'Yo capitán' es una obra tremendamente irregular que depende demasiado del aporte personal de cada espectador. Puede que a ratos sí, pero en su conjunto no termina de transmitir lo necesario como para desarmar a quien no venga desarmado de por sí. Quizá sea una obviedad atribuible a la gran mayoría de películas, pero también suele ser un indicativo bastante claro de cuáles son las películas que perduran en el tiempo... y cuáles no.

'Yo capitán' no es ni una buena película ni tampoco una mala, siendo que tener asociado el nombre de un cineasta (re)conocido suma tanto como tanto resta. No es la película por la que recordaremos a Matteo Garrone, incapaz de imponerse a la realidad con su ficción y convertir este viaje en una auténtica odisea. Puede que suene insensible. También puede que la película, a pesar de su decencia, no sea capaz de avivar el avispero.

Está claro que el tema no es baladí, tanto como que una película tiene que hacerse valer por sí misma. Una película más política que honesta que, tal vez, autoacomplejada y autopresionada, parece más preocupada en no cometer errores que en intentar valerse de sus aciertos. Una película respetuosa y bien hecha que cumple a nivel moral pero que apenas sorprende, mostrándose además con una tibieza demasiado programática.

A mí cabeza viene la imagen del pequeño Aylan Kurdi, una de esas imágenes que realmente valen más que mil palabras. O que diez mil. 'Yo capitán' es como si al hacer una película de dos horas en torno a una imagen así se diluyese su impacto, e incluso su significancia. Incluso como si se relativizase como parte de una ficción que por más que refleje una problemática auténtica y real, cuesta que nos siga (o persiga) hasta la comodidad de nuestro hogar.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex