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La vida después de la no-muerte

Vía Festival de Sitges por 13 de octubre de 2012
En un siniestro hotel cercano a un bosque, se encuentran siete tipejos que tienen tatuada en la frente la palabra "peligro". Están debatiendo apasionadamente sobre las distintas maneras que tienen para matar a la gente. Como siempre sucede con las opiniones, cada uno se cree poseedor del mejor método. "¿Esto es lo mejor que tenéis? ¡Pues todavía no habéis visto nada!" Al final de cada intervención, siempre se da ésta línea de diálogo. La tensión va en aumento, y cuando parece que la explosión de violencia es inminente, se pone a llover y una legión de zombies invade el hall. Silencio en la sala... el desconcierto es total. No es para menos, si en un principio la escena podía ser calificada de rara, ahora simplemente parece que sea una incorrección en sí misma. No hay que darle vueltas al asunto... no tiene sentido, y punto.

No obstante, condensa los elementos principales que se han dado a lo largo de novena jornada de la 45ª edición de un festival que se crece en su maravilloso sinsentido. Para empezar, la mayor decepción: si por alguna razón la penúltima jornada oficial del certamen estaba especialmente marcada por la mayoría de asistentes más fieles a la cita, era porque hoy, por fin, llegaba el fin de los tiempos. Los muertos vivientes conquistarían una vez más las calles de esta localidad del Garraf en la imprescindible Zombie Walk. Como los buenos estudiantes en el día del examen final, los aspirantes a gul se han levantado pronto para fijar su rumbo errático en dirección a las inmediaciones del espacio Brigadoon. La puntualidad era un factor clave a la hora de gozar de más tiempo con los maquilladores, quienes pondrían en la piel de estos locos los potajes y los injertos necesarios para simular las heridas, los objetos atravesados y las zonas de putrefacción localizada que hicieran falta.

Pasado no poco tiempo en manos de los profesionales, los futuros devoradores de cerebros se miran al espejo; sonríen e incluso propagan a los cuatro vientos los primeros gritos que tienen como objetivo no solo infundir terror, sino también contagiar el ambiente del furor del que en esos momentos son prisioneros. Por si los ánimos no estuvieran lo suficientemente altos, una cuadrilla compuesta por Santiago Segura, Alaska y Mario Vaquerizo (más abajo seguimos hablando de ellos) ha anunciado a primera hora su intención de asistir a la marcha de monstruos, sumando así efectivos en las filas de los no-muertos. Pero el Apocalipsis nunca ha sido amable con sus víctimas. Dicho y hecho: marchando un chaparrón bíblico (por cierto, en Cataluña ya viene siendo habitual que el tiempo no acompañe durante el día de la hispanidad... es un hecho, no una opinión) para que la fiesta quede literalmente aguada.

Juerga cancelada. Otra vez será. Afortunadamente, los zombies siguen teniendo un argumento al que agarrarse, para que la humanidad al completo no tenga que pagar sus frustraciones. Gracias a... la organización, la novena jornada ha tenido en su propuesta cinematográfica, un bálsamo estupendo, tanto para los furiosos "walking dead", como para los que nos hemos acercado un año más a este evento con la esperanza de empaparnos de buen cine. Para no andarnos con rodeos, nada mejor que hablar de la mejor cinta vista este año en Sitges. El título de LA Película ha caído en la Sección Oficial a Competición, y es realmente tan buena que, como ya sucediera hace dos años con los 'Secuestrados' de Miguel Ángel Vivas, le perdonamos el hecho de que su contribución al género fantástico sea más bien discreta. Proporciona esto sí, una buena ración de emociones fuertes, que por lo visto, ya es credencial suficiente para entrar en dicho certamen.

Sea como fuere, bienvenido sea el esperadísimo nuevo trabajo de Martin McDonagh ganador en 2004 del Oscar al Mejor Cortometraje de Ficción con su sorprendente 'Six Shooter', y máximo responsable de uno de los más importantes sleepers del año 2008: 'Escondidos en Brujas'. El cineasta británico desembarca en este festival después de haber arrasado en Toronto, uno de los escenarios actualmente más cruciales en el panorama cinematográfico internacional. Su nueva obra es uno de esos rarísimos casos de alquimia visiblemente llevada a cabo por un indiscutible maestro. Como es sabido, una de las grandes dificultades con las que, por definición, cuenta cada producto fílmico está en que éste no puede existir sin una infinidad de mecanismos funcionando a sus espaldas. Cuando todas estas piezas están bien colocadas y funcionan independientemente bien, para engrandecer al conjunto, se produce el milagro.

Con todos ustedes: 'Seven Psycopaths', impecable película convertida desde el mismísimo momento de su presentación en una de las piezas más relevantes de la temporada. Para esto hace falta el veredicto final del tribunal supremo en este mundillo: el público. Su aprobación, a poco que la promoción del filme entre en lo que entendemos por denominablemente decente, llegará. No hace falta ninguna máquina del tiempo para avanzarnos a estos eventos. Los de la película nos hablan de un guionista en plena crisis de inspiración. Tiene en mente una historia que puede ser pura dinamita... pero no sabe ni cómo empieza ni mucho menos cómo termina. Lo único que sabe es que va a tratar sobre siete psicópatas, cuyas escabrosas vidas y obras van a cruzarse... y a ver qué pasa.

Jugando hábilmente con las distintas capas de ficción creadas para la ocasión (la mayor parte de sucesos del mencionado guión en estado germinal quedarán reflejados en la vida real... y una gran cantidad de "realidad" inspirará el texto en cuestión), McDonagh se adentra en un laberinto provisto de las indicaciones necesarias para que la posible falta de orientación nunca desdibuje la diversión por la que éste fue concebido. Asociándose con un reparto estelar (perfecto cada uno de sus componentes, desde el flequillo y el ceño fruncido del cejudo Colin Farrell hasta la gran estrella de la función, Sam Rockwell, pasando por la cómica maestría de Christopher Walken, el gamberrismo de Woody Harrelson y, cómo no, la fuerte de presencia de Tom Waits), el director y guionista de Camberwell hace que la violencia y las carcajadas emanen en una vertiginosa hemorragia que jamás se contiene. El resultado final viene servido por un guión impecable, y se deja ver después de un torrente de diálogos ingeniosos, situaciones excelentemente planteadas y otros golpes de efecto... una película perfecta dentro de sus pretensiones.

En las antípodas de esta perfección (al menos de lo que clásicamente se entiende por ella), encontramos a un artista que da nuevo sentido al concepto "único". Quentin Dupieux (AKA Mr. Ozio) se dio a conocer -por fin- con la sorprendente y desternillante 'Rubber', que seguía de bien cerca las fechorías de un neumático que usaba sus poderes psíquicos para asesinar a todo animal o persona que se cruzara en su camino. No era el primer trabajo de este cineasta DJ en el que podía apreciarse su inconfundible estudio (recordemos la fundacional 'Nonfilm'), pero sí sirvió para que el mundo cinéfilo lo pusiera en el mapa. Es por esto que una obra tan marginal y a priori inaccesible como 'Wrong' era una de las cintas más esperadas de esta Sección Oficial a Competición.

Lo nuevo de Dupieux arranca cómo cabía esperar... con una escena que nos descoloca: unos bomberos con un coche quemando a pocos metros... y como si la cosa no fuera con ellos. A continuación, un reloj pasa de las 6:59 a las 6:60, y ya estamos dentro. La historia, sobre un hombre llamado Dolph que se lanza a la búsqueda de su perro desaparecido, es, como cabía esperar, una excusa para pararnos de nuevo en el zoo de la extravagancia de su autor. Palmeras que se convierten en abetos... porqué sí; oficinas en las que llueve continuamente... porqué sí; pizzeras nimfómanas que dan a luz dos días después de hacer el amor... porqué sí; video-grabaciones de la vida de un excremento perruno... porqué sí. Se echa de menos en 'Wrong' aquella brillante reflexión de 'Rubber' sobre los límites de la realidad y la ficción (que dicho sea de paso, y aunque pueda sonar contradictorio, daban un mínimo de sentido al producto), lo cual no quita que siga siendo un placer sumergirse en este delicioso non-sense. Por su reivindicación de lo diferente, por -a pesar de todo- construir en medio de tanto surrealismo, un discurso visible, y lo más importante, por ser en sus momento de máxima inventiva, una marcianada rematadamente divertida.

Otro que se presenta con ganas de (o mejor dicho, sin miedo a) abrazar lo raro es nuestro autor de culto Óscar Aibar, quien nos lleva en 'El bosc' a la Guerra Civil Española. Sí, el tema ya cansa (y más cuando éste vuelve a contar como estrella principal a un Àlex Brendemühl que a este paso corre el serio riesgo de quedarse encasillado en dicho conflicto), pero ¿y si el guión ha sido concebido por el gran Albert Sánchez Piñol? Las expectativas cambian. En efecto, desde la primera escena (presentada en una peligrosa estética "panegrera") comprobamos que éste no es el típico relato sobre la lucha sangrienta entre hermanos. El factor diferencial viene introducido por unas misteriosas luces que aparecen en el bosque cercano a un mas de la franja catalano-aragonesa.

Dicho fenómeno resulta ser un vórtice que conecta nuestro mundo con otro del que aparentemente nadie puede regresar. Con este elemento teóricamente fuera de lugar se articula el personalísimo relato sobre el conflicto bélico que dio fin al sueño de la Segunda República. Huyendo de los lugares comunes (si hay unos malos de la función éstos se encuentran sin duda en las tropas rojas, entre las que encontramos al bonachón, éste sí, de Tom Sizemore) Aibar avanza sin miedo por un terreno pantanoso por el cual se desenvuelve con firmeza y soltura, hasta eclosionar en una delirante recta final que puede dar mucho que hablar. En un país en el que el concepto de la memoria histórica sigue levantando tantas ampollas, es bueno que el arte se atreva a desdramatizar el trauma del pasado y usarlo a su favor, de forma acertada y sin ningún miedo, para hablarnos del perdón, de cómo el tiempo lo cambia todo, y de la eterna -y vacua- promesa de otros sitios mejores.

Para cerrar la Sección Oficial a Concurso, el segundo de a bordo en el festival, Mike Hostench ha subido al escenario del Auditori para hablarnos de la película que este año en Sitges estaba más descaradamente enfocada hacia el terror. La película que en definitiva iba a hacernos saltar más de una vez de la butaca. Lo ha hecho. En tantas ocasiones que hacen falta dedos en las manos para contarlas. Es una lástima, porque el uso insistente -por no decir abusivo- del factor "susto" (esto es, tal y como se entiende hoy, subir el volumen de forma desmedida en un momento concreto) condenan a 'Sinister' a un convencionalismo que no hace justicia a la apuesta de su director, el competente dentro del género (suya fue la agradable sorpresa 'El exorcismo de Emily Rose') Scott Derrickson.

Un escritor de novela negra en horas bajas (encarnado por un muy convincente Ethan Hawke) se muda junto a su familia a una casa en la que se cometieron unos terribles crímenes. Es en este tétrico pasado donde el autor tiene que encontrar la inspiración... y lo hace, pero a costa de su salud mental, así como la de todos sus seres queridos. Subidas en el nivel de decibelios aparte, 'Sinister' es un relato de terror puro, que ataca directamente nuestros miedos más profundos, que utiliza sabiamente a su favor los factores ambientales (además de otros recursos como las siempre escalofriantes home movies, que son la auténtica, brutal y perturbadora punta de lanza del filme) para que la clásica casa de fantasmas consiga una vez más, que cuando estemos en la incómoda soledad hogareña, recorramos a toda prisa los pasillos... por lo que pueda pasar. Misión cumplida.

Para despedir la última jornada competitiva oficial, tres propuestas más. 'Hotel Transilvania' del genio en la sombra de la animación Genndy Tartakovsky (a él le corresponde la autoría de joyas televisivas del calibre de "El laboratorio de Dexter", "Las Supernenas" o "Samurai Jack"). Con el handicap de la presentación, muy reciente en la memoria, de 'Frankenweenie' (en lo referente a proponer ambas una trepidante monster brawl), de un 3D engorroso y de un desesperante doblaje al castellano (no por los famosetes Segura, Alaska y Vaquerizo, sino por aquella manía de poner acento, por ejemplo andaluz a cualquier personaje), el primer largometraje de Tartakovsky tiene la nada despreciable de virtud de llegar con facilidad, con buen humor y ritmo endiablado, a una audiencia más bien infantil que se ha entregado por completo a la propuesta.

Por último, dos grandes reuniones. La primera, de actores (actorazos, mejor dicho, interpretándose a sí mismos) a cargo de Alain Resnais y su nueva y disfrutable culturetada, 'Vous n'avez encore rien vu' ("todavía no habéis visto nada"), en la que la muerte de un famoso dramaturgo congrega a los intérpretes con los que trabajó para una última representación de Eurídice según el mito de Orfeo. Lucimiento de un reparto estelar al servicio de una divertida y a ratos emocionante reflexión sobre el choque entre realidad y engaño inherente en cada obra artística. La segunda reunión se da detrás de las cámaras, en motivo de 'The ABC's of Death', agotador repaso de 26 formas distintas de morir (correspondiente cada una a una letra del abecedario). He ahí un proyecto condenado desde su planteamiento. Por mucho que Nacho Vigalondo (quien abre la antología con su divertido corto "carlos-vermutiano" dedicado a la A de Apocalipsis) haya definido su planteamiento como perfecto (si la píldora gusta, ésta pasa volando... en el caso contrario, el mal trago se va en apenas cuatro minutos), lo cierto es que la saturación de historias (que en total construyen un non-stop de más de dos horas) hace que los tropiezos penalicen mucho más que las buenas sensaciones dejadas por los aciertos.

Para despedir esta taquicárdica jornada, las exigencias del guión piden unos momentos para la clásica sesión del oráculo... cuyos poderes -si los tiene- se diluyen en este caótico certamen más que en ningún otro. La pregunta del millón: ¿Quién ganará el Premio a la Mejor Película? Fuera las cábalas; fuera los cálculos rebuscados; fuera las segundas lecturas... si confiamos en la buena fe del sistema -y realmente lo hacemos-, todo está en manos de un jurado. De un puñado de personas cada una de ellas con sus gustos cinematográficos, insondables en estos momentos. De modo que, más allá de la opinión de un servidor (si de él dependiera, y a pesar de su escaso sabor fantástico, el galardón sería para 'Seven Psychopaths'... en su defecto, para 'Holy Motors'), todo se reduce a las frías probabilidades. En este sentido, y guiándonos por las reacciones al final de sus proyecciones, gozan de una buena posición en la parrilla las primas-hermanas 'Safety not Guaranteed' y 'Robot & Frank', la genuinamente cronenbergiana 'Antiviral' o las sorpresas brits 'Grabbers' y 'Sightseers'. Pero ya se sabe, esto es Sitges... donde casi siempre debe esperarse lo inesperado.

Mañana, más.

Por Víctor Esquirol Molinas

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