La secuela de 'Redada asesina' no sólo no decepciona, sino que además confirma el crecimiento exponencial de Gareth Evans como cineasta e ideólogo de la violencia: Desde 'Footsteps' a 'Merantau' pasando por 'Redada asesina' y ahora su secuela, un clásico y referente instantáneo del cine de y/o con acción.

Este segundo título es mucho más ambicioso, grande y completo en todos los sentidos, perdiendo algo de la intensidad y sencillez del primero pero ganando, sobre todo, en amplitud y argumentos cinematográficos. Evans expande el universo del llamado "cine de hostias" para darle absoluto respeto y credibilidad como "cine con (muy buenas) hostias", en una evolución sustancial que recuerda a la llevada a cabo por James Cameron en 'Aliens: El regreso' para con su mítica antecesora.

Una especie de versión inflada a hostias, muchas y buenas de las películas de Takeshi Kitano sobre la Yakuza que quizá, tal vez, genere una reacción instintiva menos entusiasta que la del primer filme por más que esta secuela, aún sin el factor sorpresa de su parte, es claramente superior a aquella. Con una producción muy cuidada en todos los aspectos y unas peleas que, muy bien dosificadas y de menos a más, enmarcan algunos 'set pieces' sencillamente magistrales que superan e intensifican la brutalidad y contundencia de los de su primera entrega.

Y de buena parte del cine, de hostias o sin ellas, cabe añadir.

Al igual que si antecesora, 'Redada asesina 2' es una obra maestra del cine de acción. Un filme muy potente, redondo y logrado al que ya muchos conocen, no sin razón, como "el Padrino del cine de artes marciales". No es para menos el halago y la consideración hacia un filme que supera a su antecesora en prácticamente todo, con un tramo final pletórico que deja sin aire que respirar entre tanta hostia que va y viene. Entre tantas hostias que en resumen, duelen tanto como se disfrutan.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex