Buscador

Twitter Facebook RSS

Entre Hollywood y el resto del mundo

Vía El Séptimo Arte por 10 de febrero de 2012
"The whole city is a cinema". En inglés, para que el mensaje llegue a más personas. Este slogan, imprimido en letras gigantescas, es lo primero que pueden leer, justo al salir del aeropuerto de Tegel, los que llegan a Berlín en estas fechas. "Toda la ciudad es un cine", sería la traducción literal, mostrándose así al mundo entero que del 9 al 19 de febrero, la capital de Alemania está completamente volcada con el séptimo arte. Una actitud así de enérgica requiere la Berlinale, uno de los mejores festivales cinematográficos del mundo, que en su 62ª edición debe reafirmarse ante unos "enemigos" cada vez más poderosos (Cannes y Venecia siguen con ganas de acapararlo todo) con lo que mejor sabe hacer: empapar al personal de buen cine. Innovador, controvertido, exótico, provocador... no importan las etiquetas mientras se note que, en la semana larga que está por llegar, todos los focos del gran circo del cine se concentren aquí.

Para ello, nada mejor que fichajes estrella, y para empezar, nada mejor que un Jurado de altura. En este sentido, la elección del gran Mike Leigh como su Presidente es de entrada un incentivo para mirar con interés qué nos tiene programado para la ocasión el equipo comandado por Dieter Kosslick. En la rueda de prensa de apertura del certamen, el propio Leigh ha hablado de un mundo cinematográficamente bi-polarizado, en el que la industria al completo puede dividirse entre Hollywood y "el resto del mundo". Sobra decir que el segundo grupo es el que interesa no solo a Leigh, que con todo merecimiento se ha autoprocalamado como uno de sus más fervientes abanderados, sino al propio festival, que no lo olvidemos, debería servir principalmente como plataforma de lanzamiento de todos aquellos sabores fílmicos que, por razones casi siempre mercantiles, suelen escaparse del paladar de los cinéfilos.

Por todo esto sorprende que el nombre más importante de la primera jornada haya sido Angelina Jolie. Han oído bien, una de las vedettes del Hollywood contemporáneo se ha plantado en medio del frío berlinés para presentar su debut como directora, 'En tierra de sangre y miel', filme que confirma la urgencia de un estudio a fondo sobre la relación idílica entre la hija de John Voight y la prensa especializada extranjera. Sucesos extraños se dan en las soleadas colinas de California, ya lo constató Ricky Gervais hace un año remarcando la por lo menos sospechosa presencia de 'The Tourist' en los Globos de Oro. Hace unas semanas, con el bozal puesto, no osó repetir tamaña desconsideración... pero ya podría haberlo hecho, por lo menos servidor la hubiera aplaudido.

El caso es que, inexplicablemente, el primer trabajo tras las cámaras de la Jolie ha cuajado en los altos círculos al otro lado del charco. Más inexplicable es que haya conseguido colarse en un festival como el de Berlín, que acogiéndolo, no ha hecho más que ensuciar un poco su nombre... y no tardar nada en cosechar el primer abucheo de esta 62ª edición. Siguiendo el caso de -por ejemplo- Clint Eastwood en 'Cartas desde Iwo Jima', la ahora directora y guionista renuncia a su idioma nativo y se pasa a las lenguas eslavas para sumergirnos en el horror que vivió Bosnia a partir de 1992, en su último gran conflicto armado. La historia se centra en el amor imposible entre un soldado serbio y una pintora bosnia, condenado por la locura mostrada en ambos bandos.

La guerra es una mierda, y por si fuera poco, salpica y corrompe a todo el que la sufre, por muy bueno de corazón que sea. Mensaje obvio pero no por ello falso que es la única conclusión que puede extraerse de un relato de más de dos cansinas horas, en las que Jolie demuestra que no sabe manejar los diversos frentes que se empeña en abrir, mostrándose mucho más incompetente a la hora de explicar las razones de todo lo que está pasando. Y no, no hablamos del sinsentido de la guerra. Tras una avalancha de barbaridades lanzadas descarada y burdamente con propósitos más sentimentales que documentales, y que de ninguna manera pueden ayudar a los valores de los que hace bandera el filme, queda la certeza de que Jolie no es Eastwood, y de que la lengua no importa, pues eso sigue siendo Hollywood en su vertiente más mala, tramposa... e incluso inmoral.

Tras la desastrosa experiencia con el cine americano, tocaba refugiarse en la otra punta del mundo, en una cinematografía quizás más potente que la norteamericana, pero sin duda mucho más desconocida, al menos para nosotros. Hablamos, cómo no, de la hiperproductiva Bollywood, cuyas criaturas no podrían visionarse ni en dos vidas enteras. De los cientos de miles de hijos que ha concebido este año, uno en el que tiene más esperanzas depositadas es 'DON - The King is Back', secuela de 'DON', dirigida también por Farhan Akhtar. Para los no enterados (entre los que me incluyo), es la segunda entrega de las aventuras de Don, un hortera misógino que resulta ser el temible rey de los bajos fondos de India, y que en esta ocasión luchará contra la Interpol y la mafia europea del narcotráfico. Toma ya.

Los ingredientes para el coctel son fácilmente reconocibles. Hay un poco de 'Misión Imposible', un poco de la franquicia James Bond, un poco de 'Ocean's 11', un poco de cine artes marciales... y mucha, mucha caspa. Después de dos minutos largos de agradecimientos varios a sponsors y demás inversores, arrancan casi dos horas y media de trepidante metraje en las que no pasa una escena sin que haya habido por lo menos algún puñetazo, disparo, explosión, marca de neumático en el asfalto... o incluso algún número musical marca de la casa. El problema -o no- es que todo es un tremendo disparate, y claro, a la media hora el asunto ya cansa. El resto es solo apto para ver con la compañía de los amigotes y un buen pack de cervezas. A falta de ello, no queda más remedio que echarse unas risas con los pocos valientes que no abandonan la sala. Es el llamado efecto "cheesy", que produce la carcajada ante la poca calidad de lo mostrado. Esta producción técnicamente occidentalizada con espíritu sofisticadamente exploitation, es una buena muestra de ello.

Tras los fiascos de Hollywood y Bollywood, tocaba depositar esperanzas en la Sección Oficial, que al fin y al cabo determinará quién se va a llevar este año el preciado Oso de Oro. El primer candidato a dicho galardón es el francés Benoît Jacquot, que -éste sí- forma parte del "resto del mundo" leighiano (a su inclasificable 'Villa Amalia' nos remitimos). Ahora, con 'Les adieux à la reine' (algo así como "las despedidas a la reina") adopta un posado más clásico, aunque no en exceso, como bien demuestra el -discreto- uso en ciertos momentos del zoom y de la cámara al hombro. Se trata aquí de retratar por enésima vez la Revolución Francesa, pero no desde la óptica de los revolucionarios, sino del bando opuesto. Estamos pues en la inconfundible opulencia de Versailles.

Allí se da una especie de triángulo lésbico no-declarado (por no-declarable a efectos prácticos) entre una sirvienta, una duquesa y la mismísima Maria Antonieta. Oh la la. Pero que no se agolpen los más morbosos, dicha relación sentimental a tres bandas es solo el combustible que utiliza Jacquot para vagar por los pasillos de aquella maravillosa jaula de oro, suerte de burbuja a priori impenetrable en la que la mente humana podía desvincularse de cosas tan tontas como la realidad, convirtiéndose el sujeto en lo que son los personajes de esta cinta: fantasmas de lo que fue. Es de lamentar que el cineasta parisino se dé excesiva prisa en terminar su historia, pero a parte de esto, se agradece la mirada introspectiva y plenamente accesible de aquellos convulsos días en aquel -en el fondo- trastocado palacio, testigo excepcional del fin de una era. Reto mayúsculo era pues caminar por este escenario, pero Jacquot, sale indemne, incluso reforzado.

Por último, las Secciones Panorama (uno de los buques insignia del certamen) y Forum (cuyas películas son auténticos melones por abrir) nos esperaban con los brazos abiertos. Sigamos viajando pues por "el resto del mundo". Más concretamente entre Turquía y Austria, puente intercultural en el que una familia de fuerte tradición islámica va sentando sus pilares. El director Umut Dag nos sorprende con 'Kuma', ambicioso drama familiar sobre los daños colaterales de formar un hogar; heridas que se tapan con un pañuelo, o que se dejan cicatrizar lentamente detrás de una puerta. A pesar de estar maltratado por unos saltos temporales que le hacen más mal que bien, el relato se nutre de unas actuaciones sólidas, y da certeras pinceladas sobre las relaciones familiares encorsetadas en unas viejas tradiciones que a la larga todo lo destruyen. No llega a emocionar, pero cautiva por su complejidad y elaboración de sus tesis.

Mientras, Forum ha dado sus primeros pasos con 'Negotiating Love', facilmente olvidable pero disfrutable juego entre realidad y ficción, que nos pone en el supuesto de una consulta que intenta enderezar relaciones amorosas descarriadas. A ella acuden tres parejas a punto de la ruptura total... drama para algunos, comedia para la mayoría, sobre todo por el tratamiento de la problemática ofrecida por el director Calle Overweg, a medio camino entre la teatralidad (estéticamente no estamos demasiado lejos de la trilogía americana a día de hoy inacabada de Lars von Trier) y lo arriesgado y sesudo de otras propuestas como la televisiva 'En terapia'. En realidad, ni una ni la otra, pero sí se cogen elementos suficientes de todas partes para que el conjunto no decepcione, o si se prefiere, para que sea original; para que sea digno de este "resto del mundo" que teóricamente nos espera en Berlín.

Mañana, más.

Por Víctor Esquirol Molinas

Click aquí para más información
< Anterior
Siguiente >