Calentando ruedas
Vía Festival de Sitges
por reporter 09 de octubre de 2010
Le cuesta un poco despegar a nuestro Festival de Cine Fantástico preferido... pero lo hace. Eso sí, antes de apreciar síntomas de mejoría, ha tocado sufrir. Con muchísimo pescado aún por vender, la organización no obstante ya había mostrado algunas de sus a priori mejores cartas, y la desilusión se hacía cada vez más palpable. Así lo manifestaba el mejor de los termómetros: el público. Los medios podemos hacer correr ríos de tinta ensalzando o lapidando cualquier filme, pero lo que realmente cuenta; los pulgares que hay que mirar para determinar si el gladiador debe ser o no engullido por lo leones, son los del "pueblo". Aunque en Sitges éste siempre vaya a la sala de cine con las mejores intenciones, no siempre sale con la misma sonrisa. Hoy por ejemplo, hemos vivido el primer claro abucheo del certamen.
¿El culpable de provocar las iras del respetable? Un autor de la casa, Eugenio Mira, director alicantino que hace seis años mostró buenas maneras en este mismo escenario con 'The Birthday', filme español rodado en inglés (protagonizado por un desacertado Corey "Bocazas" Feldman) que consiguió hacerse con el Premio a la Mejor Dirección Artística. El mimo por el apartado visual le valió en aquella ocasión los aplausos de más de uno y el ya mencionado reconocimiento en el palmarés del año 2004. En esta ocasión este cuidado supone casi la única virtud de 'Agnosia', película de brillante factura técnica pero de cargante y a veces exasperante contenido. Un acabado visual que también se las ingenia para hundir en el aburrimiento un argumento que para nada pintaba mal.
Si hacemos un poco la vista gorda con la comparación, nadie podría tildarnos de locos si dijéramos que 'Agnosia' es -muy a su manera- un intento de 'Origen' a la española (¡qué poco tardan en aparecerle rivales directos a Christopher Nolan!). En esta ocasión no hay sueños de por medio, pero sí la alteración de la percepción que proponía aquel fantástico thriller de acción. El mundo de lo onírico se ve aquí reemplazado por una agudización extrema de los sentidos que da título a la cinta y que impide a la guapísima Bárbara Goenaga llevar una vida normal. No obstante, esta pobre desvalida será el foco de atención de diversos grupos empresariales, al guardar ésta una fórmula secreta que puede revolucionar la industria armamentística de finales del siglo XIX. Como en aquella época -que yo sepa- no existían maletines cyberpunks que permitieran a los ladrones entrar en la mente de sus víctimas para apoderarse de sus ideas, los malos malísimos se ven obligados a construir un ingenioso engaño aprovechando a su favor la enfermedad de la protagonista.
Vuelven pues los grandes complots que tanto parecen gustar a Eugenio Mira... y si nosotros compartiéramos esa devoción aunque sólo fuera la mitad, la experiencia habría sido bastante buena. No es el caso. El entramado para hacerse con el valiosísimo secreto que esconde Joana va perdiendo peso en pos de una relación amorosa que por mal narrada no convence ni engancha en ningún momento. Cuando parece que la acción se centra de nuevo en el "robo", éste también ha perdido todo su interés. Eso sí, los estímulos perceptivos de Mira son impecables. Demasiado. El constante juego con la distorsión de la imagen y el sonido se hace agotador, lo mismo que la planificación y ejecución de las escenas más impactantes, que por buscar tan desesperadamente el lucimiento detrás de las cámaras acaban siendo ridículas (el más claro ejemplo lo encontramos en la escena final de las escalinatas, mezcla forzadísima de desenlaces realmente memorables, como lo eran los de la tercera parte de 'El Padrino' de Coppola o el de 'Hierro 3' de Kim Ki-duk). La pompa... que por definición, cansa.
Hablando de pompa... con todos ustedes, Zhang Yimou. Maldito el día en el que consideramos 'Hero' como una de las mayores obras de la última década. No me malinterpreten, realmente creo que así es... sólo insinúo que a algunos cineastas no debería decírseles demasiadas veces lo buenos que son, porque acaban creyéndoselo, y a partir de ahí se aburguesan. Desde el 2002, año en el que medio mundo alabó la película mencionada, al director parece habérsele metido en la cabeza que la excelencia visual justifica la existencia de cualquier filme. Y no hay manera de que baje del burro. Incluso si se trata de adaptar la famosa ópera prima de los hermanos Coen, 'Sangre fácil' a la China Imperial. La idea hay que aplaudirla, por arriesgada, por valiente y -por qué no decirlo- por delirante.
Pero 'A Woman, a Gun and a Noodle Shop' no tarda mucho en demostrar que el sello Coen le va muy grande. Agitando fuertemente los ingredientes que nos propone el título (una mujer, una pistola y una tienda de fideos) nos sale lo mismo que nos viene saliendo desde hace ocho años. Maravíllense con la impresionante gama de colores de los paisajes desérticos asiáticos, admiren la exquisitez de las ropas que viste tan peculiar gente... y guárdense un buen rato para bostezar. Por supuesto, la ironía, humor negro y ese genial sentido del ritmo de los de Minnesota sólo se perciben en los momentos en los que se decide adaptar más fielmente determinadas escenas del original al universo oriental (con una innegable calidad... más artesanal que no artística). Pero todo queda diluido en las bufonadas poco graciosas y delicadeza cromática de Yimou... un cineasta que hace tiempo decidió centrar todos sus esfuerzos en la forma, marginando descaradamente el contenido (qué tenue se ve ahora la luz de aquella 'Linterna roja'...). Salvando las distancias, es en resumen un caso demasiado parecido al de Eugenio Mira.
No parecía demasiado convencida la Sección Oficial a Competición a brindarnos demasiadas alegrías. Ni con una de las grandes apuestas de la organización para este año: el fantástico provinente de los países latinoamericanos. Con mal pie empezamos si 'Somos lo que hay' tenía que ser la abanderada de dicho "movimiento"... pero como no hay mal que por bien no venga, a las demás representantes les ha quedado un listón muy fácil de superar. Para su debut cinematográfico, Jorge Michel Grau nos presenta a una familia que, tras la muerte del patriarca, deberá hacer piña para seguir con su "rito"... que no es otro que devorar a seres humanos. Canibalismo, vaya. Hasta aquí el interés de una cinta que logra el más difícil todavía... conseguir que perdamos el interés en un tema tan extremo. Con un ritmo plomizo y unos personajes desdibujados, el director nos hace vagar por los bajos fondos de Ciudad de México. Un viaje tedioso que desemboca en un baño de sangre tan increíble (lo cual le da un inesperado toque cómico al asunto) como mal rodado. Para la próxima vamos a un vegetariano.
El mosqueo post-visionado de la película mexicana ha ido a más después de no haber podido asistir a la proyección de 'Confessions' (una de las propuestas más prometedoras del certamen), gracias a la velocidad más bien escasa a la hora de asignarse las invitaciones para la siguiente jornada destinadas a la prensa. Y callo, porque me encantaría volver aquí el año que viene... Además, la larga espera ha servido para constatar que esa fauna tan extraña adicta a la deleznable saga 'Crepúsculo' ha vuelto a hacer acto de presencia un año más en Sitges. Hay gente que hace días de cola para ver actuar a los Rolling Stones, U2 o Bruce Springsteen... y hay gente que hace lo propio para ver a uno de los secundarios de tan horribles películas hablar de lo que seguramente será su nuevo execrable trabajo. Calidad artística no tendrán, pero a ver quién es el guapo que les niega a los vampirillos de Stephenie Meyer su poder de convocatoria. Y callo, porque sería absurdo darle más vueltas al tema... y porque a partir de aquí todo ha ido a mejor.
El punto de inflexión lo ha marcado la esperadísima 'Rubber', por ahora, de largo la mejor cinta vista este año en Sitges. Desde que causara sensación en el Festival de Locarno, no se ha parado de hablar de la historia del neumático asesino. Como lo oyen. El tercer largometraje de Quentin Dupieux, uno de estos artistas exageradamente inquietos, que buscan constantemente renovar las fórmulas y los discursos de aquellos campos en los que se mueven, no engaña a nadie, y desde la desternillante primera escena nos advierte que lo que vamos a ver a continuación no tiene ningún sentido... es simplemente un ejercicio de estilo. Bendito estilo, pues.
Los comentaristas de la Formula 1 nos cuentan cada dos semanas lo importante que es la temperatura de los neumáticos para que un monoplaza pueda rendir al 100%. Dupieux no entiende de calentamientos, y pone la directa desde el primer fotograma. El resultado es un brillante producto meta-fílmico (recordemos aquel interesante pero fallido experimento del mismo autor titulado 'Nonfilm') que hace del surrealismo y sobretodo del absurdo (piensen en los Monty Python yendo de la mano del injustamente masacrado John De Bello) las principales piezas para montar un entretenimiento algo reiterativo en su receta, pero indudablemente inteligente, bien ejecutado y -lo más importante- divertidísimo. De momento, pole position para el zumbado Dupieux y su non-sense de caucho.
Y para terminar la jornada, otra recomendación del otro festival indie por excelencia: Sundance. La ya indispensable temática Life 2.0 vuelve a nuestras vidas con 'Catfish', presentada en la Sección Nuevas Visiones - No ficción. "No ficción" referido al género documental, que fue el que decidieron rodar sobre la marcha Henry Joost y Ariel Schulman (en la imagen), acerca de la relación vía internet de un amigo suyo con una familia de artistas. Los rumores que nos llegaban desde el otro lado del charco eran ciertos... por eso servidor se suma a ellos. Sobre todo, no permitan que nadie que haya visto la película les comente algo al respecto, podría arruinarles una de las experiencias más sugerentes de la temporada.
Como no quisiera caer en dicha trampa, me limitaré a confirmar que 'Catfish' ("siluro" en nuestra lengua... tampoco puede decirse el por qué de dicho título) es la película que, mientras David Fincher no demuestre lo contrario, mejor ha sabido retratar todo lo que implica el auge de la redes sociales virtuales en nuestra(s) vida(s). Y callo, porque esta ágil, escalofriante y muy estimulante propuesta conserva mucho mejor sus cualidades en el misterio en el que a sido envasada. Donde sí podemos detenernos un poco más es en el carisma de estos dos directores por accidente (posibles iniciadores de la revolución universalizadora en el cine que tiempo atrás vaticinó Francis Ford Coppola), que, siempre cámara en mano -¿cabe esperar 'Catfish 2'?- no han dudado en plantarse delante del público (en el que podía encontrarse a Antonio de la Torre, por cierto) para iniciar un apasionante debate acerca de lo que acabábamos de ver... otra señal del grado de implicación a todos los niveles que exige su película. Broche de oro para una jornada cuyo desarrollo esperemos que marque el devenir de lo que queda de festival... que es mucho y parece que, ahora sí, arranca de verdad.
Mañana más.
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por Víctor Esquirol Molinas