''La realidad nos mata'' (AKA Maratón + Balance general)
Vía Festival de Sitges
por reporter 17 de octubre de 2011
Y ya está. Ya no quedan más premios por entregar; tampoco más proyecciones a las que asistir. La 44ª edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges ya ha vendido todo el pescado que tenía que vender. Llegados a este punto, el cuerpo se tiene en pie de milagro, las conexiones neuronales están fundidas y el estado de ánimo está por los suelos. El culpable es el agotamiento, cuyos síntomas son perfectamente visibles en cada persona que haya cometido la insensatez de instalarse en esta localidad del Garraf para vivir su certamen, que se ha celebrado a lo largo de estas dos últimas semanas. Se dice que la auténtica esencia de dicho certamen hay que irla a buscar a los maratones de medianoche, a ser posible, a aquellos dedicados a la sección Midnight X-Treme, en la que supuestamente sólo llegan los productos más atrevidos, más espeluznantes... en definitiva, más bestias.
Si además la sesión cae en el cine Prado o Retiro, donde se está a salvo del glamour que desprende el Auditori del hotel Melià, aún mejor, porque en estos sitios, como se suele decir, nadie va a decirte nada, a no ser que decidas prenderle fuego a la sala. Y así es, antes de empezar una sesión maratoniana, en la cola lo normal es ver a la gente matando el rato de espera abriendo una lata de cerveza... y guardándose las cinco restantes para dentro. Llegado el momento de pasar por la inquisitiva mirada del revisor de entradas, ¿se toma alguien la molestia en ocultar el contrabando alcohólico que está a punto de cometer? Para nada, ¿por qué iba a hacerlo? ¡Todo el mundo sabe que la cerveza y demás sustancias alcohólicas están para bebérselas, no para provocar una fogata! Pues pase hombre, pase, tome asiento y disfrute de la fiesta.
Dicho y hecho. Antes de que se encienda el proyector, la sala desprende una embriagadora -nunca mejor dicho- fragancia fruto de la ya característica receta cocinada a fuego lento en la que se dan cita ingredientes como la comida basura, whisky barato, vodka que por olor y sabor parece colonia, cerveza que hace tiempo perdió cualquier atisbo de gas, y una selecta colección de colillas de las más variadas procedencias. Me encanta el olor a rancio en plena madrugada, huele a... juerga. Huele a Sitges, un lugar donde el cine es sinónimo de fiesta. Así, se apagan las luces de la sala, y sin esperar a que la pantalla muestre un mísero fotograma, el personal empieza a dejar claro lo excitado que acude a la cita. Cuando King Kong, la ''mascota'' oficial del festival, hace acto de presencia, la histeria se desata definitivamente. No es un evento deportivo, es una sesión de cine, conviene no olvidarlo.
Sin darnos cuenta, el primer cortometraje ya ha terminado, y sin saber bien cómo, el patio de butacas al completo canta al unísono el ''Juntos'', acompasado por la voz de Paloma San Basilio, riendo a más no poder y picando de manos para seguir el ritmo de este himno a la caspa española. Tan delirante como desternillante. Me seco una de las lágrimas que brotan De mi ojo izquierdo, miro el reloj y ya son las ocho de la mañana. En un abrir y cerrar de ojos, ya ha terminado un excesivo y poco compensado maratón zombie en el que hemos tenido ocasión de ver la divertida 'DeadHeads', simpática buddy-movie protagonizada por dos ocurrentes muertos-vivientes, la bien trabajada pero cargante 'Exit Humanity', de Brett Pierce y Drew T. Pierce, sobre los avatares de un ex-soldado contra una horda de gules en la América post Guerra de Secesión, la infumable 'Zombie Diaries 2', innecesario y aburrido falso documental sobre la temática no-muertos, y una serie de irritantes capítulos del anime 'High School of Dead'.
Después del tute, toca ponerse a comparar el antes con el después. Cuando entré en la sala de cine el Sol no estaba en el firmamento; cuando entré en la sala de cine estaba rodeado de gente animada que no paraba de contar chistes subidos de tono... ahora mi compañía consiste en un puñado de zombies con a penas fuerzas para toser de vez en cuando. Que sirva esta ''micro''-experiencia para resumir lo que supone este certamen para los que cada año esperamos con ansias su llegada, que no somos precisamente pocos.
Esta 44ª edición se presentaba con el slogan ''La realidad nos mata.'' Lo mismo podría decirse de este festival, que solo nos suelta cuando damos escasas señales de actividad cerebral. Por suerte, antes de cobrarse nuestras vidas, tiene a bien dejarnos disfrutar de uno de los mayores placeres cinéfilos de la temporada. No importa que haya habido recortes en el presupuesto, no importa que algunas decisiones del jurado hayan creado controversia (darle el Permio a la Mejor Película a 'Red State', de Kevin Smith, justificando dicho galardón como una especie de compensación al maltrato al que la industria está sometiendo últimamente al cineasta de Nueva Jersey, es por lo menos desconcertante), no importa que el fantasma del caso 'A Serbian Film' haya alimentado teorías conspiranoides sobre la elección de películas para esta edición, más teniendo en cuenta el déficit de experiencias extremas con respecto a otros años.
Nada puede ensombrecer el que la meca del cine fantástico y de terror (aunque este último deba escribirse en letra pequeña) haya demostrado una vez más por qué se le otorga este título honorífico. El récord de asistencia de espectadores es solo la punta del iceberg de un trabajo concienzudo por parte de la organización, con vistas a alejarse paulatinamente de la rigidez que acostumbra a caracterizar este tipo de eventos, y a acercarse más al gran público, que para bien o para mal, ha sido, es y será el juez que determina la diferencia entre éxito y fracaso en este mundillo. Afortunadamente, el balance nos lleva claramente hacia lo primero; hacia lo positivo, y aunque la temática de muchos de los filmes mostrados se haya centrado en un Apocalipsis inminente, la verdad es que este certamen no tiene motivos para enfrentarse al destino con preocupación. Ni mucho menos.
Si el sistema judicial no lo impide (que parece ser que no), Àngel Sala va a seguir muchos años capitaneando un barco que ha demostrado saber capear las crisis de todo tipo, saliendo reforzado de ellas. Eso lo dice alguien que a lo largo de la celebración de certamen ha tenido tiempo para acordarse en más de una ocasión de toda la familia de algún que otro responsable programador. Pero una vez pasado el ataque de ira, uno debe admitir que, teniendo en cuenta los medios con los que trabaja, el equipo organizador es un auténtico especialista en obrar milagros, porque a pesar de las inclemencias, de cara a la galería, todo luce, todo parece atractivo, y todo parece la excusa perfecta para que nos empapemos de cine. A esta maravillosa situación solo se llega cuando los responsables ponen toda la ilusión del mundo en su trabajo... y nos la transmiten. Gracias.
Puede que un servidor no sea tan entusiasta, pero ni que sea para saldar en parte la deuda con este festival, ahí va un pequeño ejercicio de contagio de amor cinéfilo por mi parte. De modo que pongan sus computadoras a pleno funcionamiento e introduzcan las siguientes coordenadas, porque si alguna vez aparecen en la pantalla de su radar, ya sabrán qué habrá que perseguir. Por ejemplo, no le pierdan la pista a... la adrenalínica 'The Raid', de Gareth Evans, seguramente una de las mejores películas de acción de la historia; el críptico documental 'Resurrect Dead: The Mystery of the Toynbee Tiles', de Jon Foy, tan freak como apasionante; la payasada 'Scabbard Samurai', de Hitoshi Matsumoto, de una comicidad y ternura encomiables; la inventiva 'Les contes de la nuit', de Michel Ocelot, porque la animación tradicional no ha perdido su magia; la desquiciada 'Guilty of Romance', de Sion Sono, porque este maestro de la provocación sigue en plena forma; 'EVA', de Kike Maíllo, porque el cine de género también puede producirse en nuestro país; 'A Letter to Momo', de Hiroyuki Okiura, porque hay esperanza para los que buscamos un digno sucesor de Hayao Miyazaki; 'Carré Blanc', de Jean-Baptiste Léonetti, porque el riesgo empleado con criterio debe ser recompensado; la estilizadísima 'Drive', de Nicolas Winding Refn, porque lleva tatuada en la frente la condición de título de culto...
Rebajando un poco la euforia, no obstante también merece la pena seguir los pasos de... la post-apocalíptica 'The Divide', de Xavier Gens, porque la incomodidad es un valor que no hay que despreciar; la simpática 'Lobos de Arga', de Juan Martínez Moreno, porque nos encantan las tonterías con pocas pretensiones; la preciosista 'Jane Eyre', de Cary Fukunaga, porque es una excelente manera de acercarse a este clásico inmortal de la literatura universal; la indie 'Another Earth', de Mike Cahill, porque la mumble-fiction es un plato alternativo la mar de apetecible; la juerguista 'Attack the Block', de Joe Cornish, porque está hecha para conectar con el público; la árida 'Mirages', de Talal Selhami, porque el fantástico no excluye a África; la anárquica 'Bellflower', de Evan Glodell, porque la autodestrucción juvenil siempre impacta; la sorprendente 'Night Fishing', de los hermanos Chan-Wook, porque se puede hacer buen cine con un iPhone; la poética 'Vampire', porque, gracias a Dios, hay vida después del crepúsculo; la rebufera 'Emergo', de Carles Torrens, por su buen oficio; la casposilla 'Monster Brawl', de Jesse T. Cook, porque siempre hemos querido saber cuál es el mejor monstruo cinematográfico de todos; la sensible 'Womb', por ser tan provocativa... sin aparentar serlo; la videoclipera 'The Woman', de Lucky McKee, por que lo extremo puede ser divertido; la claustrofóbica 'El páramo', de Jaime Osorio Márquez, porque hay otras vías para provocar miedo; la espídica 'The Prodigies', de Antoine Charreyron, porque su impacto deja marca; la cachonda 'The Troll Hunter', de André Øvredal, porque el falso documental también puede ser objeto de burla; la solidísima y a ratos delirante 'Killer Joe', porque William Friedkin sigue vivo y con ganas de guerra.
Y ya para abrir el cajón de los horrores, huyan de... la plúmbea 'Hell' Tim Fehlbaum, por no aportar absolutamente nada nuevo al subgénero; la irritante 'Kotoko', por presentarnos a Shinya Tsukamoto en su salsa; la cargadísima 'The Sorcerer and the White Snake', de Ching Siu-Tung, porque sus efectos especiales dañan la vista; la falsamente onírica 'The Other Side of Sleep', de Rebecca Daly, por no ofrecer nada; la insalvable 'Kill List', de Ben Wheatley, por ser una tomadura de pelo en constante crisis de personalidad.
Sí, estamos para el arrastre, pero con ganas de que llegue la 45ª edición. Ya falta menos.
¡El año que viene, más!
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Por Víctor Esquirol Molinas