'Kong: La isla Calavera' - Aquí huele a mono
De 'Kong: La isla Calavera' se desprende la misma sensación que de muchos de los actuales blockbusters. Bueno, la misma no... pero sí muy parecida: La de estar viendo una película que ya has visto. Y no necesariamente mejor, dado que ha llegado un momento en el que estamos tan acostumbrados a los efectos digitales, y sobre todo a su abuso indiscriminado, que estos ya sólo nos sorprenden, por lo general, cuando ignoramos que lo son... como en 'Mad Max: Furia en la carretera', película en apariencia muy física en la que a la hora de la verdad apenas si hay un plano sin un trucaje digital.
No es el caso propiamente dicho, pero como si lo fuera y alguien como Kong ya no sorprende tanto, un "Rey" al que uno reconoce casi como si fuera de la familia ya (y no precisamente de la Real). No lo hace ni él ni tampoco 'Kong: La isla Calavera', cinta que básicamente viene a ser lo que cabe esperar que sea... lo que la dota de una sensación agridulce de divertida resignación que va y viene. Una sensación que además acompaña a muchos títulos como este, auténticos monstruos ingobernables de 200 millones obligados, forzados, condenados, corrompidos a ser en una palabra, EVENTOS.
'Kong: La isla Calavera' no supera ni a las expectativas ni a su promoción... tampoco a los medios con los que cuenta, suerte de dopaje que han convertido una serie B de lujo en un relato de aventuras tirando a barato. En ese "monstruo ingobernable" que avanza dando tumbos entre distintos intereses que lo alejan del ABC de la narrativa cinematográfica más básica: Primero se hace la película, y después se vende el producto. En ese "monstruo" de Frankenstein que más que una película es una suma de momentos muy propicios para montar un tráiler, eso sí, cojonudo.
'Kong: La isla Calavera' no supera ni a las expectativas ni a su promoción... aunque tampoco queda por debajo de estas, he aquí el dilema moral de tan agridulce sabor. Por más que pueda ser vista como un despilfarro de medios que, como película, se descompone a medida que avanza por la senda de lo habitual, lo cierto es que por el camino Jordan Vogt-Roberts logra algunas imágenes e instantes tan potentes que la existencia de estos, ya sean vistos dentro o fuera de un contexto que no importa demasiado, alimentan nuestra circulación sanguínea como para que nunca nos duela el culo.
Fuera o dentro de contexto... que no importa demasiado. Y de 'Kong: La isla Calavera' se desprende la misma sensación que de muchos de los actuales blockbusters. Bueno, la misma no... pero sí muy parecida e igual de insatisfactoria, por cuanto la película refleja en igual medida lo que es y lo que podría haber sido, esto último por supuesto siempre más y mejor al vivir en el mundo de los posibles. O cuando una película, al cumplir las previsiones y no más que cumplir las previsiones, deja tras de sí la huella de haber cumplido sin más pena ni gloria que la de haber cumplido, sin más.
Nada que no pueda entrar dentro de lo previsto, y nada que no pueda entrar dentro del conformismo a ambos lados de la pantalla. Precisamente, eso mismo; precisamente, lo que ya sabíamos (y de sobra conocemos). Dentro de lo que sería un producto de usar y tirar 'Kong: La isla Calavera' alberga, cuanto menos, una dignidad no siempre presente en los blockbusters o en las producciones de la propia Legendary. No ofrece más ni tampoco menos: Lo suficiente para estar tan contento como igual de descontento, lo suficiente como para cumplir... lo suficiente como para cumplir, a secas.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Le doy un 6.