Hay una conversación en 'Parásitos' durante la que el señor de la casa le dice al chófer, o más bien, al teórico chófer al que acaba de contratar que nunca pierde el control a pesar de que parece que está en todo momento a punto de perderlo. Y que eso le gusta... y a mí me encanta. Sobre ese finísima línea se mueve la última película de Bong Joon-Ho, quizá, es posible, que dicho en caliente, la mejor y más completa y compleja película que ha hecho el realizador surcoreano. Un azote con el tacto de una caricia.

Y si no saben de que va, mejor que mejor: Dejen de leer, ya sea este texto o cualquier otro sobre ella, y en cuanto puedan ya saben, no lo duden. No es un deber, sino un privilegio. 'Parásitos' es como aquello que se suele decir de las capas de una cebolla: Nunca tienes claro a dónde va, ni tampoco a qué juega. Ni mucho menos, de cómo hay que reaccionar a los estímulos que te va arrojando a la cara sin ninguna vergüenza y con muchísimo humor negro: Si con una lágrima, una carcajada o con qué.

Como en la mayoría de sus películas anteriores, Bong Joon-Ho mezcla géneros y tonalidades en una narración en continúa mutación que no intenta sorprender, sino que lo hace por la fluidez, naturalidad e incluso sencillez y modestia con la que enlaza lo en otra vida, potencialmente inconexo. De manera orgánica, natural. De forma muy viva pero también muy suave. Como si fuera esa realidad, cruda y bella, turbadora e imprevisible que supera a cualquier ficción sin despeinarse.

Tampoco el japonés Hirokazu Koreeda se ha despeinado (ni desmelenado) con 'La verdad', una aventura francesa para la que ha contado con dos aliadas de excepción, Juliette Binoche y Catherine Deneuve. Una película muy de la casa a pesar de lograr ser a su vez, y no sin sorpresa, también genuinamente francesa. Realidad y ficción, vida y arte se dan la mano en esta agradable, ligera y convincente metaficción enroscada a sí misma en torno a esa media verdad, o media mentira que es la memoria de cualquier sujeto, siempre sujeta al punto de vista voluble y sesgado de lo bienintencionado... o de lo malpensado.

'Monos' también se mueve, con muchísima más virulencia, por descontado, por ese ángulo ciego donde no existen el bien ni el mal, tan sólo la supervivencia en toda su expresión: Física, espiritual y sobre todo mental. La tercera película del colombiano Alejandro Landes es un majestuoso y contundente cruce entre 'El señor de las moscas' y 'Apocalipsis Now'. Una obra eminentemente plástica, visceral, en dónde una imagen (nunca explícita) vale más que las mil palabras que provoca en nuestra cabeza. El horror y la belleza caminan de la mano en esta cruda y amoral epopeya que no dejará a nadie indiferente.

Continuará...

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex