Día 2: Otra vez Pietro Marcello
Primero de los dos sábados de noviembre que abraza el Festival de Cine Europeo de Sevilla, que afrontaba su segunda jornada tras un notable primer día. La bajada de las temperaturas resulta inversamente proporcional al número de personas que frecuenta las salas de los cines Nervión Plaza, repleto tanto en las colas para entrar a las salas como dentro de las mismas, con varios 'sold outs' en algunas de las proyecciones del día.
El inicio de la jornada era inmejorable. La flamante Palma de Oro del Festival de Cannes podía verse a media mañana en la sala 1 del Nervión, en el que suponía el regreso de una película de Ruben Östlund al certamen sevillano. 'El triángulo de la tristeza' es el título en español de la nueva mamarrachada anticapitalista del director sueco, aunque esta sufre en su final de lo que comúnmente se conoce como 'coitus interruptus'. Lo que estaba siendo otra exhibición de Östlund humillando a las clases ricas y al nuevo y moderno discurso social, termina escamando por un cierre que de inconcluso parece errático. Sensación algo agridulce la que genera el visionado de la cinta.
Östlund sigue demostrando estar en plena forma en la creación de ficciones que son las únicas capaces de propiciar este tipo de sátiras de clases. Es un cine tan improbable como disfrutable, tan excéntrico como reivindicativo. Es un cineasta único en su especie, y la prueba clara se observa en el segundo episodio de esta película. Todo el segundo acto en el yate es un festival de humor grotesco y esperpéntico (no es casualidad que coincida con la aparición del personaje de Woody Harrelson). No hay rastro de piedad con las élites, el objetivo es mofarse desde la más profunda vergüenza, y eso, más allá del final abrupto, se consigue con creces.
Ya por la tarde, el país dominante en este inicio del festival, Francia, volvía a traer película, ni más ni menos que su enviada para pelear el Oscar a Mejor Película Internacional. Se trataba de la 'Saint Omer' de Alice Diop, una película con muchísimo potencial que una vez mordida, se antoja complicada de tragar. Heredera clara de esa corriente lírica del cine indie francés que Mati Diop reflejó en 'Atlantique', esta sufre más por su rutinario guión, empeñado en ensalzar el apartado judicial del relato. Incluso se siente incapaz de aprovechar la ocasión de tener en las labores de fotografía al talento de Claire Mathon, evidencia descarada de que está demasiado ocupada en realzar su objetivo contencioso.
Es una película que abrazará mucho público por su valentía hablando de lo materno y por la fiereza con la que se planta delante del concepto de la justicia (tremendo alegato final de la abogada defensora), pero su zozobra viene precisamente por su exceso de intensidad. Los testimonios son largos, redundantes y bastante deliberados en la tarea de condicionar al espectador. Los dramas judiciales funcionan porque accesibilizan imposibles mediante una épica elocuente y refinada. Si para eso se usa una lógica exagerada, hasta el punto de tener que romper la cuarta pared en el momento clave del clímax, el efecto resulta contrario y lamentablemente repelente.
Santiago Fillol, guionista de algunas de las películas de Oliver Laxe como 'Mimosas' (Premio Especial del Jurado en el SEFF 2016) y 'Lo que arde', presentaba película en la Sección Oficial del festival. El discurso revolucionario de su 'Matadero' usa el metacine como punto de apoyo para mostrar una tensión civil a punto de explotar, pero a la película le pasa precisamente eso, que como relato enclaustrado en medio de un periodo de cultivo bélico, se queda muy pequeña. Está constantemente amenazando con estallar, pero es al final y con más estilo que pegada (el fuera de campo como recurso) cuando la cinta se rompe, y resulta que ya se ha acabado. No hay poso suficiente para sentir el clic del filme, y ya no queda el crédito ganado por aguantar tensiones.
Lo más genial de la película, la capacidad de Fillol de abstraerse del mensaje y buscar esos ratitos de paz con la cámara. Se refugia en los 16 mm para descansar de tanta tirantez política, pensando que Argentina también son sus ranchos y sus árboles, sus casas costumbristas o sus gentes locales. Es una película que se identifica con una disyuntiva política, pero también con la Argentina más campera y humilde. También sirve la película como prueba esclarecedora de lo difícil que es rodar cine y de los constantes obstáculos en los que se tropieza el proceso cinematográfico entre visiones impuestas, necesidad económica y argumentos puntiagudos.
Tenía que ser al final del día, en el último pase y con la noche de Sevilla dominando el tiempo, cuando llegaría la que hasta el momento es la mejor película del festival. Hay que empezar a considerar el cine de Pietro Marcello como ese remanso de buen gusto al que siempre sabe uno que entra cuando ve una película suya. Otra vez el director italiano vuelve a potenciar la imagen a la vez que borda la historia, esta vez adaptando 'Velas rojas', una de las novelas más famosas del escritor ruso Aleksandr Grin. Otra vez firma una película colosal en su carrera como cineasta con esta 'Scarlet', un cuento que habla de lo infantil desde una perspectiva adulta y madura, algo que Marcello sabe trasladar al cine a las mil maravillas.
La cinta de Marcello es una película literaria en todas sus facetas, desde la obvia narrativa (un cuento de familia y legado que dignifica la memoria) hasta la visual (ese granulado sutil pero marcado que aportan los 16 mm). Una novela cinematográfica narrada con incuestionable maestría por un artesano del oficio. No hay prisa por avanzar en el relato, no hay incordio en apoyarse en la música, ya sea diegética o extradiegética, no hay celeridad en mover a los personajes de los sitios donde cincelan madera, tocan el piano o comen en familia. 'Scarlet' es una más que digna continuación estilística de 'Martin Eden', así como otra prueba más del talento narrativo de uno de los mejores directores que hay en el continente europeo.
Día grande en la ciudad de Sevilla este domingo 6 de noviembre. A las 21:00 de la noche, Betis y Sevilla disputan el derbi, el clásico del fútbol sevillano por antonomasia. La ciudad estará tan dividida como pendiente del partido, pero queda un nutrido grupo de sevillanos que dedicarán su tiempo en llenar las salas del Nervión Plaza para asistir a películas sumamente interesantes, como 'La emperatriz rebelde', de nuevo con Vicky Krieps como protagonista, o como uno de los títulos más seductores de esta edición del SEFF, la 'Close' de Lukhas Dont. Fútbol hay todas las semanas, y derbis hay mínimo dos al año. El Festival de Cine Europeo de Sevilla solo viene una vez. Hay que gozarlo.
That's what I say.
Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_
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