Nos despedíamos ayer afirmando que Venecia ardía. No porque el fuego estuviera consumiendo sus calles y las incontables góndolas que ocupan permanentemente sus canales, ni mucho menos, sino porque la calidad de las películas que este año pugnan por el preciado León de Oro es extraordinaria. Acercándonos ya al ecuador del festival, no ha habido ningún día en el que no saltara a la palestra alguna película que haya impactado fuertemente tanto al público como a la crítica. De momento, pleno en la Sección Oficial a Competición... y a Marco Müller todavía le quedan peces gordos en la chistera. ¡Inconcebible!

El encargado hoy de seguir con esta formidable ha sido Tomas Alfredson, autor de una de las cintas más prodigiosas de los últimos años, la vampiresca 'Déjame entrar'. Al buenísimo sabor de boca que dejó dicho filme hay que añadirle el que el cineasta sueco eligiera adaptar una obra del ilustre John le Carré, y ya tenemos los ingredientes clásicos para que el hype se dispare. ¿Y qué acostumbra a pasar en estos casos? Pues que las altas expectativas acaban por eclipsar el resultado final.

Acostumbra a pasar... lo cual no necesariamente implica que tenga que suceder. Llámese la excepción que marca la regla; llámese 'El topo' (o 'Tinker, Tailor, Soldier, Spy', complejo título que adopta la cinta en su versión original), una historia de espías brillantemente adaptada y recreada, que nos sitúa de lleno en la paranoide Guerra Fría, época en la que si uno se movía por ciertos círculos, no podía fiarse absolutamente de nadie.

John le Carré lo sabe, y lo mismo puede decirse de un Tomas Alfredson que se ha vuelto a poner al respetable al bolsillo, respaldado por la sobrecogedora partitura de Alberto Iglesias, por un reparto de lujo (Gary Oldman, Colin Firth, Tom Hardy, Toby Jones, John Hurt, Mark Strong...), y cómo no, por su talento nato para moverse como nadie en las atmósferas más gélidas. Ayer Venecia ardía... hoy se ha congelado, pero de la mejor de las maneras imaginables.

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