Vamos a ser claros. ¿Y por qué improviso esta crítica (o algo a lo que se le pueda llamar así)? Primero y más importante, porque me sale de ahí (como a Buenafuente 'El culo del mundo'). Y segundo, porque en caso contrario mi compañero Reporter, cuya opinión otras veces tomo muy en consideración, pondría de vuelta y media una película a la que me opongo firmemente que ponga de vuelta y media. Tan sencillo como eso. Por eso mismo escribo sobre esta película desde el Festival de Málaga incluso rechazando lo que creo -mi inglés es una mierda- que era una oferta sexual: por salvaguardar su honor. Y alguien que antepone dar una buena opinión al sexo es porque sea lo que sea le gusta de verdad (o tiene pareja). Claro, claro.
El pasado 18 de noviembre (de 2013) fue el día en el que conocí al tal Guillaume Gallienne, el día en el que tuvo que salir al rescate de nosotros, pobres espectadores, tras haber visto mancillado el honor de nuestros ojos con 'La distancia más larga', película de la que tras su paso por el Festival de Gijón no guardo lo que se dice un grato recuerdo (jodido niño Profident). Allí estaba Gallienne y su 'Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!' para levantarnos la moral, el ánimo y salvo la líbido lo que hiciera falta. Pero antes un poquito de historia para ponernos a tono: se trata de la adaptación de su propia obra de teatro de tintes biográficos con la que este integrante de la Comédie-Française debuta en la gran pantalla a lo Robert Rodríguez, haciendo de todo un poco. Y dicho sea de paso, porque le salía de ahí.
Y desde dónde la vi, esa Gijón a la que pienso volver, escribí que se trata de una comedia agridulce y mordaz, de ritmo endiablado y capaz de emocionar y hacer reír a partes iguales, con un perspicaz Guillaume que a lo el Woody Allen de sus mejores años intenta explicar su propia identidad sexual, de la que duda y le hacen dudar. Un filme distinto, fresco, enérgico, tan efectivo como satisfactorio, y tremendamente simpático ya desde su comienzo, cuando su protagonista marcha a en sus propias palabras un lugar todavía más feo que El Havre, la Línea de la Concepción, a aprender a bailar sevillanas... Y ahora, desde Málaga, lo mantengo. Y si me dan un par de días más, desde Madrid también me reafirmaría en lo mismo. Las veces que hagan falta. Una obra que además en sus arrebatos se siente libre y natural, espontánea.
Como ya he comentado, es algo distinto. Reconocible. Eso es lo que más destaca de este filme sobra decir que recomendable, especialmente para los que se sienten atraídos por lo particular. Por lo que es, eso es, distinto. Incluso lo es para con la cinematografía y comedia francesa, siendo toda una revelación con personalidad, aplomo y determinación. Tres valores a tener muy en cuenta para recordar un filme a la mañana siguiente. Y el hecho de que "mezcle formatos, sexos, sexualidades y GÉNEROS pareciendo que ha sido escrita por 100 personas distintas" que señalaba mi compañero Reporter forma a su vez parte de su encanto, "siendo que los aciertos acaban pesando más que lo irritante de sus desatinos". Porque no tiene por qué ser perfecto, nada lo es. Y en parte ahí está la gracia de la vida. Claro, claro.
Nota:
7
Por Juan Pairet Iglesias
En cuanto pase el postureo de la fiesta del cine allí estaremos
De hecho eso es precisamente lo que le hacen ser lo que es, un filme distinto y reconocible. En sus excentricidades está la clave, para bien o para mal.
Desde el comienzo, en La linea de la concepción, hasta el final. Con una historia que tiene un buen ritmo y que sabe no sobreexplotar cada situación/momento de la película. No le sobra ni un minuto, y eso hoy por hoy, es difícil de decir de una película.
Citando a Wancho, que a su vez cita a Repor (no sé si el bucle termina ahí), el hecho de que "mezcle formatos, sexos, sexualidades y GÉNEROS pareciendo que ha sido escrita por 100 personas distintas" la hace especial e imprescindible. Cada situación, cada escena, cada plano crea una locura de película que te lleva por un hilo que sabe controlar y que no se le va de las manos.
Como Guillaume Gallienne siga por esta senda, se va a convertir en mi director francés actual fetiche. Mi Jean Cocteau actual.
8