Capítulo III: Estrujando
Por lo visto hay películas que son "estrujantes", como se supone que lo es 'La distancia más larga', según se puede leer por ahí. Es más, da la sensación de que en este mundo nuestro tan querido solo hay dos tipos de películas, las que son estrujantes y las que no lo son. Estos son hechos, o lo parece. Pero si el filme de Claudia Pinto es estrujante, la pregunta es... ¿y cuál no lo es?
La distancia mas larga es la que hay desde la cama a cualquier parte cuando suena el despertador antes de lo deseado, más aún si con los parpados a medio abrir te encuentras con películas tan plomizas, estáticas y morosas como esta co-producción entre Venezuela y España, digno relleno de sobremesa con el que TVE1 podría hacerle la competencia de tú a tú a Antena 3 y su 'Secreto de Puente Viejo'.
Una esforzada Carme Elías y los bellos paisajes de fondo sobreviven malamente en este a la postre aburrido filme, demasiado sujeto a un guión muy tosco al que le falta trabajo, con varias tramas paralelas que no van a ningún lado y unos diálogos muy obvios, y al que remata una serie de interpretaciones secundarias muy poco convincentes.Menos mal que para levantar el ánimo ahí estaba el multiusos Guillaume Gallienne y su 'Los chicos y Guillaume, ¡a la mesa!', adaptación de su propia obra de teatro de tintes biográficos con la que este integrante de la Comédie-Française debuta en la gran pantalla. Una comedia agridulce y mordaz, de ritmo endiablado y capaz de emocionar y hacer reír a partes iguales, con un perspicaz Guillaume que a lo el Woody Allen de sus mejores años intentará explicar su propia identidad sexual, de la que duda y le hacen dudar. Un filme distinto, fresco, enérgico, tan efectivo como satisfactorio, y tremendamente simpático ya desde su comienzo, cuando su protagonista marcha a en sus propias palabras un lugar todavía más feo que El Havre, la Línea de la Concepción, a aprender a bailar sevillanas...
Y de un prometedor debut a otro no menos prometedor debut, el de Anthony Chen y su 'Ilo Ilo', un solvente drama realista que "estruja" la esencia de cineastas como Kore-Eda, si bien convalida los instintos sensibleros de este por una soterrada mala leche muy de agradecer. Un filme corrosivo, salpicado de constantes apuntes de malsana comicidad y que sortea, con maña, los excesos de un melodrama en el que nunca incurre, sorprendiendo como una ópera prima que intenta, de manera además concisa, ir más allá de lo simplemente correcto. La falta de rotundidad en su puesta en escena, de un sencillo naturalismo fácilmente confundible, y un argumento sin demasiados recovecos en los que profundizar limitan el alcance de un filme por otro lado de visionado fácil y muy agradecido, y particularmente notable si la valoramos como ópera prima.
Turno para emociones algo más fuertes procedentes, una vez más, de Sitges, 'We Are What We Are', remake de la película mexicana 'Somos lo que hay' de 2010 que se sumerge en esa América profunda que tantos buenos frutos ha dado en el cine. El filme de Jim Mickle es una fiel reinterpretación del original, un relato crudo y muy logrado que, cocido a fuego muy lento, sabe generar inquietud abrazando un tono realista en detrimento de la sangre. El resultado no es perfecto, he aquí que la resolución se pasa un poco de rosca, pero sí satisfactorio y de un poderío indudable mientras está en pantalla, si bien este, una vez acaba la función, ahí se queda.
Y a continuación, por fin, llegaba el momento: después de estar todo el día escuchando cosas buenas y cosas malas, le llegaba el turno a un servidor de ver 'Ida', de Pawel Pawlikowski. Un filme al que se antoja necesario reposar en la cabeza un poco para tomar partido, siendo que lo más justo es, posiblemente, quedarse en un término medio. Y es que después de escuchar durante todo el día hablar a partidarios y detractores sobre ella, verla con mis propios ojos y asistir a un encuentro con el propio director, diría que Pawlikowski ha conseguido con ella una obra muy interesante a nivel intelectual pero de poco calado emocional. Una producción de ritmo templado, sosegado, cuya indudable fuerza surge más de su apuesta visual que de su historia, y en donde su particular narración en blanco y negro, apoyada en planos siempre fijos de exquisita composición en 4/3 y mucho aire sobre las cabezas de los actores, sugiere una inquietud y desasosiego que atrapa de principio a fin como no hace una historia cuya resolución, sin embargo, causa un poso de indiferencia considerable. Diría, y opino. Apreciable, sobre todo, como ejercicio de estilo.
Por último, y como colofón a una tercera jornada muy satisfactoria, nada menos que Cheatin', nueva muestra del talento en estado bruto del animador norteamericano Bill Plympton... para quien asi lo guste. Toda una brillante experiencia sensorial y netamente visceral con la que irnos a la cama con una sonrisa de oreja a oreja... repito, para quien asi lo guste, pues valorar en ocasiones expresiones artísticas tan personalísimas, claramente concebidas por instinto y no para el público entendido como masa, se antoja tan complicado que cualquier supuesta opinión "razonada y/o razonable" pasa a un segundo término. Es de Bill Plympton, y tan digna como otra cualquiera de ser de Bill Plympton. Incluso de las que más. Con eso basta (y sobra).
Continuará.
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Por Juan Pairet Iglesias
Mira, en el pasado festival de Cannes los de Les Inrockuptibles la pusieron muy bien (no sería raro que apareciera en su propio top-10): http://cannes2013.lesinrocks.com/la-guerre-des-etoiles/
Por otro lado no sigo con tanto interés como tú la cinematografía francesa, de hecho vengo a seguir con relativo entusiasmo sólo lo que se estrena en España, por lo que igual lo mío es sólo una opinión sesgada. Ya digo que así como a otros filmes les puedo reconocer valores aunque no los aprecie, a Solférino le reconozco en todo caso su buen tramo final, casualmente, cuando se olvida y deja de lado la "segunda" historia.