Más allá de las fiestas privadas en balcones de hoteles donde, de primeras, difícilmente dejarían entrar a Oprah Winfrey; más allá de los ostentosos yates, donde los empleados de la desmantelada Miramax se hacían fotos para compartirlas más tarde con su familia... y para borrar el más que probable recuerdo de verse nadando por su vida después de que el Gran Jefe Harvey los arrojara por la borda (pausa para respirar), Cannes, como cualquier otro festival cinematográfico del mundo, es un foro de debate de primera categoría. Como dijo aquel sabio, lo único mejor que ver películas es hablar / discutir / debatir sobre ellas. Y así transcurren, para los mortales, los preciadísimos ratos libres en la Croisette. Entre
opiniones encontradas que, con pasmosa facilidad, derivan, sin darse cuenta los interlocutores, en la más sangrienta de las polémicas.
En la 66ª edición de dicho certamen, no tuvimos que esperar demasiado para ver cómo
la sangre empezaba a brotar, primero de la pantalla, e inmediatamente después del patio de butacas, y de las colas de espera para la siguiente película, y de los espacios designados para tomar café, y del área de prensa, y... En ésta última zona, mientras un energúmeno amenazaba con denunciar a todas las personas ahí presentes si su tablet no le era devuelta en un plazo máximo de cinco minutos (¿lo ven?), un joven periodista mexicano se dedicaba a llevar a cabo, en tono aparentemente mucho más amigable, su propia encuesta. Siempre que se topaba con un compañero que no estuviera excesivamente ocupado haciendo ver que estaba terminando a última hora el artículo del día, le soltaba la misma pregunta que al anterior, y que seguramente al posterior. ''¿Qué le pareció la de Escalante?''
''La de (Amat) Escalante'', para que conste en acta, fue la película encargada aquel año de abrir la Competición de LE Festival. 'Heli', sobre los penosos avatares en una remotísima aldea cuya población depende de la industria automovilística y/o de los cárteles de la droga de la región para seguir adelante, pilló a los asistentes medio descolocados; recién llegados al Palais. Aun así,
el material que ofreció (pero sobre todo, ''cómo'' lo ofreció) fue más que suficiente para desatar las primeras pasiones. Por ejemplo, la razón de aquella encuesta improvisada estaba en que al colega mexicano (de quien no habría que descartar que trabajara por alguna oficina de turismo) le preocupaba profundamente la imagen que su compatriota estaba, a su entender, vendiendo de su amado (nunca mejor dicho) país.
''¿Realmente usted cree que esto es así?'' Acostumbraba a ser su segunda pregunta. A partir de ahí, el interrogatorio iba subiendo de tono.
Resultado, quizás, achacable a la inconfundible manera que tiene Escalante (quien por cierto acabó conquistando el Premio a la Mejor Dirección) a la hora de abordar la temática (que, todo sea dicho, es la de siempre en su carrera)... o quizás imputable a un
infierno que, sin lugar a dudas, se manifiesta en ciertos lugares de nuestro planeta. Ahí está la trampa en la que muchos quisieron caer. Este director de orígenes fortuita y levísimamemente catalanes nos sitúa en un horror tan extremo que su nacionalidad (que realmente existe y es nombrada) queda relegada casi a la cola en lo que a orden de relevancia se refiere. Dicho de otra manera, si tenemos en cuenta que el lobo pertenece a la familia de los cánidos, entonces el ''Homo homini lupus'' adquiere tantas dimensiones que el pelo empieza a erizarse sólo de pensarlo.
La vida de un hombre, tengámoslo por seguro, puede despacharse con la misma frialdad / facilidad con la que se da muerte a un perro que estorba.
La digestión de la cinta, ni falta hace decirlo,
exige mucho -muchísimo- estómago (y no sólo hablamos de la que seguramente sea una de las escenas más duras de la temporada que, como ya hiciera 'Hard Candy', a buen seguro hará retorcerse a más no poder al espectador masculino). Amat Escalante se apoya en personajes de corta edad (aquellos que en principio deberían ver con esperanza el futuro) para hablarnos sobre un mundo terriblemente adulto. Personajes encarnados por actores cuya condición amateur en ningún momento es ocultada, pues de ser así, el espíritu del filme quedaría gravemente herido. Al fin y al cabo 'Heli' es una excelente muestra de
cómo el buen realismo transforma el ojo del observador en un afiladísimo instrumento capaz de perforar cualquier tejido.
El drama de las drogas, de la familia y de otras calamidades tratado
con la violencia, la crudeza y la contundencia que exige la misma realidad. La película, obviamente basada en hechos reales, es el resultado y el vivo reflejo de la convivencia con un terror que sí, existe, que obliga al ser humano a volver a su estado animal (¿se acuerdan de Hobbes?), y que se nos muestra de la única manera mínimamente coherente: como una
brutal tortura. En la desembocadura encontramos un impactante documento de denuncia total para un estado tan fallido (al menos en alguna de las regiones que cubre, dejémoslo así) como los valores que dice defender. Esto y la consolidación de un concepto:
lo ''escalanfriante'' como síntoma de nuestros tiempos; como rasgo fundamental del terror moderno.
Nota:
7 / 10
por Víctor Esquirol Molinas