'Wild Rose' - Tres acordes y la verdad
Ambientada en la ciudad de Glasgow, 'Wild Rose' se centra en la historia de Rose-Lynn Harlan, una joven escocesa amante de la música country cuyo propósito en la vida es dejar todo atrás y triunfar como cantante. Tiene 23 años, y lo cierto es que además de un sueño, también tiene talento y carisma. Pero acaba de salir de la cárcel y tiene dos hijos pequeños a los que mantener...
Marion, su madre, quiere que siente la cabeza y se responsabilice de sí misma, de una vez por todas. Cuando un encuentro casual acerca a Rose-Lynn a sus sueños se enfrenta a una difícil decisión: Su familia o el estrellato. El choque entre los sueños perseguidos y la realidad que se impone supone un constante conflicto en la vida de Rose-Lynn y de aquellos que la rodean.
Así leído, el argumento de 'Wild Rose' no parece que presente nada nuevo. Es fácil suponer más o menos como se desarrollará la película, como es fácil suponer qué tipo de película es. Y en efecto, así es: 'Wild Rose' es el tipo de película que parece que es. Es más, lo es de manera harto orgullosa: No sólo es lo que parece, tampoco pierde cualquier ocasión para recordárnoslo.
Y es precisamente esta honestidad lo que hace que 'Wild Rose' merezca tanto la pena: El nervio, personalidad y orgullo con el que repasa las convenciones de un modelo argumental al que saca brillo, al que dignifica, al que rejuvenece... y al que muestra como si fuéramos aquel niño que se enfrenta por primera vez a una de esas producciones infantiles que un adulto ha visto ya mil (y una) veces.
Si algo funciona, no lo toques. Si es sencillo, no te compliques. 'Wild Rose' es la quintaesencia del pragmatismo narrativo bien entendido, aquel que no está reñido ni con la energía ni con la pasión: La energía del director Tom Harper, responsable del estupendo 'Guerra y paz' de la BBC, pero sobre todo la pasión de una Jessie Buckley convertida en una auténtica fuerza de la naturaleza.
'Wild Rose' es puro sentido común, el ABC del ideario cinematográfico: Intención, causa y efecto. Llegar a la portería contraria en tres pases y meter gol. Directa, sencilla y honesta. Es cine popular en el mejor sentido posible, aquel que funciona como un reloj. Por la simpatía, por la humanidad, por la pasión, por el respeto, por el orgullo, por la sensatez contagiosa que desprende.
Porque es "tres acordes y la verdad". Porque es lo que a veces en el mundo del cine se considera "un pequeño milagro".
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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