'Redirected': RocknResacón en Lituania
Definitivamente, lo de la caída del Telón de Acero fue una jodienda seria. Con lo fácil que era partir el mundo en dos y, a partir de ahí, poner a cada elemento con potencial discordante en uno u otro bando. Más simple, imposible. Pero no, tuvo que irse todo al traste. Tuvo que colapsarse la Unión Soviética, y con ella la visión de un mundo que, de repente, quería recordarnos lo complejo que realmente era. Sin alejarnos demasiado en el mapa, ahí donde antes había un gran bloque, ahora habbía una horda de nuevas (?) naciones que podían empezar a reivindicar, ahora sí, su minúscula singularidad. Pongamos, por ejemplo, que hablamos de la orgullosa Lituania, la cual se independizó formalmente en 1918... sólo para pasar otra vez, dos años después, a manos de los rusos (siempre ellos)... para emanciparse de nuevo (ahora de los soviéticos) siete décadas después. ¿Lo ven? Un lío. Pongamos que hablamos, en definitiva, y para no andarnos con excesivos rodeos, del mito de la Europa del Este.
Suena bien y, de hecho, ahí reside el auténtico (por no decir único) propósito de tanto sinsentido. De lo que se trata aquí es de encajar palabras hasta que éstas den con un slogan pegadizo. Que mole, vaya. Como lo haría, por ejemplo, también, "Érase una vez en Europa del Este". Si lo que viene a continuación de este anuncio es una historia que no sabe ponerse a la altura de las expectativas (levantadas por dicho título, of course), será seguramente por lo mal que calibra el espectador. Entonces, ¿a qué hemos venido? A prestar un poco de atención al póster promocional de la película y (espera, ¿ése no es Vinnie Jones?) a disfrutar de otra película británica de mafiosos y matones de poca monta... porque sí, ése es, efectivamente, Vinnie Jones. Mal jugador de fútbol; peor actor, y a pesar de todo esto inquilino destacado en aquel rincón de nuestro corazoncito que menos obedece a la razón (imagínense). Solo que, cuidado, la peli no es tan brit como quiere aparentar. De hecho, la dedicatoria pre-créditos de apertura ya hace que sospechemos, con mucho fundamento, sobre la nacionalidad del producto. Luce por todo lo alto el nombre de Vytautas Šapranauskas, que si San Google no miente (Dios, qué cretinos somos) fue una auténtica celebrity en... correcto, la orgullosísima Lituania. Y con este breve pero sentido "In memoriam", terminan los argumentos con los que la cinematografía de tan pequeño país va a reivindicarse como una manera única de acercarse al lío ése al que adjudicamos el título de "séptimo arte". Al final, resultará que el fin del muro del Berlín no cambió tanto las cosas. De acuerdo, quizás en el tablero mundial ahora habrá más sitio para alguna que otra potencia... pero por lo que respecta a los demás, parece que el juego se reduce al arte del rebufo-sin-adelantamiento. En otras palabras, se reduce todo a ver bajo qué sombra se cobijan qué microbios (y no se me ofendan, por favor). Para su nuevo largometraje, Emilis Velyvis ha optado claramente por occidente, ese descampado de miseria moral y degeneraciones varias donde mandan los thrillers videocliperos de gangsters y las comedias de golfos biológicamente incapaces de reconstruir la farra que se marcaron la noche anterior. Es decir, y sin entrar en demasiados detalles, en el caso que ahora nos ocupa, unos criminales de tres al cuarto le dan el palo a otro energúmeno (a Vinnie Jones, sí, peligro). Acto seguido emprenden la fuga de rigor: Un avión que les llevará directo a la soleada Malaysia. Pero, ojo, que las cenizas del volcán islandés aquel de nombre impronunciable se interponen en su camino y les obligan a hacer una parada técnica en... bingo, Lituania. Ya puestos, y como las mujeres eslavas siguen estando mitificadísimas, deciden aprovechar el desvío para correrse un fiestón que, evidentemente, nadie de ellos recordará a la mañana siguiente. Y claro, a partir de ahí, a sufrir. O si se prefiere, a sumirse en un juego referencial de doble filo. Y es que 'Redirected' está mucho más cerca de la triste copia (del cine de abanderados, para bien o para mal, en sus respectivos géneros, como Guy Ritchie o Todd Phillips) que del alegre homenaje. La falta de personalidad es tan obvia que hasta parece buscada. Desde la partición de la narración en capítulos hasta la selección de la track list que compondrá la banda sonora, pasando por cualquier puñetazo o palabra malsonante, la película es un déjà vu excesivamente gritón, que se apoya principalmente en un gamberrismo sin demasiada mesura o, peor, conocimiento de lo que realmente es gracioso. La mezcla consigue sobrevivir, eso sí, gracias a un ritmo contagioso que, al menos, deja pocos momentos para que el espectador se plantee qué demonios pretende sacrificando tantas neuronas delante de la pantalla. Por esto y por ese tratamiento cómico de la violencia (en todas sus facetas) que huele más a rancio que a cualquier otra cosa, pero que a pesar de ello (o precisamente debido a esto) sigue sobreviviendo en aquel compartimento del cerebro que se activa cuando el cuerpo exige una buena ración de fast food. Porque un poco de basurilla nunca está de más. Y qué coño, porque Vinnie Jones (cuya falta de fair play en el terreno de juego sólo es equiparable a sus aptitudes dramáticas frente las cámaras) es cojonudo. Nota: 5 / 10por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol