'Parthenope' - è bellissima
Tengo la sensación de que salgo de ver todas las películas de Paolo Sorrentino pensando más o menos lo mismo; supongo que no es casualidad, supongo que por algo es Paolo Sorrentino. Que ya durasen una hora más, o ya durasen una hora menos me quedaría más o menos igual. Lo mismo que suele ocurrir con otros cineastas como Terrence Malick que, con alma de artistas conceptuales, a base de insistir se vuelven un poco plastas... se vuelven un poco peñazos.
No es menos cierto que ya durasen una hora más, o ya durasen una hora menos seguiría embelesado por su altamente refinada, distinguida y atractiva forma de rodar; o en el caso de 'Parthenope', también, por la hipnótica belleza y encanto de la debutante Celeste Dalla Porta, en la que promete ser una revelación a la altura de por ejemplo la de Adèle Exarchopoulos con 'La vida de Adèle'. En la que es -entre otras cosas- la enésima oda a la belleza femenina de Sorrentino.
Pero, sobre todo, 'Parthenope' es una carta de amor a Nápoles, al querido Nápoles de Sorrentino visto a través de los ojos de la mencionada Celeste Dalla Porta, una joven cuya radiante sensualidad e interés por la antropología deja a todo el mundo... fascinado. No es para menos, aunque la propia película sí sea para menos. Porque a base de insistir Sorrentino se vuelve un poco plasta, se vuelve un poco peñazo. Ya sea con una hora más o una hora menos...
... como parece quedó probado con la versión íntegra de 'Silvio (y los otros)'.
Sorrentino insiste en sus habituales obsesiones, siendo que tras la elegante solemnidad de 'Parthenope' no hay nada que se sienta realmente nuevo, fresco o relevante salvo la luminosidad y magnetismo de Celeste Dalla Porta. La actriz ilumina y llena con su presencia una película demasiado pagada de sí misma, envenenada por su propio ego. Su ensimismamiento por la carne, la belleza, la juventud y la retórica visual no le dejan ver a Sorrentino el bosque.
El bosque, léase, contar una historia. Ir más allá de una colección críptica de instantáneas, tan apabullantes por sí mismas como a menudo estériles y de frágil trascendencia. Y es que Sorrentino es antes un creador de imágenes y momentos que un narrador o un cuentacuentos. Alguien que suele mostrar (o insinuar) de todo a través de sus poderosas imágenes, guardeses de unas obras por lo general intermitentes fundamentadas en la divagación y lo derivativo.
Y 'Parthenope' no es la excepción, si acaso tal vez el ejemplo más acusado de una cineasta atrapado, enclaustrado dentro de su propio cine. Como el citado Terrence Malick o Wes Anderson, cineastas extremadamente plásticos a los que a veces, a menudo o de vez en cuando les cuesta hilar una narrativa. Sacar provecho de sus respectivos dones para la composición cinematográfica. De usar su poder para además de hacer cine, contar, ya puestos, una historia.
Porque nadie puede dudar que 'Parthenope' es cine, de una pureza y esplendor además aún más incuestionables. Lo que vienen siendo las pelis de Sorrentino, un cineasta que se dedica a explotar y a exprimir sus obsesiones como tantos otros. El concepto y las intenciones están claras, y la imagen y Celeste Dalla Porta son "bellissimas". Pero eso es tan evidente y queda dicho tan pronto, que la ausencia de una auténtico armazón argumental resulta aún más notable.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex