundo por cuestiones de salud). La película, llamada 'Una questione privata', es una adaptación algo personal (sobre todo en el final) de la novela de Beppe Fenoglio, la cual peca de algo que generalmente suele agradecerse en el cine: su corta duración, resultando en una historia muy potente que concluye sin empaque.

Su acabado técnico es espléndido, destacando las transiciones entre escenas para desmarcar los dos tiempos narrativos, amén de una fotografía muy fría en la paleta de colores que contrasta con la pasión de su trama. No obstante, su débil final (que no es el mismo que el del libro, según Paolo) estropea el conjunto. Una interesante historia donde el amor es tratado con fe, recuerdo, esperanza, su vicisitud con la amistad y hasta su puente hacia la locura en tiempos de la Resistencia Italiana.

La última película de la Sección Oficial que proyectaba el SEFF era 'The Workshop', en francés 'L'atelier' y en español 'El taller de escritura' (esto de doblar los títulos por decreto cansa bastante). La película habla sobre la necesidad existencial de asociar la identidad a algo para dotar de sentido a la misma, y sobre el hastío que produce en un chico de menos de 20 años el mero hecho de vivir. Su premisa porta una idea con potencia pero que nunca es diseccionada, sino más bien bordeada, dentro de un contexto juvenil, literario e idealista en la Francia sureña más paradisíaca.

La palabra más correcta para definir a 'El taller de escritura' es, precisamente, la palabra correcta, porque no va más allá de su corrección como obra cinematográfica, porque se limita a presentar una idea pero nunca la aborda ni toca todas sus aristas, porque se asoma a un posible plot-twist pero desde la mirilla de su premisa. Una de esas películas que pretende hablar pero que terminando susurrando, no sin desmerecer la importancia de sus susurros. Quizá algún que otro lujo estético aprovechando el paisaje de La Ciotat no hubiese estado mal.

Para terminar el día, en el último Special Screening del SEFF, el director asiático Hong Sang-soo traía una de sus ocurrencias nacida durante el Festival de Cannes de 2016, rodada íntegramente allí además. La película, 'La caméra de Claire', es una parodia de Cannes entre bambalinas con una Isabelle Huppert (que firma su triplete en este festival con este filme) tan natural como una persona más de la sala y sobre cuya cámara convergen todos los puntos de giro de la historia. Un muy tierno acercamiento a la industria en medio de una comedia involuntaria.

Resulta imposible odiar este tipo de propuestas tan desenfadadas y peculiares, que sólo pretenden reírse de sí mismas y que sacian la curiosidad de propios y extraños, amén de contar con autoreferencias o sátiras del mundo festivalero cinematográfico. Sólo hay un problema a resolver con la película: si la escena machista que sale al borde del epílogo de la película tiene una intención crítica y censuradora, lo que sería brutal, o si es un antojo de Sang-soo, lo que rozaría lo denigrante. Sea como fuere, la película agradece su corta duración (69 minutos apenas cuenta el metraje) pues su historia no necesita de un desarrollo amplio o de profundas evoluciones de sus personajes. Como una anécdota.

Los compañeros abandonan los pisos donde están alquilados, o desalojan las habitaciones de los hoteles donde se alojan. Se producen apretones de manos y abrazos de despedida, el personal de organización y voluntariado se diezma porque ya no es necesaria tanta ayuda. Las taquillas no presentan colas kilométricas y cada vez se producen menos canjes de entradas. El Festival de Cine Europeo de Sevilla se acaba, una vez más, y el Nervión Plaza ya no parece el mismo cine. Ni siquiera parece el mismo mes. Noviembre pierde sentido sin el SEFF.

That's what I say.

Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_