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La importancia de llamarse John Carpenter

Vía Festival de Sitges por 11 de octubre de 2010
En la cuarta y lluviosa jornada de la 43ª edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges no han hecho falta ni zombies ni vampiros castos para hacer que la gente se desplazara en masa a las diversas sesiones programadas para hoy. Aparte de la ya comentada en anteriores actualizaciones fe ciega del respetable en los organizadores (aquí la mercancía casi se vende sola), la gran atracción ha sido ni más ni menos que John Carpenter. En pie para la ovación.

Casi una década hacía que el veterano director neoyorquino no nos ofrecía un nuevo largometraje,siendo 'Fantasmas de Marte' su último hasta la fecha. Desde entonces le teníamos perdido en los dominios de la televisión, que, nunca mejor dicho, se le quedaban bastante pequeños para su impresionante currículum. Unos dominios en los que siguió dando leves muestras de su maestría. Ahí está para demostrarlo el muy memorable capítulo de la serie "Masters Horror" titulado en castellano 'El fin del mundo en 35 mm', en el que, de paso, dejó entrever su cariño hacia el festival que estos días monopoliza nuestra atención. En Sitges ha sido precisamente donde sus fans más incondicionales han podido degustar, diez años después, la nueva creación del genio Carpenter, 'The Ward', presentada en la Sección Oficial Fantàstic Panorama Especiales.

Todo preparado para los vítores dirigidos a Mr. Carpenter. En efecto, ésta era una de esas ocasiones en las que nada podía salir mal, porque la mejor noticia ya se había dado a conocer antes. El bombazo era que el venerado cineasta había vuelto a rodar un largometraje... que éste fuera bueno ya sería un bonus. La verdad es que cuesta hablar mal de 'The Ward' (título referido a un pabellón de hospital en el que ha sido recluída una adolescente tras incendiar una casa), ya que aunque hayan pasado muchos años, Carpenter hace valer aquello de "quien tuvo retuvo". Con una naturalidad pasmosa, el realizador se sirve continuamente de los factores narrativos/ambientales que precise para llegar a un objetivo: conseguir meter el miedo en el cuerpo del espectador, que al fin y al cabo es una de las metas que más ha marcado su fecunda e impresionante carrera.

Hablamos de un zorro viejo que se mueve con mucha agilidad por los pasillos estériles pero cargados de dolorosos recuerdos de una institución psiquiátrica acechada cada noche por estruendosas tormentas. Les resulta familiar ¿verdad? Tal vez demasiado, lo cual es el principal reproche que hay que hacerle al filme. Y es que parece que este veterano haya querido apostar sobre seguro en su retorno... tanto que da la impresión que va con el piloto automático puesto. Siguiendo siempre su hoja de ruta, que sabe que no habrá perdido ni pizca de su efectividad: trueno aquí, susto allá, un poco de acción y todo listo para recibir los aplausos, que los ha habido. No importa que las actuaciones sean más bien flojas (ni las arqueadas cejas de Jared "Pryce" Harris están del todo entonadas), ni que algunos diálogos sean absurdos, ni que el monstruo de la función parezca salido del tren de la bruja de una fiesta mayor de pueblo, ni que un tal Martin Scorsese (y ya veremos si Zack Snyder), sin quererlo, haya fastidiado un poco la fiesta... como ya se ha dicho, lo único que valía hoy era comprobar que a este viejo rockero todavía le queda combustible. De esto último no hay ninguna duda.

Aunque cueste de creer, éste no ha sido el mejor recuerdo que vamos a conservar de esta cuarta jornada, de modo que, antes de atacar los platos fuertes, sería conveniente sacarse de encima cuanto antes mejor dos pequeños escollos que no deberían amargar el excelente sabor de boca con el que hoy hemos abandonado los cines de Sitges. Dichos tormentos han sido 'Everything will be fine' y 'Hybrid 3D', ambas pertenecientes a secciones a las que uno debe entrar sabiendo a lo que se expone. En el primer caso, Noves Visions, que es lo más parecido jugar a la ruleta rusa con cinco balas puestas en un barrilete de seis; en el segundo, digamos que Focus 3D es la muestra más clara de que el fenómeno tridimensional quizás sí fue flor de un día.

Por partes, y muy brevemente: 'Everything will be fine', de Christoffer Boe es un thriller con pretensiones de remover conciencias en el plano político, protagonizado por Jens Albinus (uno de los habituales colaboradores de Lars Von Trier), que resulta ser el perfecto exponente de esos dramas, angustias y fatalismo a los que tan acostumbrados nos tiene el cine danés. La típica propuesta que podía esperarse de certámenes más "culturetas", si me lo permiten, pero nunca en Sitges. Como dice el título, "todo irá bien"... mientras no nos crucemos con demasiadas películas como esta. En cuanto a 'Hybrid 3D', se trata de un producto de serie B carente de cualquier encanto. Un coche demoníaco (mezcla de Terminator, Predator y Transformer con muy mala uva... toma!) siembra el terror en un garaje del que parece no haber escapatoria. A medida que van acumulándose las víctimas, uno ya no sabe cómo acomodarse en la butaca para no caer en los brazos de Morfeo... mientras se acuerda de lo infinitamente superior en todos los planos que era aquel delirante capítulo de Futurama sobre "el ataque del coche lobo". Por cierto, en el siglo XXI de Matt Groening las engorrosas gafitas para ver en tres dimensiones ya estaban superadísimas.

Volviendo a la sección en la que van a jugarse los grandes premios, nos encontramos con 'Rare Exports: A Christmas Tale', de Jalmari Helander, que antes de que diera comienzo la proyección, se limitó a desearnos irónicamente unas felices navidades. La ironía se debía no a que estemos todavía a principios de octubre, sino a que el villano de su primer largometraje (surgido de dos cortos que dirigió con anterioridad) es ni más ni menos que Papá Noel, que como es de esperar, "no es como lo pinta la todopoderosa Coca-Cola". Si algo hemos aprendido en estos pocos días de festival es que no hay que hacerle ascos a las bizarradas de la Sección Oficial Fantàstic a Competición... a la notable 'Rubber' nos remitimos. El problema en este caso es que Jalmari Helander no es Quentin Dupieux, y aunque su ópera prima esté cargada de buenas -y perversas- intenciones, la verdad es que le cuesta un poco acabar de carburar. Es una película conceptualmente muy atractiva, que de paso recupera ese cada vez más perdido toque de cuento terrorífico clásico, pero que podría estar mucho mejor ejecutada. Eso sí, para los espectadores más pacientes, el epílogo de la cinta es de aquellos que arrancan más de una carcajada.

De este elemento va sobradísima 'Fase 7', tercera representante latinoamericana en el gran aparador de Sitges. El debut como director de Nicolás Goldbart (cuya proyección ha precedido un muy sentido homenaje a la figura de Eugenio Martín, a la vez que se le libraba el Premio Nosferatu), ha sido definida como una "comedia apocalíptica", que tiene como telón de fondo la reciente crisis más bien psicológica de la Gripe A. Coco y su querida Pipi se dirigen tranquilamente a su hogar sin saber que la gente corre apresurada por las calles para que no les pille con la guardia baja la que debe ser la gran pandemia del siglo XXI. Cuando hayan llegado a su humilde morada, el gobierno pondrá en cuarentena todo el edificio por la sospecha de que en él hay gente enferma, lo cual marcará el inicio de un encierro tan desquiciante como divertido.

'Fase 7' es una muy bien conjuntada combinación de piezas de orfebrería como lo son 'La comunidad', '[REC]', 'Zombies Party' o el espíritu concienciador de George A. Romero. Ojo, no es una cinta de muertos vivientes, pero en ella se reconocen con mucha facilidad la desconfianza hacia el vecino y la claustrofobia gamberra de Jaume Balagueró y Paco Plaza; el humor de Edgar Wright y Simon Pegg (genial ver cómo el mundo entero se vuelve loco y se derrumba ante la apatía y actitud bobalicona del protagonista y geniales también Yayo Guridi y el gran Federico Luppi en su faceta cómica) y los puñales envenenados del maestro del subgénero zombie... en esta ocasión dirigidos claramente al alarmismo de la Organización Mundial de la Salud, que, en esta ficción tan cercana a la cruda realidad, provoca por su tono catastrofista el colapso de una sociedad que por otra parte, estaba esperando el mínimo detonante para entregarse a las teorías de la conspiración y a la ley de la jungla. Mucho humor negro para un filme que, de haber sabido terminar en el momento adecuado, hubiera sido mucho más redondo, pero que en todo caso nos descubre a Goldbart como un autor a tener muy en cuenta.

Y ahora sí, por fin podemos hablar de la gran película que tanto se estaba resistiendo. Antes de que empezara la sesión, en el Auditori sonaba de fondo el vibrante tema Mombasa compuesto por Hans Zimmer para 'Origen', lo cual ya presagiaba algo muy grande... la mejor despedida posible de la Sección Oficial para hoy. Miren atentamente la imagen de la noticia y memoricen la cara de este hombre, porque si el brain drain hace bien su trabajo, todo apunta a que no la verán mucho más por nuestro país. Es Miguel Ángel Vivas, director y co-guionista de la que de momento es incontestablemente la mejor película vista este año en Sitges: 'Secuestrados'. Hablábamos ayer del único plano secuencia que componía 'La casa muda', pues bien, a este impresionante reto técnico no le ha tardado en aparecer un fuertísimo competidor (que ya sea dicho, se lo ha zampado con patatas). Ahora tenemos cortes, pero no más de una docena. Así es, esta película está compuesta por aproximadamente diez trepidantes planos secuencia que nos desceiben el brutal secuestro de una adinerada familia madrileña por parte de unos criminales de Europa del este.

El ayer tan pregonado "terror en tiempo real" se ha visto claramente superado veinticuatro horas después en esta cinta que deja sin aliento, y que, por su espectacularidad y crudeza, no permite apartar la vista de la pantalla ni un sólo segundo. Se ha comparado mucho el punto de partida de 'Secuestrados' con el de la excelente 'Funny Games', y razón no les falta a los que lo han hecho, pero debe quedar muy claro que, mientras la violencia de Haneke iba directa a la psique, la de Ángel Vivas es mucho más corporal... tan o más visceral que la de Gaspar Noé, podría decirse. No importa que la acción se dé fuera de campo, o que de sopetón se divida la pantalla para que podamos ver al mismo tiempo qué sucede en distintos lugares. Es una espiral de violencia en el que la adrenalina se asocia con el horror más indescriptible para quitar el aliento y dejar al respetable en estado de shock. Cine en estado puro; un auténtico logro para nuestra industria que se traduce en una de las experiencias más deliciosamente extremas que he visto en los últimos años. Cuando se vuelven a encender las luces de la sala y comprobamos que el aforo del Auditori sigue rozando el lleno absoluto porque la gente está de pie aplaudiendo y agradeciendo la inmensa labor desarrollada por el realizador y sus actores (excelente trío protagonista compuesto por Fernando Cayo, Ana Wagener y Manuela Vellés), hablamos de una señal inequívoca de que las cosas se han hecho muy bien. Si seguir el rebufo de Austin no molesta en exceso al Jurado, aquí está la gran candidata a llevarse la mayoría de grandes premios del certamen. De modo que nadie se engañe... Carpeneter ha aportado el pedigrí, pero el que realmente ha puesto toda la carne en el asador ha sido Miguel Ángel Vivas. Y ya se sabe... quien no arriesga, no gana.

Mañana más.

por Víctor Esquirol Molinas

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