'No sé decir adiós' - Simplemente, dilo
La intención requiere de estilo para además de intención, tener sabor. Y sabor es lo que tiene 'No sé decir adiós', película que como su título sugiere gira en torno a las dificultades de decir... adiós. Y de paso, las dificultades de decir adiós dejando un buen sabor de boca a pesar de todo que arrope al estilo. Siempre que sea posible, como es el caso. El buen sabor (amargo) que nos deja la ópera prima del cortometrajista Lino Escalera quién, a diferencia de Esteban Crespo y su poco 'Amar', otra ópera prima con la que compartió Sección Oficial en la pasada edición del Festival de Málaga, logra armar y posteriormente cerrar un largometraje de principio a fin que encuentra en las medias tintas su asombrosa fuerza.
Un reencuentro familiar entre lo tierno y lo agrio, un guión urdido con sumo respeto que tiende hacia lo visceral y una puesta en escena contenida y austera apoyada principalmente en la labor de sus intérpretes. Con permiso de Lola Dueñas, en especial la de Nathalie Poza y Juan Diego, quiénes vendrían a ser los dos primeros en sentarse en ese banco del parque de los deseos orientado hacia la próxima ceremonia de entrega de los premios de la Academia. 'No sé decir adiós' traza su particular ruta hacia el adiós con elocuente pragmatismo, la debida naturalidad y sobre todo sin caer en la lágrima fácil, cosa nada sencilla cuando la muerte entra a formar parte importante de una ecuación cualquiera.
Un filme creíble en su sencillez, en la cotidiano de su discreción y construido desde un evidente cariño que funciona, y muy bien, sorprendentemente bien a decir verdad, a la hora de reflejar en el espectador los huecos de sus medias tintas. Al menos, de aquellos a los que a poco que sepan apreciar el reflejo, les duela llenarlos con material de su propia cosecha. La intención requiere de estilo para además de intención, tener sabor. Y sabor es lo que tiene 'No sé decir adiós', especialmente, por saber cómo contar una historia que no destaca ni por su originalidad ni por su complejidad. Saber cómo vertebrar con sencillez aquello a lo que todos nos deberemos enfrentar, esperemos, más tarde que temprano.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Lino Escalera empieza no del todo mal en el mundo del largometraje; no he visto ningún trabajo suyo anterior cuando rodaba cortometrajes, mas se nota que tiene una buena dirección para su elenco, sobre todo para Nathalie Poza (Goya como Mejor actriz principal por este papel) y Juan Diego que son, de largo, de lo mejor de la cinta. Lola Dueñas hace lo que puede con el material que le dan, aunque su talento salva los muebles.
El mayor problema, e irónicamente la mayor virtud, es que se cumple a rajatabla con el título, no engaña a nadie; los personajes están construidos de tal forma que, sin decir mucho, se nota que han pasado tiempos malos. Por la parte contraria, se toman muy a pecho el título ya que no se ve una evolución de los personajes durante todo lo que dura la producción. Empieza en un punto A y termina en el punto A, y para un filme se nota demasiado, dando una sensación de pesadez.
Por suerte, el trío protagonista ayuda a levantar esta cinta que podría haber acabado peor de contar con peores intérpretes. Con otro tratamiento del guión, podría haber estado a la misma altura de la calidad que aportan ese trío de ases con el que Escalera juega sus cartas.
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