'El pasajero' es el típico thriller mil veces visto cuyo interesante planteamiento, repleto de posibilidades en apariencia y con ecos a Alfred Hitchcock, que así escrito siempre suena bien, se diluye conforme va avanzando hasta que termina por hundirse, por completo, en un último tercio que se precipita hacia la vergüenza ajena de un Albert Pyun cualquiera.

Sus pretensiones como entretenimiento ligero de serie B chocan, además de con unos efectos digitales de chiste, pero de chiste en el mal sentido, con la rutina y la pereza de un desarrollo argumental predecible y con claro aroma a déjà vu a poco que haya visto un par de películas de este estilo y sepa ponerle nombre a la caras... que para algo están, está claro.

Es más, resulta incluso irritante la pésima gestión de sus recursos, la infrautilización del espacio (a lo largo de su clímax) así como la sensación de cierto sudapollismo condescendiente y perdonavidas. Como si un entretenimiento ligero no estuviera obligado a nada, salvo a existir empalmando un fotograma con otro como la versión pobre de 'Non Stop'.

Pero un Liam Neeson como versión premium de Nicolas Cage ya no es suficiente. Como tampoco lo son los ocasionales juegos visuales de Jaume Collet-Serra, un recordatorio de que 'El pasajero' es un artificio en el peor de los sentidos: El de la farsa sin oficio ni beneficio. Hueca. Desganada. Y aburrida en su estéril empeño por no ser eso mismo, aburrida.

Y es que eso es 'El pasajero', una farsa digna de un VHS gastado de un Albert Pyun que nunca tuvo la suerte de tener tan buen publicista. Una idea prometedora que ha muerto, o que ha descarrillado, jo jo jo, en su salto de la sinopsis a la realidad, negada en la sumisión a la peor versión del cine comercial de sobremesa: La del corre, que yo te aviso.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex