'Slow Horses' (T2) - Leones muertos
"Hay producciones que lo tienen todo para triunfar. Y que triunfan. Producciones que parece que sólo pueden salir bien porque hacen que todo parezca tan, tan, tan sencillo que lo verdaderamente difícil sería cagarla de alguna manera".
Así comenzaba mi crítica a la primera temporada de 'Slow Horses', un sólido y adictivo relato de espías británico con tintes de comedia negra que se asienta y engrandece con una segunda temporada tan redonda y satisfactoria como la primera. Como también se asienta y engrandece la figura de Jackson Lamb, de nuevo interpretado magistralmente por un Gary Oldman que disfruta tanto de su personaje como tanto disfruta su personaje de comer 'noodles'.
Una producción de virtud intachable a todos los niveles que bajo un modelo de conducta clásico parece no brillar porque, al igual que cuando vemos un puzzle ya terminado, todo parece estar y encajar en su sitio con naturalidad. De forma orgánica. Lógica. Coherente. Porque lo difícil hubiera sido cagarla, una impresión que da buena cuenta del nervio de una serie cuya segunda temporada confirma que estos "caballos lentos" saben a qué juegan y cómo se juega.
Una serie que encaja en el mismo patrón espiritual de tensión narrativa sin ambages de series como 'Vigil: Conspiración nuclear', que tan bien se le da a los británicos y que tan bien ha sabido replicar 'La unidad' en sus dos temporadas. Seis episodios repletos de giros que se tornan por inercia e instinto en trepidantes; que nos cogen por las pelotas para no soltarnos hasta el final; que saben a poco y nos dejan con ganas de más, aunque duren lo justo y adecuado.
Lo que funciona, funciona. Y si la primera temporada de 'Slow Horses' funcionaba a la perfección, esta segunda igual. Ni más ni menos que más de lo mismo: un sobrio relato de intriga terrenal con espías de la vieja escuela bien planteado, desarrollado y ejecutado en el que nadie está por estar y todo tiene una razón para estar. Lo que se dice una serie hecha y sobre todo bien hecha marcada por ese caballero de la triste figura al que Gary Oldman ha convertido en leyenda.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex