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El protagonismo huye de la Sección Oficial

Vía Festival de Berlín por 17 de febrero de 2011
Una jornada después, todo sigue igual en Berlín... sólo que con un poco más agotamiento acumulado. El caso es que ayer se vieron las dos cintas que con toda seguridad van a acaparar buena parte de los premios importantes de esta 61ª edición de la Berlinale (la iraní 'Nader y Simin: Una separación', de Asghar Farhadi y la húngara 'A Torinói ló (The Turin Horse)', brillante indagación nietzschiana firmada por el veneradísimo director húngaro Béla Tarr), y por lo visto, dichos pronósticos no han cambiado ni pizca. Quizás será porque hoy la Sección Oficial a Competición ha despertado más bien poco interés.

Tanto 'Un mundo misterioso', del argentino Rodrigo Moreno como 'Bizim Büyük Çaresizligimiz (Our Grand Despair)', del turco Seyfi Teoman no han parecido levantar el más mínimo interés entre el respetable, que ha despedido ambas sesiones con una total indiferencia (la peor reacción imaginable). Será por el escaso jugo que se saca de las respectivas historias, será por su más que peculiar sentido del humor... pero los dos filmes han dado la sensación de funcionar solo a medio gas, y esto, en una gran cita como Berlín, debería ser por lo menos inadmisible.

Quizás por esto el público ha decidido acudir en masa a otras secciones, que quedan muy lejos de los grandes premios. En una de ellas había un valor seguro, 'El discurso del rey', de la que obviamente a estas alturas sobran las presentaciones. En estas fechas, todo apoyo que pueda obtenerse de cada a los preciados Oscar es poco, y al tartamudo rey Jorge VI le ha parecido buena idea dejarse ver por Berlín, donde efectivamente se ha dado el enésimo baño de masas. Una excelente noticia, que no sólo ha ayudado a sacarse un poco el sabor amargo de la Sección Oficial, sino que también ha servido a la cinta de Tom Hooper como enésimo empujoncito de cara a la inminente noche más mágica del cine.

Por último, es de justicia destacar también otra de las pequeñas sorpresas que nos ha legado hoy la Berlinale. Con el herzogiano título de 'My Best Enemy' se ha presentado una de estas palabras obligatorias en esta cita. Si en España tarde o temprano terminamos hablando de la Guerra Civil, en Alemania hacen lo propio con la Segunda Guerra Mundial. Ambos temas de indudable interés y de obligado revisionado, pero que a la larga, admitámoslo, acaban cansando. Acudía pues el público con cierto desánimo a ver esta película austríaca ambientada en el que seguramente sea el período más oscuro de la humanidad. Pero resulta que -sorpresa- la historia concebida por Wolfgang Murnberger está dotada de un aire vodevilesco que -sorpresa de nuevo-, ha cuajado entre los asistentes a la proyección. Frivolité más que bienvenida para hacer olvidar las penas de la Sección Oficial a Competición.

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