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'En tierra de sangre y miel': En tierra de nadie

Vía El Séptimo Arte por 01 de marzo de 2012

Con la Guerra de Bosnia, que destrozó la región de los Balcanes en la década de los 90, como telón de fondo, En tierra de sangre y miel cuenta la historia de Danijel y Ajla. Danijel, agente de policía serbo-bosnio, y Ajla, artista bosnia musulmana, están juntos antes de que estalle la guerra, pero su relación cambia cuando el país se sume en la violencia. Meses después, Ajla y Danijel vuelven a verse las caras cuando tropas a las órdenes de Danijel se la llevan del apartamento que comparte con su hermana. Al adueñarse el conflicto de sus vidas, su relación cambia, sus motivos y el vínculo que los une se vuelven ambiguos y sus lealtades se vuelven inciertas.

La primera conclusión que aborda la mente del cinéfilo inquieto que venga de ver 'En tierra de sangre y miel', es que es de una urgencia casi vital la elaboración de un estudio a fondo sobre la relación idílica entre la hija de John Voight y la prensa especializada extranjera. No es para menos, ya que sucesos extraños llevan repitiéndose en los últimos tiempos en las soleadas colinas de California. Ya lo constató el irreverente Ricky Gervais hace más de un año remarcando la por lo menos sospechosa presencia de 'The Tourist' en los Globos de Oro. Por muy floja que fura la selección (y lo fue), ¿cómo pudo colarse aquella cinta entre las supuestas mejores comedias del año 2010? Como pasa con el caso de -hablando de presuntas vedettes- el Oscar a Sandra Bullock, no hay respuesta a dicho misterio.

Hace unas semanas, con el bozal puesto, Gervais no osó repetir tamaña desconsideración... pero ya podría haberlo hecho, por lo menos servidor la hubiera aplaudido. El caso es que, inexplicablemente, el primer trabajo tras las cámaras de la Jolie cuajó en los altos círculos al otro lado del charco. Más inexplicable fue que consiguiera colarse en un festival como el de Berlín, que acogiéndolo, no hizo más que ensuciar un poco su nombre... y no tardar nada (ni una jornada) en cosechar el primer abucheo de su 62ª edición. Siguiendo el caso de -por ejemplo- Clint Eastwood en 'Cartas desde Iwo Jima', la ahora directora y guionista renuncia a su idioma nativo y se pasa a las lenguas eslavas para sumergirnos en el horror que vivió Bosnia a partir de 1992, en su último gran conflicto armado.

La historia se centra en el amor imposible entre un soldado serbio y una pintora bosnia, condenados ambos por la locura mostrada en todos los bandos. La guerra es una mierda, y por si fuera poco, salpica y corrompe a todo el que la sufre, por muy puro de corazón que sea. Mensaje obvio, pero no por ello incierto, que resulta ser la única moraleja que puede extraerse de un relato de más de dos cansinas horas, en las que Jolie demuestra que no sabe manejar los diversos frentes que se empeña en abrir, mostrándose mucho más incompetente a la hora de explicar las razones de todo lo que está pasando. En este último síntoma es donde se encuentra la verdadera obturación que impide disparar adecuadamente al rifle.

Y es que la relación sentimental entre los protagonistas, sobre la que pivota la historia, no tarda en encerrarse en un bunker de aburrimiento y sobre todo, sinsentido. Y no, no hablamos de la locura de la guerra. Tras una avalancha de barbaridades lanzadas descarada y burdamente con propósitos más sentimentales que documentales (lo cual ya es un pecado de difícil perdón), y que de ninguna manera pueden ayudar a los valores de los que hace bandera el filme, queda la certeza de que, más allá de la iniciativa de meterse en territorio comanche, Jolie no es el Eastwood de 'Cartas desde Iwo Jima'. Ni siquiera es el Eastwood errático de títulos como 'Invictus' o 'Más allá de la vida'. Más quisiera.

No lo es básicamente porque no da señales de saber qué material tiene entre manos. Lo que todavía queda más claro es que no sabe cómo usarlo. Queda dolorosamente latente después de que la directora se regodee con una colección de atrocidades que no responden a ningún objetivo concreto, más allá de torturar -infructuosamente- al espectador. Ni falta hace decir que no dejan vislumbrar ni un atisbo de la nobleza y buena intención que dice perseguir. Ésta es la actitud con la que uno se imagina a la Jolie mientras se cruza con su criatura. Se la imagina persiguiendo desesperadamente un rigor que nunca encuentra, estancándose al final en tierra de nadie, y perdón por hacer mención indirecta a la magistral película de Danis Tanovic, alguien que sí sabía de lo que hablaba.

Angelina, por el contrario, no tiene ni idea. Lo ve Emir Kusturica (legendaria su reacción tras digerir 'En tierra de sangre y miel') y lo ve cualquiera con dos dedos de frente. Pero esto no importa, pues hay quien quizás piensa que por adoptar a críos del tercer mundo se obtiene el derecho a sermonear al personal sobre los grandes dramas humanos. Pues va a ser que no. En la rueda de prensa de presentación de la Berlinale, el Presidente del Jurado Mike Leigh hizo unas declaraciones de las que se deducía que en aquel certamen se le cerraba la puerta al cine hollywoodiense. Mentira podrida. Porque la lengua no importa. No importa el idioma que se hable; mucho menos los litros de sangre y miel con los que se bañe el producto, pues esto era, es y será Hollywood en su vertiente más mala, tramposa... e incluso inmoral.

Nota: 3 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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