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La alargada sombra de la competencia

Vía Festival de Venecia por 05 de septiembre de 2013
La 70ª Mostra ya empieza a agonizar... Y eso que todavía faltan tres días para que concluya la edición de este año. Ni falta hace decir que esto, en un festival de esta categoría, puede ser una auténtica eternidad. Pero no. Y ya pasó el año anterior... y el otro... y el otro... y... La historia se repite, sí. Es cuestión de espacio: el patio / el escenario / el pueblo / el mundo, es demasiado pequeño para todos. Y así se pierde el respeto, y así se destruye la jerarquía. En otras palabras, ni el certamen cinematográfico más antiguo del mundo puede relajarse. Quizás ya lo hizo, y quizás por esto uno de mucho más joven se lo está comiendo, vivo, a bocados cada vez más famélicos.

Al otro lado del charco, al norte de los Estados Unidos, Toronto se ha hecho mayor. Y sigue creciendo, lo cual implica que otros se empequeñecen. Este calendario, también, es demasiado pequeño para todos. Así, como viene siendo habitual, ha empezado, a falta de unos cuantos días para la ceremonia de clausura veneciana, la desbandada general de miembros acreditados de la prensa. Aquí ya está casi todo vendido... y mañana empieza lo bueno en Canadá. Lo dicho, ya no se respeta nada. Aunque no menos cierto es la gestión de los ahora pequeños tal vez no sea la mejor. La pregunta puñetera de ''¿Y si la organización se hubiera guardado algún as para el final?'', permanece, claro.

Para muestra de lo desolador que se ha puesto de repente el panorama, la que a priori era la gran estrella de la jornada, se ha convertido en una de las grandes decepciones este año en la ciudad de los canales. El veterano y respetadísimo documentalista Errol Morris llegaba a la cita con su último trabajo, que de entrada recordaba mucho a la estupenda 'Rumores de guerra', por la que ganó, muy merecidamente, el Oscar en el año 2003. Buenas vibraciones. Si en aquella ocasión el entrevistado / investigado / interrogado era Robert S. McNamara, ahora el que se pone debajo del foco es ni más ni menos que Donald Rumsfeld. 'The Unknown Known' (en cristiano, ''Lo desconocido, conocido'') pretende ser, como ya lo fue su antecesor, un documento revelador sobre los tiempos que nos tocó -o nos ha tocado, más en presente- vivir.

Acierta Morris en lo segundo, pero no en lo primero. La teoría para explicar este -relativo- fracaso se apoya en la figura del contrincante, y es que al parecer, en esta ocasión, el mayor pecado del incombustible director es el de no saber plantear el combate pugilístico. En términos empleados en el cuadrilátero, Rumsfeld noquea a su rival... o le gana por puntos, pero el caso es que vence quien debiera haber sido derrotado. El ex-secretario de defensa de los Estados Unidos habla, teoriza y hasta ironiza. A su antojo, a su ritmo, a su voluntad... y da la sensación de que sólo dice lo que quiere decir, no lo que Morris quiere que diga. En la rueda de presentación de la película, el propio director ha afirmado que en ningún momento buscaba la confesión, sino el retrato del personaje... lo cual, por muy interesante que pueda llegar a sonar, no ha dejado de oler a excusa.

No ha mejorado la Sección Oficial con ninguna de las dos otras propuestas de la jornada. 'L’intrepido' ha reavivado el tópico festivalero que habla de la mala acogida de los productos nacionales. El italiano Gianni Amelio se carga de buenas intenciones para ofrecer una tragicomedia pseudo-fantástica (por lo increíble de su trama) sobre un hombre que se ofrece a sustituir a quien sea en el trabajo que haga falta. Tanto por su raquítico rendimiento en cuanto a -fallida- comedia, como en cuanto a - excesivamente edulcorado- drama, todo apunta a que, un año más, el León de Oro hará las maletas y se irá de Italia.

Desde uno de sus países vecinos, Francia, ha llegado 'Une promesse' (''Una promesa''). Presentada fuera de la Competición, la nueva película de Patrice Leconte es un soso melodrama de época acartonado en los tópicos más exacerbantes del género. Guión plano y previsible para una sucesión de tontos y apasionados amores a flor de piel. Lo de casi siempre: una vacua promesa de algo mejor; de algo diferente que nunca llega. Algo falso que queda bajo una sombra mucho más oscura que la proyectada por cualquier otro festival con ganas de plantar cara. La incompetencia, que más allá de la competencia -externa, claro- hace que se hunda todo. Buf.

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