'La batalla de los sexos' - Un sin par de pelotas
'La batalla de los sexos' se define a la perfección a través de la siguiente afirmación: Se trata de la versión más comercial del llamado cine indie norteamericano con denominación de origen. Ese mismo cine indie al que desde que lo producen compañías como Fox Searchlight hay que meter entre un entrecomillado tan grande como admita el procesador de texto. Un entrecomillado tan grande como para que bajo su peso no pocas veces acaben aplastadas... como es el caso.
'La batalla de los sexos' tiene todo para triunfar, algo que a su vez se convierte en su principal hándicap: Es tal el potencial del proyecto y de la historia, que la indiferencia que nos suscita es de lo más dolorosa. Una indiferencia surgida directamente de la premeditación comercial que se esconde tras ese modelo de cine presuntamente indie. Jonathan Dayton y Valerie Faris triunfaron con 'Pequeña Miss Sunshine' y 'Ruby Sparks', pero ahora se les ha visto el plumero.
La idea y/o el modelo viene a ser el mismo, vestir un drama como si fuera una comedia, pero a diferencia de sus dos trabajos anteriores en dónde dicho modelo resaltaba los valores de la historia, en 'La batalla de los sexos' este entierra las bondades de un relato que carece de la vida o la fuerza que sin embargo si reflejan Emma Stone, Steve Carell o Andrea Riseborough, siempre dispuestos a repartir juego aunque no les lleguen las pelotas en condiciones.
De hecho Dayton y Faris parecen ceder toda responsabilidad a sus jugadores, limitándose a cumplir con la pauta impuesta desde la administración con una rigurosa profesionalidad. Tú pon a los buenos sobre el campo, en su sitio, y simplemente diles que marquen. El resultado es aparentemente bueno, porque todas las partes implicadas lo son, pero esto no es más que una apariencia: Que todos hagan su parte no convierte a un grupo de personas en un equipo.
La providencia ha querido que esta cinta con el tenis de fondo coincida en el tiempo con 'Borg McEnroe. La película', esta sí una enérgica representación de un enfrentamiento histórico que en la pantalla se expresa mediante un clímax de lo más emocionante. Como si no supiéramos como va a acabar. Eso es lo que no ocurre en 'La batalla de los sexos': No hay clímax, porque no hay juego. Esa apariencia es una especie de rutina, tan agradable como igualmente, acomodada.
En 'La batalla de los sexos' hay un grupo de profesionales haciéndolo bien. De hecho, a efectos prácticos, no podemos negar que se trata de un filme, como mínimo, de lo más correcto y en muchos aspectos, intachable. El problema, lo insípido que resulta esta corrección tan "falsamente indie". Un plato que entra mucho mejor por los ojos que por la boca, siendo este contraste entre lo bien que luce pero lo poco que alimenta la causa de un decepcionante descontento.
Esa sensación de cuando te están vendiendo algo como si fuera maravilloso pero hacia lo que tú, por mucho que te esfuerces, no puedes sentir más que la indiferencia del... ¿y?
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Le doy un 6.