En el cine, como en la vida, hay que marcar diferencias si se quiere destacar. No basta con hacer las cosas lo suficientemente bien. Por el camino se quedarán títulos como por ejemplo 'Lady Macbeth', 'Playground' o 'I am not Madame Bovary', todas ellas apreciables en igual medida que a la larga olvidables por pura inercia. Así, sin más. La memoria es limitada y a pesar de sus evidentes bondades, que las tres las tienen, carecen de "ese gancho de izquierdas" que las hagan emerger por encima, tanto de sí mismas como de la media, y sellen sus intenciones en nuestras cabezas más allá de una anotación en un papel, de un final impactante o de darnos a conocer a la prometedora Florence Pugh. Eso es algo especialmente notorio cuando uno consume más de cuatro o cinco películas al día, cuando en una semana uno ha llegado a meterse en vena cincuenta o más películas. A ver quién tiene el mal gusto de acordarse de todas...

Ese valor diferencial necesario para trascender y destacar entre tanta morralla enviada tan a menudo camino del matadero (es lo que tiene), si se lo encontramos a 'My Life as a Courgette', adorable cinta de animación ante la que resulta casi imposible no rendirse. El enternecedor espíritu de la Mary del 'Mary and Max' de Adam Elliot, obra maestra de la animación reciente que continúa inédita en España de manera incomprensible (y vergonzosa), sobrevuela sobre la historia de Calabacín (y sus amigos). A pesar de su sencillez, y a pesar de una exigua duración de apenas 60 minutos demasiado justos, se trata de una obra honesta y franca que sabe conjugar la ingenuidad de un protagonista de nueve años con el encanto de la animación stop motion y un trasfondo muy adulto, el cual a diferencia de 'La fiesta de las salchichas' no se fundamenta en el amor hacia la grosería por la grosería, sino en ese corazón que palpita debajo de una buena historia narrada con mimo.

Ganas suponemos que también le pone Nacho Vigalondo a su 'Colossal', aunque como también viene siendo costumbre el director y guionista español vuelve a firmar otro título fallido de esos que, por un exceso de amor propio, tanto terminan por irritar. Como ya sucedía con 'Open Windows', a uno le da rabia que la valentía de Vigalondo para con las sinopsis no se transforme en algo más que en opio para los devotos de su cada vez más abandonada iglesia. Se agradece la premisa, siempre, pero no basta con la premisa. 'Colossal' pierde la gracia que nunca tiene desde el principio, y con un desarrollo bastante poco inspirado que no salvaría ni el hermano de Phil Miller con ayuda del propio Phil. El salto al otro lado del charco le resta la poca personalidad que le quedaba con un producto tan rancio como los filmados por ahí por Paco Cabezas, en lo que parece otro caso de emigrante que prefiere trabajar de camarero en cualquier establecimiento de comida rápida a intentar abrir su propio bar.

Continuará...

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex