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'Crónicas diplomáticas. Quai d'Orsay': Legitimidad, unidad, eficacia

Vía El Séptimo Arte por 03 de abril de 2014

Alexandre Taillard de Vorms es un hombre con brío que gusta a las mujeres y que, casualmente, es el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, el país de las luces. Pasea su melena plateada y su cuerpo atlético desde la tribuna de Naciones Unidas en Nueva York hasta el polvorín de Ubanga, siempre aferrado a su libro de citas de Heráclito con las que justifica cualquiera de sus decisiones. Interpela a los poderosos e invoca a los espíritus más magnánimos para que vuelva la paz, calmando a los que quieren apretar el gatillo y cuidando su aura de futuro Premio Nobel de la paz cósmica. Alexandre Taillard de Vorms es una mente poderosa que se apoya en la santísima trinidad de los conceptos diplomáticos: legitimidad, unidad, eficacia.

Alexandre Taillard de Vorms ataca a los estadounidenses neoconservadores, a los rusos corruptos y a los chinos codiciosos. El mundo no se merece la grandeza de espíritu de Francia, pero aun así, parece que el país le queda pequeño. En un momento dado el Ministerio de Asuntos Exteriores contrata al joven Arthur Vlaminck como encargado del “lenguaje”. En otras palabras, redactará los discursos del ministro. Pero a Arthur le queda aprender a hacerse con la susceptibilidad y el entorno de la presidencia, abrirse camino entre el director del Gabinete y los consejeros, en un ambiente donde reina el estrés, la ambición y las puñaladas traperas… Atisba el destino del mundo, pero le amenaza la inercia de los tecnócratas.

Y así es como se resume de forma oficial el argumento de 'Crónicas diplomáticas. Quai d'Orsay', nuevo trabajo del veterano y siempre solvente realizador francés Bertrand Tavernier que, para la ocasión, por más que su apariencia sugiera antes una base teatral, se ha valido de una novela gráfica de Christophe Blain y Abel Lanzac, que no todo son superhéroes. Trepidante, ácida y sobre tan divertida como francesa sin por ello dejar de ser perfectamente accesible, estamos ante una muy apreciable sátira de trazo grueso sobre la alta política francesa, sobre los entresijos que se cuecen en algunas grandes (y no tan grandes) decisiones que rodean a un ministro y su corte de asesores, analistas, perritos falderos e incansables escritores de octavillas.

'Crónicas diplomáticas. Quai d'Orsay' se vale principalmente del diálogo, pero también de un tono claramente paródico donde todo está sujeto a la caricatura y de la presencia, arrolladora cual torbellino, de Thierry Lhermitte y Niels Arestrup. Tan absurda como para ser de verdad, creíble, tangible, pero tan inteligente en el retrato de un grupo de niños, en la práctica, suponemos, jugando a ser el rey del patio. Una producción de apariencia sencilla que sencillamente arrolla durante sus cerca de dos horas de duración, y que en la misma línea que la no menos recomendable 'In the Loop' despliega un juego ante el que aunque superficial y frívolo, no queda más remedio que esgrimir una sonrisa perpetua de complicidad.

Sencillamente, que la política no hay que tomársela en serio.

Nota: 7.0

por Juan Pairet Iglesias

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