Después de la muerte del Papa, el Cónclave se reunió para elegir a su sucesor. Son necesarios varios votos antes de que se eleve el humo blanco. ¡Al fin se eligió a un cardenal! Pero los fieles que se han congregado en la Plaza de San Pedro esperan en vano la aparición en el balcón del nuevo pontífice. Este último no parece estar preparado para soportar el peso de tal responsabilidad. ¿Es angustia? ¿Depresión? ¿Miedo a no estar a la altura? El mundo entero pronto será presa de la inquietud, mientras que en el Vaticano, se buscan soluciones para superar la crisis...
Lleva largo tiempo desaparecido en combate el cine italiano. La que antaño fuera una cinematografía de referencia; una de las más importantes del mundo entero, parece haber caído en un sueño profundo y demasiado prolongado. Más que esto, es como si alguien la hubiera secuestrado y la hubiera enterrado bajo una montaña de caspa calenturienta. No hace falta mencionar los nombres y apellidos de los culpables, porque a estas alturas ya son conocidos por todo el mundo, de modo que solo hay que recordar que el poder está en el pueblo, y que de él depende que estos indeseables y su horda de secuaces dejen de perpetuar a la industria un daño que se antoja cada vez más irreparable.
¿Y cómo puede darse el milagro? Fácil, no solamente creyendo en los pocos disidentes que forman a día de hoy una más que esperanzadora excepción a la regla, sino también aguardando pacientemente el día de las elecciones (municipales, regionales, estatales... todo vale) para luego depositar en la urna nuestro voto, así como las esperanzas en que de alguna manera todo cambie. La cuestión es que, ya sea por motivos concernientes a la prensa rosa (de esto en el país transalpino saben demasiado), o bien por propósitos más elevados, hay que fomentar esa sana costumbre que es votar. Que el pueblo decida; que los mandatarios se maten los unos a los otros para conseguir el amor de los electores.
Cosas de la democracia (que es algo más que una excusa para invadir países de Oriente Medio, no lo olvidemos), y cosas de las mentes pensantes detrás del calendario de la cartelera, que parecen haberse puesto de acuerdo para que la temática de las elecciones aparezca en cierto modo en nuestras salas a pocas semanas de la celebración de los comicios en nuestro país. Ahí está para dejar buena cuenta de ello lo nuevo de una de las excepciones antes mencionadas, que empieza con una de las elecciones que más importancia siguen teniendo hoy en día... unas que, para verificar que todo ha ido según lo planificado, deben terminar siempre al grito de 'Habemus Papam'. Con esta célebre frase vuelve a la carga cinco años después de su último trabajo en solitario, el director, guionista y actor italiano Nanni Moretti.
El último trabajo del autor de 'La habitación del hijo' arranca con la muerte del Papa, lo cual, como todos sabemos, hace que la maquinaria del Vaticano se ponga en plena marcha. Toca llamar a ciento ocho cardenales repartidos por el planeta... y toca encerrarlos en una sala, evitando cualquier contacto con el mundo exterior, hasta que salga elegido el nuevo máximo representante de la Iglesia católica. Una responsabilidad abrumadora, plasmada en una algo obvia pero deliciosa escena en la que se oye alto claro el pensamiento unánime de todo candidato: "Dios mío, Dios mío... ¡que no me toque a mí!". Llámese modestia, llámese miedo al éxito... llámese síntoma de la mediocridad de unos tiempos marcados, entre otras muchas cosas, por la alarmante falta de líderes natos.
Pero por mucho que los asustadizos papables se esfuercen en agachar la cabeza, tarde o temprano acaba saliendo un elegido. Fumata blanca y... habemus problema. Porque sí, como indicaban los pronósticos, entre los muchos ocupantes del palacio papal, a priori nadie tiene lo que hay que tener para desempeñar el cargo de Sumo Pontífice. Sin remontarnos demasiado en el tiempo, si en la multipremadia 'El discurso del rey' le temblaba la voz a Jorge VI, aquí a Su -ficticia- Santidad le sucede lo mismo, pero con las piernas, las manos... y los nervios, y todo lo que se necesite para dirigirse a los miles de fieles que aguardan pacientemente en la Plaza de San Pedro, las palabras de su nuevo líder espiritual. Pero no hay manera. Siguiendo con la comparación... si en el filme de Tom Hooper el logopeda Lionel Logue acudía al rescate, aquí el salvador es un psicoanalista encarnado, cómo no, por el propio Moretti. El espectáculo está servido.
Lo mínimo que cabe esperar, y más teniendo en cuenta que lo primero que se le transmite al sufridísimo experto en las psiques atormentadas, es que tenga siempre bien claro que los postulados del Dr. Sigmund Freud son totalmente incompatibles con la concepción del alma. Una advertencia, antesala del derroche humorístico que está por llegar y que tiene su cumbre en una desternillante sesión entre médico y paciente en la que la intimidad, requisito imprescindible en todo tratamiento de estas características, es destruida (en una muy acertada metáfora de la transformación que acaba de conocer el protagonista, al pasar de ser una persona corriente, a algo similar a un actor de teatro, por ejemplo) por una legión de hombres de Dios, siempre atentos a las intervenciones de ambas partes, por si se tuviera que censurar cualquier declaración.
Moretti apunta muy alto; hacia la omnipotente Iglesia, y lo hace con precisión, mostrando una vez más que es un maestro del equilibrio entre comedia y drama. La lástima es que no sepa concretar la jugada, quedándose en la anécdota, antes que en lo que prometía ser una interesantísima reflexión del hermetismo de la Iglesia. La deseable acidez de diluye en graciosos partidos de voley y escapaditas varias del Vaticano. Dicho de otra manera, 'Habemus Papam' no es todo lo hiriente que cabría esperar, pero es simpática, lo cual es un arma de probada eficacia para ganarse el cariño del público. Un logro insuficiente para unos, y satisfactorio para muchos otros. Ya lo tienen las votaciones, que evidencian que nunca llueve a gusto de todos.
Nota:
6 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas
voto: 7
saludos a tod@s
Spoiler
Lo mejor:
-algun dialogo y situación dentro del Vaticano (partida de cartas, discusiones con el psicoanalista...)
-la atmosfera parece muy conseguida
Lo peor:
-Lo dicho arriba, una gran idea no llevada a buen término.
-Se quedan casi todos los personajes más o menos importantes "colgando" (que pasa con el psicoanalista? y su exmujer? y el camarlengo? y el cardenal aleman? y...?)
5/10
La comparación con El discurso del rey no la veo por ningún lado, primero por decir lo de que un día vio El Discurso del Rey y decidió hacer esta película cuando son casi simultaneas y aunque es cierto que arrancan por el mismo sendero, dos personas que tienen que ocupar un cargo importante de forma inesperada y sin estar preparados, pero luego van por caminos diferentes, la de Hooper es una historia de superación personal, el motivo por el que el rey no puede dar su discurso no es simplemente por no estar preparado, es por miedo a una tara personal que deberá superar, mientras que aquí el papa necesita encontrarse a si mismo, no cree que merezca tal responsabilidad y por eso debe realizar ese viaje que le lleva de nuevo a conocer la vida. Aparte de eso luego en la forma no tienen nada que ver.
Y que no haya una critica a la iglesia en realidad lo veo como un defecto, no como una virtud. Porque toda la película me da esa sensacion de "la puntita nada más". Mete y no mete. Todo muy superficial, muy liviano, sin profundizar ni desarrollar ni preocuparse por cerrar los hilos abiertos.
Que conste que a ratos la he disfrutado, pero cada vez que me reía con un buen chiste o situacion, me quedaba como pidiendo "Va, dale, ánimo, sigue por ese camino...". Y se jodía otra vez.
Es un 5 puesto con mucha rabia por lo que pudo ser y no fue, la verdad. Como lo que decía de castigar a un niño muy dotado para los estudios que te viene a casa con un aprobadillo por haber sido vago.
Como dices, sí, eso es similar, pero ese es solo sobre lo que se empieza a construir, luego son totalmente distintas y no veo por que el hecho de que no haya crítica tiene que ser algo malo, no hay crítica por que no hay necesidad para la historia que quiere contar, en realidad todos los parrocos que salen son buena gente, pero es que no busca en ningun momento criticar.