En un futuro no demasiado lejano, una plaga incontenible ha llevado a un nuevo orden mundial. Se trata de una nueva especie que ha subyugado a toda la humanidad. Ahora son los vampiros los que tienen el poder absoluto. Bajo la promesa de la eterna juventud se esconde no obstante una dependencia absoluta hacia la sangre de una raza humana que cada vez es más escasa. Ante esta crisis de materias primeras que amenaza con poner fin a la hegemonía de los colmillos afilados, un científico intenta encontrar un sustituto sintético que pueda paliar la crisis alimentaria de los suyos, al mismo tiempo que uno de los últimos reductos de humanos está a punto de desvelar sus planes para dejar de ser la captura del día.
Los vampiros siguen estando de moda. Más de un siglo ha transcurrido desde que el irlandés Bram Stoker popularizara un mito que con todo lo que llevamos de tiempo, ha cautivado a incontables generaciones. Cabría interpretar este éxito imperecedero en base a unos esquemas que otorgan a los autores la libertad suficiente para indagar en diversos temas de calado más o menos universal, y normalmente de notable interés según la época en la que nos encontremos. El manidísimo enfrentamiento entre el bien y el mal, la ambición de la inmortalidad y la eterna juventud fruto del miedo a la muerte, la atracción con tintes eróticos hacia lo malvado... incluso la flamante y odiosa inculcación subliminal del “amo a Laura”. Todo cabe entre estos colmillos dispuestos a darse un atracón de hemoglobina... y dinero.
Bajo esta reconfortante mezcla de libertad artística y complicidad con el público, no han sido pocas las cinematografías que han puesto sus ojos en esta temática con tal de aportarle una visión renovadora, o simplemente sacar tajada a su costa. Muy reciente es todavía el recuerdo de películas tan exóticas a nuestros ojos como destacables, como la sueca ‘Déjame entrar’ o la coreana ‘Thirst’. Ahora es el turno de Australia... desde las antípodas también se pide el turno de palabra. Y lo hacen los hermanos Spierig, dos cineastas que con su segundo largometraje confirman que conciben buenas ideas, pero también que acostumbran a perderse por el camino. Ya les sucedió esto en su debut, ‘Los no muertos’, infumable (aunque también con algún que otro ataque de genialidad, lo cual por proximidad geográfica y gamberrismo les situaba no demasiado lejos del primer Peter Jackson) combinación de zombis y extraterrestres... y algo parecido ocurre con ‘Daybreakers’.
El punto de partida del filme es prometedor (que ya sea dicho, no es la primera vez que una asociación fraternal nos presenta a la humanidad como puro ganado... recuerdan a los Wachowski?), abre un mar de posibilidades, y de paso deja latente que en el cine fantástico, los muertos vivientes no tienen el monopolio en eso de mandar recaditos concerniendo temas socio-políticos. En esta ocasión se nos presenta un panorama que pone los pelos de punta no sólo por su dramatismo, sino también por sus varios puntos de intersección con nuestro mundo. ¿O es que acaso la escasez de sangre humana no es un reflejo de las crisis energéticas que amenazan con poner fin a nuestro acomodado nivel de vida? ¿Acaso el grupo de malvadillos oligarcas con Sam Neil al frente no es una clara insinuación de que actualmente el sector privado está por encima de cualquier gobierno? Este tipo de discurso es el que lleva pregonando por ejemplo George A. Romero desde hace mucho tiempo.
Pero Michael y Peter Spierig no son Romero, lo cual es motivo de alegría y desazón al mismo tiempo. Alegría por la frescura que obviamente cada vez más le cuesta encontrar al septuagenario realizador neoyorquino, y pena por la alarmante irregularidad de la pareja australiana. Así, a los estimulantes conceptos antes expuestos se suma el intento de introducir nuevas variables en el universo vampiresco, así como algunos momentos memorables que muestran ingenio y un singular sentido del humor (buenos son los ejemplos del prólogo o el de la persecución de coches en la que el conductor chupa-sangre debe hacer malabares entre mantener su coche en ruta y evitar ser chamuscado por los rayos de luz solar que se van filtrando en su vehículo).
Las buenas intenciones no obstante quedan diluidas por los constantes lloriqueos del personaje de Ethan Hawke y la poca solidez y fluidez que imprimen esos alocados hermanos a su producto. Pasados los primeros compases, el resto parece ir a la deriva, convirtiéndose ‘Daybreakers’ en un encadenado bastante inconexo de secuencias, algunas de ellas bastante lúcidas, otras directamente ridículas (en este aspecto, la película padece una aguda crisis de identidad, al no saber definirse ni como una propuesta sofisticada ni de serie B). A ello le sumamos la casi obligatoria culminación en un baño de sangre y disparos, y se acaba confirmando que los Spierig han manufacturado una cinta que a pesar de no saber materializar del todo bien sus planes iniciales (por entregarse al final en demasía a los convencionalismos dictados por el nuevo Hollywood), en cambio sí será del agrado de los más incondicionales del (sub)género.
Nota:
5,2 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas
6/10
Si la película tiene cosas buenas: la historia es en cierta medida original, los efectos especiales destacan bastante, un buen reparto de actores. Pero todo eso desaparece por lo ridícula que es la película en todo momento y sobre todo aburrida, hacia tiempo que no deseaba tanto el final de la película (bueno me equivoco con "Millenium 3" también me paso). Nada mas se puede decir que no sea no recomendarla para nada.
Mi nota es de 5.
A mi me gustó, es entretenida... me parece muy original la forma que tiene de retratar una sociedad vampírica "civilizada", bastante realista. También me moló el detalle de los coches con protección "diurna" y esas cosicas. Tampoco es la madre de las pelis vampíricas, pero vamos, yo creo que merece la pena verla.
Ethan Hawke me encanta, y Willem Dafoe como siempre, también.
Spoiler
Nota: 6'5/10