El paso del tiempo en un retrato filosófico del final de la infancia, de la mano de Philip Gröning
'My Brother's Name Is Robert and He Is an Idiot' no es una película fácil. Juega con las sensaciones contradictorias en una dilatación temporal que roza los límites de lo soportable para un espectador. Sin embargo, es uno de esos casos en los que encontramos una construcción de conceptos detrás tan trabajados, que uno se niega a creer que todo ese esfuerzo sea en vano. Vamos a darle el mérito de la duda, y exponer algunas reflexiones a partir de lo que Philip Gröning nos propone en su última película.
Empezando por el cartel: como buen objeto de marketing, debería representar una mezcla de contenido e intención. La similitud con el de 'Boyhood' (2014) de Richard Linklater me parece interesante, con la fotografía de los protagonistas echados en un campo, que en lugar de ser verde se ve de color negro. La historia en este caso también nos habla de crecimiento, pero se centra en la adolescencia y nos habla con un lenguaje mucho más violento. La contemplación y las reflexiones filosóficas que llevan a cabo los hermanos gemelos a lo largo del fin de semana en el que transcurre la película, nos hablan de una voluntad de permanecer en la infancia (como pasado conocido, lugar común) que se verá truncada por un imparable paso del tiempo.
Si algo nos deja claro el director alemán desde el principio es que los dos hermanos gemelos tienen una relación incestuosa. Como seres humanos, buscan reconciliar el amor con el sexo y entender el concepto de romance, cosa difícil en la pubertad. Su base es la filosofía, pero su comportamiento es de torpes adolescentes. Durante toda la película veremos cómo la tensión irá escalando, convirtiéndose en rabia, hasta la explosión final de locura, y la consumación del acto sexual.
El entorno es un personaje más en la historia. La naturaleza extendiéndose a su alrededor, en verano, conforma un escenario idílico, con el sol, los insectos, el calor... Son un lugar y momento ideales, metáfora de la infancia, que se les ofrece para ser felices. Las imágenes quemadas prácticamente con esa luz, el tono amarillento de los campos en verano, el íntimo recogimiento posterior en el bosque. Gröning está a cargo de la cinematografía en sus películas además de la dirección, por lo tanto, podemos decir que tiene un control absoluto de lo que enseña y cómo lo enseña. De esa tranquilidad en medio de la naturaleza, vemos como poco a poco los hermanos van visitando con más frecuencia la gasolinera, el único edificio en medio de ese entorno natural, y metáfora quizás de la sociedad. El alcohol, el tabaco, las armas... todo sale gradualmente de ahí.
La conquista de la gasolinera se vuelve imparable, y el avance de la historia antecede el final trágico. Las contradicciones en la película son como choques incómodos de sensaciones opuestas que hacen desmoronarse el mundo alrededor de los protagonistas. La belleza de la fotografía se opone a la repugnancia que provocan las relaciones humanas descritas. Imágenes sublimes panorámicas (los dos protagonistas nadando en el lago como si de un útero se tratara) se suceden a otras que nos muestran con aspereza primeros planos de la suciedad del cuerpo tras estar en contacto con el mundo.
En cuanto a los diálogos de la película, también son una propuesta un tanto especial. El contenido filosófico de las conversaciones es contrapuesto a la forma de exponerlo. Diálogos con aire superficial que pretenden reflejar el pensamiento sobre la visión del tiempo y la intencionalidad, partiendo de lecturas de Heidegger, San Agustín o Brentano. El denso contenido puesto en voz de una actitud adolescente sobrevuela los momentos contemplativos, cuando los hermanos hablan sobre la inocencia que define el presente, sobre la esperanza como base del tiempo, y el poco control que tenemos de los sucesos futuros. La evolución de un juego de niños a través de la filosofía del tiempo.
Creo que podríamos concluir diciendo que los protagonistas pasan de vivir en su mundo común de la infancia al mundo de los adultos, donde sus caminos finalmente se separan. Como curiosidad, el director nos explica que la idea de la película le surgió un día que se encontraba en una gasolinera en Múnich, tomando cerveza, y durante el largo rato pensó que no era un sitio desagradable para estar. Respecto a su interés por la filosofía, le llegó tarde, a los 30, aparte de un primer impacto anterior con Merleau-Ponty y sus ideas del papel de la percepción en la comprensión del mundo y la forma de abordarlo.
Philip Gröning es un director que a mi modo de ver no necesita palabras para explicar sus historias. Lo demostró con su retrato de la Chartreuse en 'El gran silencio' (2005). Esta película podría no contener ningún diálogo y funcionar todavía (¿incluso mejor?), ya que su trabajo se basa en el desarrollo del tiempo y la suma de imágenes y silencios.
por Aina Riu
@ganiveta_online
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