¿Otra película más ambientada en la II Guerra Mundial que trata sobre "aquello" de los nazis y los judíos? Pues sí, ese vendría a ser el resumen de 'La casa de la esperanza' una vez vista, y no antes. Da igual cuantas veces se pueda contar una variación de una misma historia que vista desde fuera, desde la distancia no deja de ser una historia a la que si se le da el debido meneo no tiene por qué haber problema, ni tiene por qué haber cansancio.

Cuando se le da el debido meneo... porque una historia no se basta por sí misma, necesita que alguien la cuente. Cuando se le da el debido meneo que no se le da a esta versión alternativa de 'La lista de Schindler' tan encorsetada como un telefilme (de lujo) y a la que le falta el debido nervio, alma y coraje para convertir una historia, su historia, en el reflejo de la realidad que fue y no en un eco de otra, de otras muchas películas como otras tantas.

Peor aún, 'La casa de la esperanza' es lo suficientemente fallida como para que además de pesarle un fuerte aroma a déjá vu, le pese lo mismo que a Susanne Bier cuando se desmadra como si no hubiera un mañana: La duda, la maldita duda de no saber si reír o llorar en según que momentos que no deberían de suscitar ninguna duda. Algo que ni su principal activo, una Jessica Chastain en eterno estado resplandeciente, puede compensar del todo.

Otra película "más", en todos los sentidos. Eso es lo que nos queda de esta bienintencionada (y edulcorada) producción que avanza dando tumbos sin acertar a dar volumen, a rellenar el vacío de un drama que sólo funciona en momentos puntuales: Aquellos que hablan por sí mismos. Una eterna batalla entre lo que se cuenta y el cómo se cuenta en la que acaba perdiendo un espectador que, como aquel que dice, se queda con las ganas.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex