90 millas son el equivalente aproximado a 145 kilómetros. La distancia caminada es igual, más o menos, a 3 maratones. Duro; durísimo, en realidad, pero factible. Esta misma distancia, a nado, se convierte en una angustiosísima odisea. En un reto
sólo al alcance de los más dotados, los más locos o, cómo no, los más desesperados. 90 millas son, precisamente, las que separan Cuba de Miami. Son la barrera que separa la realidad más desastrosa de la promesa del más dulce de los sueños que, caprichos del destino, puede convertirse en la más amarga de las pesadillas. 90 millas son también las que no abandonan la mente de Raúl y Elio, dos jóvenes cubanos que desde hace tiempo saben (cada uno por sus propios motivos) que en su país natal no hay espacio para ellos, y que tal vez (y sólo tal vez) en otra parte sí lo haya.
La promesa responde al nombre de Miami, y el camino para llegar a ella es tan atrayente como aterrador. El mar (salvación y a la vez más que posible fuente de la perdición) cuyas olas golpean la costa de la Habana incesantemente y con estruendosa fuerza, adquiere desde los primeros fotogramas el status de espejo y metáfora perfecta en manos de la debutante Lucy Mulloy, cineasta claramente enamorada tanto de Cuba como de su gente, pero conocedora, al mismo tiempo, de su realidad más triste.
Como las olas y como las mareas, que van i vienen, el encanto que desprende el retrato de la vida a pie de calle (en el que destaca el uso de una atractiva paleta de colores vivos) se convierte, sin previo aviso, pero de forma lógicamente previsible, en el horror de
un cotidiano asfixiante; terminalmente enfermo.
Sin importar la dirección en la que apunte la cámara, ésta va a ser siempre testigo de una belleza que se cae literalmente a trozos, que invita a quedarse pero también a poner pies en polvorosa. A partes iguales.
'Una noche' hace gala de un sentido de la simetría tan perfecto que se acerca a lo obsesivo (presente incluso en el trazo de su triángulo protagonista). Su directora y guionista sabe que su producto acabará rápidamente catalogado en el cajón del conocido como
cine social, es decir, aquel que tiene en el compromiso (con los dramas humanos normalmente más olvidados, se entiende) su principal y, en demasiadas ocasiones, único objetivo. No obstante, gran parte de sus esfuerzos se centran en no darse por satisfecha con dicha clasificación o, si las fuerzas y el talento lo permiten, intentar ensanchar las fronteras de dicha categoría.
Todos los frentes abiertos en 'Una noche' remiten, de forma más o menos directa, a las crisis cubanas internas que, con el tiempo, se han hecho más visibles / reconocibles desde la -privilegiada pero traicionera- perspectiva exterior. El limitadísimo acceso a los bienes de primera necesidad, la imposibilidad de encontrar alternativas (al menos de forma legal) dentro o más allá de las propias fronteras, los estigmas / tabús sociales vinculados a temas como la homosexualidad... Existe, por lo tanto, una
omnipresente voluntad de documentar desde la primera línea de fuego; de dar voz a aquellos que se supone que no la tienen. Sabiendo todo esto y teniendo en cuenta los manuales que suelen regir la denuncia cinematográfica, es de agradecer que Mulloy haga que ésta última salga de la boca de los personajes, y no de un off que tarde o temprano se reivindica en estos casos como la obviedad que es.
Así pues, 'Una noche' se caracteriza por saber ofrecer más argumentos, aparte de una(s) temática(s) ya de por sí muy potente(s). La apuesta estética, así como la firme creencia en un
cine pasional, sudoroso y jadeante capaz de transmitir en el espectador las sensaciones y golpes de efecto típicos de otros géneros a priori opuestos al que manda aquí, configuran un producto fácilmente estimable, no sólo por el valor -necesario- de su contenido, sino también por la manera en que éste se ha empaquetado. Tomando ventaja incluso de sus cojeras (véase la condición obviamente amateur de sus actores protagonistas, o los atajos que muy a menudo se toman para atar todos los cabos de la historia), Lucy Mulloy consigue impregnar de
autenticidad todas las etapas de su dramático periplo, firmando así un muy
prometedor debut que demuestra, entre otras cosas, que las distancias no son siempre cuestión de kilómetros o millas.
Nota:
6 / 10
por Víctor Esquirol Molinas