'Sonic 3: La película' - Con doble de Carrey
Al grano: si te gustó la primera, y también te gustó la segunda, no hay razón para pensar que no te vaya a gustar la tercera. Más de lo mismo, con más o menos los mismos resultados. 'Sonic 3: La película' es la secuela que cabe esperar que sea dadas las circunstancias. Una película muy resultona para un público que busca poco más que eso, pero que tampoco se conforma con nada menos que eso. Una película muy resultona.
Y 'Sonic 3: La película' lo es tanto como lo fueron las dos anteriores grosso modo, por más que obviamente siga sin ser lo que tampoco pretende ni quiere ni tan siquiera necesita ser: una gran película. Una autoimposición plenamente consciente que utiliza a su/nuestro favor. En vez de avergonzarse de lo que es como otras adaptaciones de videojuegos, lo abraza con alegría y determinación. Con cariño y relajación. Para vosotros, jugadores.
Con ese buen rollo del que sabe que no se trata más que de una película, y de un videojuego. De pasar un buen rato distraído en base a un concepto claro y simple: darle espacio a Sonic para que corra a gusto y a Jim Carrey para que se deje llevar. Con la pragmática y honesta sencillez de los juegos de los 90, siendo que hablamos como hablamos de una tercera entrega que, a grandes rasgos, es un poquito "aún más" que las dos anteriores.
Las adiciones de Shadow, Maria y Gerald Robotnick no suponen un gran salto, por más que le añadan un puntito emocional que puede que no tuvieran las dos anteriores. Puede. Tal vez. Es posible. Como también puede, tal vez, sea posible que las relaciones humanas no sean lo más relevante de la película, como bien demuestra la anecdótica presencia de Krysten Ritter. No deja de ser lo que es; no deja de ser una somanta palos CGI, y a correr.
Y 'Sonic 3: La película' acepta y asume de nuevo como propias las carencias y virtudes de la franquicia, y las potencia sin mayor pretensión que la de ofrecer otro pasatiempo juguetón, con doble de Carrey y a los puntos un poquito más resultón, por alevosía y premeditación, y a la vez igual de emocionante como de desechable. Como sin ir más lejos lo que (parece) suponer echarse una partidita siendo adulto, disfrutar de perder el tiempo.
Aunque sin malgastarlo ni mal invertirlo.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex