Sobreponerse a un buen comienzo
Vía Festival de San Sebastián
por reporter 26 de septiembre de 2012
Pues no. Las estrellas que vimos asomarse tímidamente en el cielo de San Sebastián ayer por la noche en absoluto fueron presagio de una mejoría en el tiempo. La climatología se ha portado relativamente bien por la mañana, pero se veía a la legua que se estaba guardando una de buena. Efectivamente. A la salida de la primera sesión de la tarde, el Kursaal presentaba un escenario dantesco. Gente peleándose a muerte con su propio paraguas para que éste no se rompiera en mil pedazos, o en el peor de los casos, para no salir volando hasta la otra punta de la ciudad. La lluvia colaboraba mostrando una capacidad sobrenatural para calar hasta los huesos a todas sus víctimas (precisamente servidor está escribiendo esta crónica más húmedo que... mejor no seguir). Por si fuera poco, desde Cataluña llegaban informes de otro ciclón, éste último de categoría política. Aún peor. Habemus elecciones para President de la Generalitat el 25 de noviembre. Toma. Como antes, aquí lo dejamos. Callamos, que la intención sigue siendo la de estar vivo para la Gala de Clausura.
Si algo aprendimos en la primera jornada de la 60ª edición del Zinemaldia es que en lo que a sorpresas se refiere, el cine está doctorado en la materia. Así, si ayer hacíamos cábalas (más bien era una patética regla de tres) mirando con atención el parte meteorológico con tal de tratar de adivinar qué nos iban a deparar las propuestas del certamen donostiarra, hoy -ahí va la buena noticia- se nos han ido todas las teorías al garete. Todas menos una, el caos en el cielo se ha visto reflejado (y seguirá haciéndolo en los próximas días) en una programación que se ha visto perceptiblemente afectada por la huelga de mañana. Para entendernos, en la quinta y la séptima jornada ha habido -y habrá- aglomeración en la Sección Oficial para compensar el día de "descanso forzoso" de la sexta. De modo que, a correr a las salas de cine, que llueve y la temperatura está empezando a bajar.
El programa triple de hoy de pretendientes a la Concha de Oro ha empezado con la austríaca 'The Dead and the Living', de la directora y guionista Barbara Albert. El filme nos presenta a Sita, una joven austro-rumana que se topa de lleno con el fantasma de la Segunda Guerra Mundial, al descubrir que su abuelo fue un alto oficial de las SS en el campo de concentración de Auschwitz. El arranque es sin duda alguna ágil y está bien formulado para crear en el espectador una duda similar a la que padece la protagonista. Ejercicio pues de inmersión psicológica correctamente planteado, y acertada parábola sobre el desengaño que llama a la puerta de los atribulados y felizmente despreocupados miembros de una sociedad que, citando al maestro P.T. Anderson, decidió terminar con el pasado... mientras éste no había terminado con ellos.
La -comprensible- incredulidad inicial de Sita es compartida por el espectador, que ve con perplejidad cómo el presunto monstruo actualmente no es más que un anciano venerado y querido por su familia, al mostrarse éste como un hombre tierno y cariñoso con sus seres más próximos. Pero poco a poco, a través de una investigación detectivesca que pasa por Alemania, Austria, Polonia y Rumanía, el doloroso pasado que nunca debería haber sido desenterrado va golpeando más y más fuerte a la sufrida heroína de la función. Lástima que el impacto se quede allí donde no duele, es decir, en la pantalla. Barbara Albert reflexiona convincentemente sobre temas tan difíciles de tratar como la culpa, la memoria y el perdón. Lo hace desde un guión no excesivamente lúcido pero innegablemente correcto, pero se queda corta a la hora de ejecutarlo, quedándose la acción en mero euro-trip dramático cuyo reto cerebral se ve correspondido con un escasísimo calado emocional.
La segunda propuesta ha corrido a cargo del libanés Ziad Doueiri, autor del título de culto 'Lila dice'. Ahora, con 'El atentado', y al igual que Barbara Albert, nos ofrece un inicio impactante -más aún- para hablarnos de un tema extremadamente complejo (todavía más que los anteriormente comentados). Un reconocido doctor árabe residente en Israel (muy acertado Ali Suliman) recibe uno de los más prestigiosos premios a los que pueden optar los de su profesión. Antes de subir al escenario recibe una inoportuna llamada que corta de inmediato. Una vez llegado a casa, se desencadena la tempestad. Una bomba estalla en la cuidad. El que evidentemente es un atentado terrorista se cobra la vida del amor de su vida. Hay más: las investigaciones policiales apuntan a que el culpable de dicha atrocidad no es otro que la difunta esposa del buen doctor. No hay spoilers, es el punto de partida. Se queda uno sin palabras.
Lo mismo le ocurre al protagonista de la historia, que de forma similar al "jardinero fiel" de John Le Carré, se embarcará en una peligrosa odisea para demostrar que las acusaciones que recaen sobre su amada no tienen ningún fundamento. Sí, hablamos del que seguramente sea el problema -es lo que es- más peliagudo dentro de la agenda de política internacional. El conflicto israelí-palestino invade por enésima vez (y al ritmo que vamos, habrá muchísimas más) la pantalla de cine. Salta a la vista que Ziad Doueiri sabe que está nadando en terrenos muy pantanosos, y he precisamente aquí el muy apreciable encanto principal del filme. Y es que más allá de un desarrollo narrativo falto de la energía que exigen las circunstancias, y excesivamente deudor de un mainstream que aquí se antoja peligrosamente desubicado, 'El atentado' destaca -y no es poco- por el trato que da a uno de los conflictos más propensos a la manipulación, tanto en favor de algún u otro bando, como -peor aún- sentimental. Sorpresa, en este acercamiento en clave de thriller a un realidad nauseabunda no hay ni demagogia ni maniqueísmo. Hay algo mucho peor, la desesperanzada y desgarradora visión de una confrontación atávica en la que la buena fe del individuo poco o nada tiene que decir en medio de la sangrienta locura generalizada. Brutal.
Por si todavía no había quedado claro, el requisito sine que non para entrar hoy en la Competición del Zinemaldia ha sido el de los inicios chocantes. La china 'All Apologies' (cuya traducción literal sería "todas las disculpas", pero que a nuestro país llegará con el título 'Sustituir al amado'... con dos cojones), de Emily Tang, da comienzo con una breve y ágil presentación a dos parejas y sus respectivos hijos menores de edad. Después de ésta, un terrible accidente de tráfico, en el que el hombre de la primera pareja queda gravemente herido y el hijo de la segunda muerto. De nuevo, no se trata de ningún destripe, sino de los primeros diez minutos de metraje. El principal problema que se plantea a continuación es calcado al de las otras dos anteriores películas: ¿cómo conseguir que, tras un arranque tan fuerte, el nivel no decaiga?
Emily Tang demuestra tener la clave para ello. Con un acabado en la presentación muy similar a las películas que filmaba, por ejemplo, Zhang Yimou hace dos -incluso tres- décadas, se logra un atractivo contraste estético que al principio transmite cierta visión romántica del gigante asiático. Una imagen que degenera rápidamente en un retrato del exageradamente rápido e inestable ("burbujeante", diríamos aquí) crecimiento de un país sumido en una alarmante pérdida de identidad. Así, mientras el campo sigue estancado y literalmente desangrado, las urbes se amplían fijándose en el insostenible modelo americano, como bien demuestra una pomposa parade a ritmo del "Rasputin" de Boney M. Cómo se habrán puesto los censores... Una vez plantado el fondo, los actores de esta tragedia (que en realidad es una comedia de sabor muy ácido) escenifican eficientemente, y con la excusa de la maternidad truncada, la crisis de valores de un país en el que la corrupción y la inmoralidad no paran de ganar terreno. El peligro es que el aire intrascendente del conjunto quitará méritos al valiente cinismo de Tang. Pero ya se sabe, si la intención es lo que cuenta...
El punto final de la jornada lo encontramos una vez más en la Sección Nuevos Directores. Antes de entrar en materia, una escena breve. Dos personajes en una casa que se cae a trozos. Ni un alma a cien kilómetros a la redonda. En el "cálido" hogar hay dos sillas, una mesa, una estufa y la botella de vodka de rigor, medio vacía, o medio llena, según se vea. El viento sopla fuerte golpeando periódicamente y con violencia la puerta de la destartalada construcción en la que están ambos protagonistas. Después de veinte horas en silencio, el personaje #1 se levanta, camina y se detiene enfrente de la ventana. Un minuto más de silencio. Personaje #1: "Esta noche va a ser dura." ; Personaje #2: "Siempre fuiste un desgraciado..." ; P#1: "El tío Volodia siempre me lo dijo." A continuación el que ha propinado el insulto estampa la botella contra la mesa, se abalanza hacia su compañero y le raja el cuello.
No es que la escena esté carente de sentido, es que la lógica está puesta en el nivel "Eslavo". Mucho peor. 'Chaika' co-producción rusa, georgiana, kazaja y española (¿alguien dijo cóctel molotov?) dirigida por Miguel Ángel Jiménez, es una excelente muestra de lo desesperante que puede ser la filosofía de la europea más oriental aplicada a cualquier situación. El primer tramo del filme es una prueba de fuego para todo aquel poco tolerante a esta sensibilidad tan cercana y exótica a la vez. Un reto que ha superado a un buen puñado de espectadores a los que no les ha quedado más remedio que la deserción. Para los que han tenido más fe en la propuesta, ésta les ha recompensado con una trama que poco a poco ha ido cobrando sentido y que quizás por ello ha permitido la entrada en una bestial intensidad ubicada en el centro de ninguna parte. De brillante factura técnica (impresionante fotografía de Gorka Gómez Andreu), esta inclasificable (más dentro de nuestra cinematografía) historia sobre los avatares de una familia condenada regala momentos de gran conmoción y de una mayor belleza plástica.
Pasado mañana (la huelga manda), más.
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por Víctor Esquirol Molinas