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'Rubber' - El diablo sobre rueda

Vía El Séptimo Arte por 03 de abril de 2013
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Robert es un neumático que, aparentemente, parece ser casi como cualquier otro neumático vulgar y corriente: Redondo, negro y de goma. Pero a diferencia del resto de los neumáticos de este mundo tiene lo que se dice muy mala leche y, lo que es peor, un instinto asesino difícil de saciar. Por si fuera poco además tiene poderes psíquicos, algo que le permite practicar a la menor ocasión su hobby favorito, el cual no es otro que reventar las cabezas de cualquier ser vivo que se le ponga por delante, ya sea este un conejo, un pájaro o una persona, tanto monta que monta tanto. Tan sólo ver la tele, un bañito en la piscina o una atractiva joven que responde al nombre de Roxane Mesquina parecen entretenerle como para que se olvide de sus ansias por la sangre aunque sólo sea por unos pocos minutos.

Se hace evidente que 'Rubber' es un relato atípico, no sólo porque su protagonista sea un neumático, algo que por supuesto ayuda y mucho, sino porque todo su planteamiento y desarrollo se fundamenta en una sola cuestión: la suspensión de toda razón. Hay cosas en esta vida que simplemente son, viene a contarnos la película, que no tienen un por qué con el que podamos catalogarlo o etiquetarlo, o por lo menos este fundamento no necesariamente tiene que estar regulado por una lógica que nuestro intelecto sea capaz de comprender. 'Rubber' es un film inclasificable, tanto que en un principio podríamos decir sin miedo a equivocarnos que es hasta estúpido, al menos tanto como uno se siente cuando intenta explicarle a otro lo que acaba de ver. Extrañamente, la estupidez es una primera impresión cuyo recuerdo reposado de su visionado elimina de la ecuación. No es que sea un film inteligente, o puede que tal vez sí, pero cuanto menos es un film diferente, muy diferente, y lo es hasta un punto que lo hacen a su vez una producción sumamente irresistible para audiencias abiertas de mente.

¿Por qué E.T. es marrón? ¿Por qué los personajes de 'La matanza de Texas' no van al baño? ¿Por qué los protagonistas de 'Love Story' se enamoran? ¿Por qué el personaje de Adrian Brody en 'El pianista' debía esconderse y era pobre... si tocaba muy bien el piano? Ya lo advierte en su prólogo el personaje de un policía, quién acaba de salir con un vaso de agua en la mano del maletero de un coche que previamente ha derribado una serie de sillas esparcidas sin orden ni concierto por en medio del desierto mientras se acercaba a la posición de un hombre que sujeta unos cuantos prismáticos, los cuales repartirá posteriormente entre un grupo variopinto de personas que harán las veces de un público que seguirá, más o menos atento, el devenir del relato desde lo alto de una colina. ¿Por qué en 'Rubber' un neumático cobra vida? ¿Y a quién le importa?

En realidad 'Rubber', salvando una serie de particularidades que por demás en absoluto pasan para nada desapercibidas durante su proyección, no es más que el clásico relato en torno al psycho killer de turno que se ha adaptado a las características del protagonista en vez de adaptar al protagonista a las características del relato. Si llegado un punto aceptamos y dejamos de lado la naturaleza de este personaje, y le adoptamos de igual manera que por ejemplo hicimos en su momento con el genial pero verdaderamente inerte Wilson, hasta podríamos decir que dentro de la cinta esta parte resulta hasta convencional y todo, pues ocasionalmente esta narración es interrumpida por una serie de reflexiones entre el absurdo y el metalingüismo que, a modo de evidente relleno, intentan ampliar los márgenes del relato más allá de la sencilla broma carne de cortometraje que es en verdad la película, y alargan su metraje hasta una duración apta para un festival especializado. Y esa parte sí que es la que viene a resultar estrafalaria, arriesgada, y en gran medida, atípica. Pero Robert, el neumático, tan sólo es "alguien" buscando su sitio...

Según el día gustará más o menos, o ni tan siquiera gustará aunque al final, si uno aguanta hasta el final, siempre le quedará esa especie de orgullo del para bien o para mal "la he visto", y he aquí que la recuerdo porque tiene algo llamado personalidad que la hace ser especial, guste o no. De haber carecido de cualquier marcianada la cinta hubiera caído muy probablemente en un terreno en el que sólo la sangre hubiera podido situarla en algún punto del panorama cinematográfico. Estúpida inteligencia, como quién dice, sólo apta para paladares muy deudores de experiencias fuera de lo común, pero que no obstante y a pesar del inclasificable envoltorio, ofrece una reflexión en torno al propio cine que no deja de ser de lo más estimulante que, aunque convencional, está planteada de forma nada convencional: la vulgaridad y el conformismo como vehículo de expresión artística viene a ser una comida tremendamente indigesta... y quién haya visto la película sabrá porque lo digo.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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