'Alien: Covenant' - El camino al Paraíso comienza en el Infierno
Vivimos en un mundo tan odiosamente impaciente como para hacernos creer que no hay tiempo que perder cuando, la realidad, es que muchos de nosotros no hacemos sino malgastarlo con suma prepotencia. Básicamente, en poco más que en dejarlo pasar sin pena, gloria o auténtico sentido común. Una época no tan distinta a otras en la que rápidamente se ensalza/desdeña a otro con el chasquido de una rama, y en la que el mal empleo de la palabra "hype" crea divinidades de un sólo uso con los que alisar las arrugas del tiempo. Así, así, creando a menudo una distorsión de la realidad a la que dicha impaciencia sienta como una patada en los mismísimos que nunca sabemos cuando va a recibir.
Se ensalzan dioses, pero lo que caen son personas.
Y surgen nuevos dioses que reemplazan a los que ya no son tan dignos aunque los méritos y deméritos de unos y otros sigan igual de vigentes. Ya no es una cuestión sobre qué es bueno o malo, sino sobre lo que quieras y decidas creer según el olorcillo que entra por tu ventana... de buena mañana, válgame un Dios como otro cualquiera. Mayor sensación de libertad para enmascarar una mayor incapacidad de pensamiento reducido, a lo imprescindible, frente a un espejo de orgullo, caspa, vergüenza y sumisión. O los 95 minutos de 'Doce hombres sin piedad' reducidos a un vídeo de YouTube de no más de 5, vistos entre paradas y sin saltarse la debida publicidad que todo lo fagocita.
Dentro de todo esto, 'Alien: Covenant' representa la belleza de la imperfección en su versión más accesible (y accidentada). De la pieza que siempre sobra de cualquier mueble del IKEA. De lo que no se puede expresar en un solo tweet. De las desventajas de un mundo que se vende, y que se compra en dónde o lo eres todo o no eres nada sin darte cuenta del todo o la nada. Y el error (o no) está en llamarla 'Alien' como si fuera una secuela al uso a la que añadir palitos (de pescado congelado) detrás. Porque 'Covenant' (mejor a secas) ni es tanto una película de 'Alien', ni es tanto una película de bichos. Y el error, o no, sigue siendo comprar lo que se vende porque no es ni lo que se compra ni lo que se vende.
Y la ingenuidad del pasado es el excepticismo del futuro.
Ya vino a dejarlo claro 'Prometheus' cuando sobre los cimientos de lo que, en verdad, era un remake encubierto del primer 'Alien' se edificó algo quizá no mejor pero si distinto; sobre todo, más interesante como película (del siglo XXI) que como remake (del siglo XX) a la hora de plantear... preguntas. Ojo, ya estén o no condenadas a un final de leyenda como el que ha quedado impreso que fue, ejem, el de 'Perdidos'. Esta nueva franquicia aunque supeditada por contexto, pero sobre todo por marketing, visibilidad y algo de cara a un bicho, se vale de este falso Macguffin a medias para hablar de, vamos a decir, "otras cosas" más arrogantes que las de "follarse" a la gente en la ducha a lo "opio pa'l pueblo".
Y si me lo cuentan, me lo creo. Durante años Ridley Scott se negó a una nueva entrega de lo que nadie veía más que como una película "de un bicho", además, muy definido. Hasta que encontró en ella la excusa perfecta para volcar "otras inquietudes" sobre las que hablar cuando, me perdonen si es su caso, la muerte comienza a rondar por tu portal. Scott ha cogido los huesos de la que considera su franquicia, liberado de cualquier prejuicio o vergüenza para usarla como soporte de algo que ni busca ni pretende la condescendencia, el llamado "fan service" o el aplauso gratuito de quién con ello pone fecha de caducidad a los pre-congelados que vende en La Sirena -aunque recurra a ello como coartada-.
Si tienes que depender de lo que digan los demás, entonces, ¿para qué?
Vuelvan a ver 'Prometheus', que no deja dudas en cuanto a lo que representa y le une al 'Alien' de 1979 peeeero siendo en esencia una suerte de antítesis de la misma, de cara B. Lo mismo que el 'Episodio I' de George Lucas, y si me apuran aún mucho más, algo incomprendido en igual medida. O cuando el público se queja de que quiere algo diferente esta vez sólo para darse cuenta, o no, que cuando se lo dan en realidad no ansía sino lo mismo de siempre pero aderezado con un sombrero nuevo (y ahí está el éxito de 'La bella y la bestia'). Y por eso, porque pueden, porque les sale de ahí, porque les pica la barba, o porque mientras unos juegan al Monopoly otros hacen del mundo su Monopoly.
Con 'Covenant' Scott da en los morros a esos mismos fans que demandan conformarse con más de lo mismo, atrayéndoles para luego darles un sopapo (con la mano abierta). Como si los espantase para liberar a la incipiente franquicia de su yugo, en un memorándum que deja claro que el 'Alien' que conocimos en su momento pertenece al pasado. Y ahí debe de seguir, "en un momento" pasado. 'Covenant' es una exaltación totalmente irregular, imperfecta pero irresistible, incómoda y la vez inquietante (dentro y fuera de la pantalla) de lo que sería lo más polémico de 'Prometheus': La encarnizada lucha entre lo que se supone, la herencia, y lo que se pretende, y su espíritu fratricida.
Una violenta lucha a la que no debe sobrevivir nadie que se considere como la puta Suiza, neutral.
Imagen del auténtico prólogo de 'Covenant'
La diferencia con respecto a aquel 1979 son muchas. Ni el público, ni el mundo, ni sobre todo Scott son los mismos. Una sombra de lo que el tiempo, la historia señala que alguna vez fue. Todos en gran medida quieren recuperar aquellas maravillosas sensaciones. Aquella ingenuidad, encanto, terror, magia, sorpresa que podemos resumir en uno de los momentos más extrañamente eróticos de la historia de la humanidad, durante su clímax, al mismo tiempo que todos ellos en gran medida ponen de manifiesto su desgaste como para que esto sea imposible, con o sin CGI de por medio. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Lo qué? La historia de la humanidad: Todos a una pero cada uno a la suya.
Scott, todopoderoso a lo George Lucas en su momento, deshace y deshace con la ilusión de un abuelo plenamente consciente de que no hay futuro por el que luchar salvo este momento. Que todo lo demás ya está hecho. 'Covenant' aparenta lo mismo que 'Escuadrón suicida', un buen punto de partida al que se le ha estado metiendo mano sobre la marcha, como lo dicho, el abuelo que juega hoy, y solo hoy, con el espíritu kamikaze de todo nieto. El resultado, un ser deforme, extraño, que deambula de forma brusca y abrupta entre lo uno y lo otro, de manera sumamente intrigante, imprevisible, irresistible, inconclusa, superficial sobre ese constante descalabro en el que por supuesto, nunca cae.
No hay mejor forma de conseguir el éxito que mirando al fracaso a los ojos.
Al final pasa lo que pasa (y mejor no contarlo, o se perdería la esencia). Pero ahí está el morbo, la tensión, el qué va a ser de mí de recorrer ese camino azuzado por las dudas, los WTF, los problemas mentales... y demás que cruza un bosque tan frondoso. 'Covenant' es una obra esquizofrénica dentro del paradigma del cine comercial. Una producción violenta en sí misma, que prefiere que sean los fans los que le besen el culo. Que ante la sombra inamovible que la acecha, ha decidido (aposta o sin querer) que la imperfección es lo mejor para incomodar al débil. Tocar un poco los cojones, vaya, para convertirla en algo tan indigno de su creación como para poder ser verdaderamente libre.
Y a partir de ahí, o para qué... quien sabe salvo que, muy acertadamente recordar aquello de que "el camino al Paraíso comienza en el Infierno".
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Spoiler
Un 6.
Un matiz sobre el artículo: Lo que escribió Jon Spaihts fue un REMAKE de 'Alien'. Precisamente lo que hizo Damon Lindelof, a petición de Ridley Scott, fue re-escribirlo poco antes del comienzo de la producción para que no fuera un remake de 'Alien'. Es al menos lo que yo saco en claro viendo el making of de 'Prometheus'.