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Realidad o ficción, he ahí el dilema

Vía Festival de Sitges por 10 de octubre de 2010
La locura se ha desatado en Sitges, y no precisamente por las películas proyectadas... mala señal para un programa que cada día parece empeñado en darnos una de cal y otra de arena... pero buen síntoma para un certamen sabedor de que, aunque las cosas no siempre salgan como cabía esperar, siempre contará con el respaldo popular. Quizás suene algo reiterativo, pero ver cómo, día tras día, el público se vuelca con toda su alma con cada filme/evento es digno de mención. Primera demostración, en los días festivos no hay manera de encontrar una sesión que no esté llena hasta los topes. Segunda, la ya clásica Zombie Walk, que ha reunido de nuevo a centenares de muertos vivientes que han tomado las calles de Sitges, sedientos de sangre, vísceras y sobre todo, mucha fiesta. Un acto sin el cual no puede entenderse realmente en qué consiste esta queridísima cita cinéfila. Tercera demostración, ayer ya apuntamos que el fenómeno 'Crepúsculo' estaba germinando una edición más en el Garraf... hoy ha eclosionado del todo.

La voz de miles de enloquecidos fans ha acallado durante unos momentos los rugidos de King Kong. ¿La razón? La presentación de una edición del DVD de la última entrega de los vampirillos mojigatos preferidos del público adolescente... con la presencia estelar de Kellan Lutz (adelante, yo también he tenido que googlear el nombre). Estas pocas migajas son más que suficientes para reunir a una horda impresionante de hormonas andantes capaces de reventar en cualquier momento todos los tímpanos que tengan la desdicha de encontrarse a un quilómetro a la redonda. Sigo sin entenderlo. De propina, y pensando ahora en el público más freak (verdadero motor del festival) el Auditori ha vivido a continuación una clase magistral del mítico Tom Savini, que ayer recibió el Premio Máquina del Temps; master class que ha sido seguida con total devoción por los fans de tan prolífico artista. Como ven, en Sitges siempre hay cabida para todos los gustos. Que así siga.

Yendo ya hacia lo que realmente nos interesa -las películas proyectadas- la jornada en la Sección Oficial Fantàstic a Competición ha empezado muy fuerte, con una de las propuestas de género más esperadas de la temporada. Hablamos del nuevo fenómeno terrorífico que ya ha arrasado en Estados Unidos, 'The Last Exorcism', segundo largometraje -y segundo falso documental- de Daniel Stamm, auspiciado por Eli Roth. Si en la última crónica hablábamos del juego realidad/ficción que nos plantearon Quentin Dupieux y Henry Joost & Ariel Schulman con 'Rubber' y 'Catfish' respectivamente, hoy hemos seguido en la misma línea con este mockumentary (sin lugar a dudas, uno de los conceptos más de moda este año en Sitges) que -sorpresa- funciona mucho mejor como comedia que no como película de terror.

Que nadie imite a la niña del póster y se suba por las paredes. No he dicho esto como crítica, sino más bien como piropo, pues estoy convencido de que buena parte de las intenciones de Stamm giraban en torno a darle la vuelta en clave paródica a las claves del sub-género de exorcismos (unas intenciones no muy lejanas a las de los hermanos Wayans, sólo que en este caso hay buen savoir faire). Para ello presenta un falso documental sobre un pastor evangelista que, aunque haga tiempo que perdió su fe en Dios, sigue predicando y dirigiendo su rebaño porque -según sus propias palabras- "con algo tiene que ganarse el pan". Así, con un transgresor sentido del humor y jugando muy bien con las normas de este nuevo (¿?) tipo de películas, el director hace que simpaticemos con mucha facilidad con ese embaucador profesional, mientras nos acerca a la siempre misteriosa e inquietante América profunda. Por desgracia, en la última media hora el conjunto intenta ponerse serio... y es aquí cuando paradójicamente no nos lo podemos tomar en serio, al renunciar éste a todo indicio de realidad e ir a parar a la ficción más sobada... aquella que tantas veces hemos visto. Aquella contra la que parecía luchar Stamm al principio de su película.

Esta auto-traición espiritual la encontramos también en 'La casa muda', otro de los grandes reclamos de la Sección Oficial. Reclamo no sólo por ser la segunda representante del nuevo fantástico latinoamericano, sino también por ser uno de los mayores retos en el plano técnico de los últimos años... ¿o es que acaso una película de espíritus rodada en un único plano secuencia de 75 minutos no merece nuestra atención? La última vez que oí de una proeza comparable fue en el 2002, cuando Alexandr Sokurov y su 'El arca rusa' nos llevaron por la historia de la madre Rusia a través de las salas del museo Hermitage de San Petersburgo también en un plano secuencia que, en aquella ocasión, sobrepasaba la hora y media. El resultado, aunque no tan cautivador como podía esperarse, sí fue un espectáculo fílmico inigualable, con lo que desde entonces estaba deseoso que algún loco intentara acercarse a aquella titánica hazaña.

El demente en cuestión es uruguayo y se llama Gustavo Hernández Pérez, y aunque su experimento no suene tan grandilocuente (aquí, citando al propio director, sólo tenemos "tres actores, una casa y un fin de semana para rodar"), su ejecución sigue siendo algo reservado a los más valientes. Hernández lo es y en parte por esto consigue convencer a un público que, haciendo honor al título de la cinta, se ha quedado mudo y con los ojos bien abiertos, a la expectativa de ver algo extraordinario en aquella casa... y cuando esto sucediera, gritar cual poseso. El "terror en tiempo real", al eliminar la artificiosidad del montaje, se descubre asimismo como una potente arma de destrucción de la barrera que separa la realidad de la ficción, lo cual se traduce en una muy buena tensión preparada en este caso a fuego lento, tanto dentro como fuera de los muros de esta casa encantada en la que, como era de esperar, las puertas chirrían, la madera del suelo cruje y se oyen pasos en las habitaciones donde no debería haber nadie. Tenemos pues los elementos esenciales para la gestación de un producto terrorífico bastante recomendable... y más lo sería si a Gustavo Hernández no se le hubiera ido tanto la pinza en el trilladísimo final. Ya se sabe que en esta vida no se puede tener todo.

Precisamente si no hubiéramos tenido que cruzarnos con 'The Legend of the Fist: The Return of Chen Zhen', creo que no hubiera habido demasiadas quejas. El híper-efectista Andrew Lau (de verdad que cada día pongo más en duda que este hombre tuviera algo que ver con la magistral 'Infernal Affairs') vuelve a torturarnos rescatando para la ocasión al popular héroe chino Chen Zhen, que en esta nueva aventura deberá poner orden en el Shangai de entreguerras, con las tropas británicas e imperialistas japonesas esperando el momento oportuno para hacerse con el control de tan atractiva ciudad. Con lo que no cuentan las fuerzas invasoras es con la presencia del gran -a pesar de todo- Donnie Yen, que entre este filme y los dos que llevamos de 'Ip Man', hace méritos para ser considerado como el gran defensor de la patria china.

Así pues el discurso apestosamente nacionalista y maniqueo impregna cada escena de este increíble y aburrido pastiche de cine negro y de artes marciales. Mencionando este último género... contratar a Yen para una película en la que hay cuatro escenas de acción mal contadas (algunas de ellas intolerablemente mal filmadas) tiene delito, y supone un gravísimo despilfarro de potencial adrenalínico, por mucho que los cada vez más apagados aplausos que se oyeron en el Auditori intentaran ocultarlo. Ni el supuesto homenaje a Bruce Lee en forma de grititos, nunchakus y trajes de Kato de 'The Green Hornet', salva la propuesta. Para cerrar esta carpeta, una nota mental: intentar averiguar cómo se ha colado en la Sección Oficial Sitges 43 una película que de fantástico -o de terror- tiene lo que servidor tiene de astronauta... ¿para eso no existe el apartado Casa Àsia?

Volviendo a la confrontación realidad/ficción y dicho sea de paso, a las buenas sensaciones, desde Bélgica nos ha llegado una de estas obras con las que este tipo de citas cinéfilas te recompensa de vez en cuando. Hablamos de 'Vampires', tercer largometraje de Vincent Lannoo, que trata de acercarnos a la misteriosa comunidad vampírica de los Países Bajos. Otra vez topamos con el mockumentary, que sirve ahora para desmitificar por completo a los parientes más cercanos del Conde Drácula. Después de que las ''sanguijuelas'' se zamparan a dos equipos técnicos enteritos, Lannoo hace bueno aquello de que ''a la tercera va la vencida'', y consigue convivir durante varias semanas con una familia de chupópteros de la noche, para descubrirnos que son gente no tan distinta a nosotros.

Su día a día se rige por el estricto cumplimiento de las normas que gobiernan su comunidad, encargan comida/presas a domicilio, mandan a sus vástagos al colegio para que aprendan todos los secretos de la anatomía humana... Así, la divertida cotidianidad de estos seres tan fascinantes les acerca a nuestra mediocre existencia, en lo que es una mentira de prodigiosa creatividad, cuyo inagotable arsenal de bromas se permite además el lujo de dejar por el camino algún que otro apunte social. En definitiva, la clase de sorpresas/rarezas tan bienvenidas que esperemos que abunden un año más por Sitges. Éste es el camino a seguir.

Tres cuartos de lo mismo hay que decirle a Paco Cabezas, un autor que en sus anteriores trabajos había demostrado que ser ríe en la cara del peligro. Así lo atestiguaban la almodovariana 'Invasión Travesti' o 'Aparecidos', que tenía la osadía de mezclar lo fantástico con las todavía relativamente recientes heridas causadas por la brutal dictadura militar argentina. Tres años después de ésta última cinta, el director español ha presentado su nueva criatura, 'Carne de neón', definiéndola como ''una película con muchas putas y yonquis... lo totalmente opuesto a una mariconada, vaya''. Y así es... ojalá todos los cineastas fueran tan directos y sinceros con respecto a sus trabajos.

Es como si Guy Ritchie y, en menor medida, el Juanma Bajo Ulloa de 'Airbag' hubieran poseído a Cabezas. En efecto, se perciben en 'Carne de neón' algunos de los principales rasgos distintivos del todavía tan influyente cine de mafiosos rodado por el ex de Madonna. Estética videoclipera, uso estilizado de la música y la fotografía, criminales de poca monta y mucho... muchísimo humor negro. Con un ritmo endiablado que casi nunca decae, este grupo de proxenetas de pacotilla (en el que destaca un desatado Vicente Romero, auténtica estrella del show) consigue que el espectador se ría (doy fe de las carcajadas que han llenado el Auditori) de la inmigración, del tráfico de seres humanos, del abandono infantil... de la muerte. Lo que conseguía Ritchie en sus mejores tiempos. He aquí otra agradable sorpresa del cine patrio, que ahora más que nunca, demuestra la validez de la fórmula ''unleashed'': si se deja margen de actuación a los autores más osados, éstos pueden salir con pequeñas joyas como la que comentamos ahora, bestia, guarra y (poniéndonos soeces nosotros también- jodidamente divertida).

Para terminar el repaso a la tercera jornada, una bonus track. Sólo en Sitges... puedes cruzarte con el director del festival yéndose de copas a con el prestigioso realizador japonés Tetsuya Nakashima y todo su séquito. Bendito campechanismo. Sólo en Sitges... Bruce La Bruce puede incitar a su querida audiencia que fornique durante la proyección de su última película. Sólo en Sitges... 'L.A. Zombie' podía levantar tanta expectación, y eso que hablamos de una ''Gay Zombie Porn Movie''... sobra la traducción, ¿verdad? Así es, se trata de una de las pocas sesiones en las que la organización aseguró que pediría el DNI a los asistentes que levantaran sospechas acerca de su mayoría de edad. Y no es para menos.

Por si la definición antes citada no era suficiente, decir que esta película semi-experimental hace que el ''New Queer Cinema'' de autores como Gus Van Sant o Gregg Araki parezca un sermón parroquial. Normal que la sala se dividiera entre muertos de risa y enfurecidos disidentes (y eso que se nos mostraba la versión soft... censurada en Australia). Sí, hay escenas de sexo explícitas... en las que un zombie (combinación de Lincoln Burrows y Piccolo... que por cierto, daría mucho más el pego que el fantoche aquel de la infame cinta de James Wong) resucita a los muertos introduciendo su portentoso miembro viril en el primer agujero corporal que encuentra. Fin. No es cine, es pura y dura (y grande y larga... ¿semen-tiende?) provocación. Es también la cara más oscura y alocada de Sitges, imprescindible para hacer una radiografía completa de este incomparable festival.

Mañana más.

por Víctor Esquirol Molinas

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