El material de base con el cual empieza a construirse un proyecto es de una importancia vital. La comparación con la solidez de los pilares que posteriormente van a aguantar el peso de la casa es tan tópica como acertada. Si la materia con la que se empieza a trabajar es buena calidad, esto ya garantiza que el trabajo tendrá muchas probabilidades de concluirse con éxito. Sin embargo, sucede especialmente en el mundo del arte que si el punto de partida consiste en asociarse con una materia prima de valor más que contrastado, brota sin previo aviso un efecto negativo que puede repercutir en el resultado final. Hablamos, cómo no, de uno de los conceptos que más miedo infunde en la actualidad: la responsabilidad.
Pongamos por ejemplo una vía de negocio que hoy en día también está muy de moda: la adaptación de cómics. Concretando más, cuando Zack Snyder tuvo la osadía -solo así se puede definir- de adaptar 'Watchmen', la obra magna de Alan Moore, sabía que estaba jugando con fuego. No solamente por la complejidad de una trama que había hecho que dicho proyecto hubiera pasado a lo largo de los años entre innumerables productoras, sino también porque sabía que poniendo sus manos sobre dicha novela gráfica, jugaba con la sensibilidad de millones de fans en todo el mundo, que no dudarían en saltarle a la yugular al menor indicio de que la historia que habían encumbrado a los altares estaba siendo mancillada.
La experiencia como documentalista (la faceta en la que ha mostrado lo mejor de sí) de Kevin Macdonald demuestra que éste es un cineasta que no le teme a la presión implícita en tratar temáticas que exigen aquel complicadísimo equilibrio entre la seriedad, el rigor, el respeto... y por qué no decirlo, un ligero toque de entretenimiento siempre exigible en una sala de cine. Buena cuenta de ello dan sus primeros trabajos en el ambiguo territorio de la quizás mal llamada no-ficción, en los que revivía el drama de las olimpiadas de Munich ('Un día en Septiembre') o el del nazismo post-Segunda Guerra Mundial ('My Enemy’s Enemy'), siendo ambos dos notables ejemplos de cómo debería compensarse la divulgación y el valor informativo con la captación del interés del espectador.
Para su nuevo trabajo, Kevin Macdonald se inspira en una auténtica leyenda de la música, Bob Marley. Después de algunas rescatables aventuras en diversos géneros ('El último rey de Escocia', 'La sombra del poder', 'La legión del águila', incluso la sorprendente 'Life in a Day', youtubero colage en el que su trabajo casi de montador simboliza una vez más el respeto del director para con el material de base) vuelve al documental que tan buena y merecida fama le dio al principio de su carrera. 'Marley' es precisamente un documental modélico. Esto es, una exposición brillante, de casi dos horas y media (que a efectos prácticos parece que sean muchas menos) que condensan 36 intensísimos años de vida de un artista irrepetible.
En dicha exposición se permite la entrada de impulsos mitómanos, que no obstante no empañan la humanización de una celebridad de la que se muestran tanto sus luces como sus sombras. A través de entrevistas con personas cercanas al dios Marley (amigos, familiares, socios y otros personajes, a cada cual más pintoresco) y de la ineludible recopilación de Greatest Hits (cuya lista es obviamente inacabable), Macdonald firma una película tierna, divertida y hasta emotiva, de innegable interés tanto para los poco familiarizados como para los más entendidos en una materia que, dígase ya, sabe estar a la altura del material con el que trabaja, dejándolo respirar y permitiendo que nos hable directamente. Un documental de obligado visionado no solo para los fans del reggae, sino de la música en general. Porque en Jamaica, Estados Unidos, Zimbabwe, Japón, Reino Unido... el clamor es unánime. Al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta un buen documental bien hecho? ¿Y a quién diablos no le gusta Bob Marley?
Nota:
7 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas