Así a lo tonto y aunque pueda no parecerlo, Mario Casas tiene ya 37 años, la mitad de ellos dedicados a ganarse la vida con la actuación. Sabe lo que se hace y tiene experiencia en el medio, como demuestra con su primera película como guionista y director, esta resultona 'Mi soledad tiene alas' que funciona dentro de sus términos relativamente humildes como película de barrio (que no obstante huele a Leroy Merlín).

Dicho sea de manera no necesariamente negativa.

Lo importante es que aunque en su tercio final está a punto de que se le vaya, 'Mi soledad tiene alas' funciona dentro del terreno en el que se mueve de manera voluntaria y muy decidida. Tiene claro de dónde sale y a dónde quiere llegar, y es innegable la rectitud de la propuesta en virtud de una apuesta que tira millas de manera sencilla y directa, y sin más distracciones que las necesarias para llegar del punto A al B.

Una propuesta que, es curioso, funciona mejor cuando se aleja de lo que parece ser que cuando es lo que parecía ser. En este sentido, acaba prometiendo más de lo que termina dando, si bien, también, acaba dando más o menos lo que prometía en un principio. Lo que reduce el impacto de su sólida corrección, más no por ello deja de ser una apreciable ópera prima que asegura sus inquietudes sin correr riesgos.

Necesarios o innecesarios, ya es otra historia.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex