La edición número 67 de lo que llaman el Festival de San Sebastián ha comenzado. Y diga lo que diga la versión oficial, lo ha hecho con la proyección de 'Seberg', título que no puedo evitar, me recuerda a 'Enemigos: Ecks contra Sever'...

En realidad los resultados de una y otra no son muy distintos: En ambas aparecen nombres de importancia que no se saben muy bien que pintan por ahí. De Jack O'Connell nos lo podemos esperar, que lo suyo parece una promesa incumplida. Pero también digan lo que digan, de Kristen Stewart no tanto. Súmale nombres como los de Vince Vaughn, Stephen Root, Zazie Beetz, Margaret Qualley, Anthony Mackie o Colm Meaney, que aunque la mona se viste de seda, pues eso, que mona se queda hable francés con fluidez, o no.

'Seberg' es el típico "telefilme" que se dedica a repasar una serie de eventos sin arañar, ni lo más mínimo la superficie de la historia que cuenta de una manera sosa e impersonal. Va y viene, abandonada a la suerte de una narración que a su vez, abandona a su suerte a cualesquiera que pudiera ser su historia. Que diferencia respecto al 'Retrato de una mujer en llamas' de Céline Sciamma, película que tanto se esfuerza en contar lo que quiere contar de la manera en la que lo quiere contar. Esto es, cine que además de aparentarlo, también quiere ser cine.

Su distribuidora española, Karma Films, la describe como "una emotiva y delicada exposición de una historia". Una descripción con la que estoy de acuerdo en un 50%: Es delicada, pero no emotiva. O dicho de otra manera, es una obra intelectualmente elegante pero bajo mi punto de vista, emocionalmente fría. La apuesta de Sciamma es decidida, consecuente y lo dicho, formalmente muy digna. Pero también tan inmaculada y delicada en sus formas que apenas si deja margen para que aflore una pasión un tanto encorsetada.

Pasión es la que le sobra a 'Los miserables' según Ladj Ly, una película a la que no se le puede acusar de tener "sangre de horchata" como a mí cuando jugaba al fútbol sala, precisamente. El guionista y director debutante le imprime nervio a un relato que funciona bastante bien durante su primera hora, hora y pico de metraje. Más o menos, durante el rato que se limita a exponer; más o menos, durante el rato que deja a sus personajes en una libertad vigilada que a menudo se confunde con un tenso e impredecible libre albedrío.

Como debutante que es, podemos achacarle a Ly una falta de experiencia en momentos puntuales que no serían un problema de no serlo sus últimos 15 ó 20 minutos. Cuando se despierta la bestia. Es ahí cuando el cineasta ANSIOSO por contar algo dinamita una película que acaba pareciendo el piloto de una serie de televisión. Cuando el libre albedrío sucumbe a la imposición de un narrador que literalmente, ahoga a sus personajes al convertirse en "la voz más alta" de la habitación. Cuando la vida real se convierte en una simple ficción.

Continuará...

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex