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'La virgen roja' - La madre que la parió

Vía El Séptimo Arte por 27 de septiembre de 2024
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La última (y la mejor) película de Paula Órtiz es la crónica de una muerte y tragedia anunciadas. Desde el principio sabemos que va a acabar mal... y no lo digo porque el PSOE gane las elecciones... que también. Porque gane quien gane, todos perdemos. Porque como dice la Aurora de Najwa Nimri con desdén y desprecio, "son políticos". Como lo es la propia 'La virgen roja', si bien de una forma constructiva que rara vez se puede ver en nuestro cine. Porque, grosso modo, no hay mayores fascistas que los de izquierdas ni mayores comunistas que los de derechas. Como si lo fuera. Porque lo digo yo.

Al fin y al cabo todo se resume en poder, autoridad, dinero... y ante todo tener razón. Sobre todo tener razón. Aunque no se tenga ni idea de lo que se está hablando. Cuando se está afiliado a una causa, a muerte con la causa. Aunque haya que preguntarse cada día cuál es esa causa que decimos defender y por la que muy menudo ni nos molestamos en levantarnos del sofá. "Son políticos". También son personas; bueno, hombres. También se supone que son libres e idiotas. Y por supuesto, llegado el momento se abandonan a los más bajos instintos... que es a todo lo que tiene que renunciar Hildegart.

"El proyecto Hildegart" como la llama cariñosamente su madre, la Aurora de una imponente Najwa Nimri. La voz de la razón, la que todo lo sabe. La única persona que nunca se equivoca y siempre tiene la verdad de su parte. Alguien como el Terence Fletcher de 'Whiplash', que vive dedicada a encontrar la grandeza en los demás con una petulancia y vanidad insultantes en aquella vieja España de poco antes de la Guerra Civil. De eso hace casi 100 años, y si bien hemos progresado, evolucionado o cambiado en muchas cosas hay en algo en qué no: seguimos queriendo tener razón siempre. SIEMPRE.

'La virgen roja' es la crónica de una muerte y tragedia anunciadas. De una joven que nunca llegó a conocer, a vivir y a disfrutar del mundo que se suponía que estaba destinada a cambiar. Y de una mujer y un país empeñados en tener razón aunque eso les cueste todo. También es una película impecable en todos los aspectos y sentidos que se hace fuerte en la rabia y la impotencia, en la frustrante inefabilidad de una tragedia insondable; en ese "la vida podría ser maravillosa si no fuera por el hombre y la muy puta que le parió".

Aunque aquí, en todo un ejercicio de honesto feminismo, sea una mujer y no un hombre la que nos jode el día. Que tanto monta como monta tanto. Todos somos personas que vemos el mundo a través de nuestros ojos. Y 'La virgen roja', más allá de lo que queramos ver a través de nuestra diminuta existencia vital, es una firme pero delicada crónica sobre cómo querer tener razón siempre, siempre imponer tu verdad y no escuchar a los demás está abocado a la tragedia. Y así, entre líneas, tal vez a una Guerra Civil. Tal vez.

Porque 'La virgen roja' es pero no es una película política. Eso está ahí, siempre presente pero también, siempre de fondo. Es y no es, porque en realidad es una sencilla y no tan sencilla historia de una madre y una hija. De una madre que quiere lo mejor para su hija, y de una hija que lo quiere es ser libre. De dos personas obligadas a quererse pero condenadas a no entenderse. Una tragedia que Paula Ortiz y su equipo, con las excelsas Najwa Nimri y Alba Planas a la cabeza, reafirman y proyectan con una exquisita, sobría y estilizada solvencia que deriva en una película tan incómoda como estimulante.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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