Imagina que el "amor verdadero" pudiera convertirse en una ciencia exacta, sin apenas margen de error. Que "estar hecho el uno para el otro" pudiera ser tan cierto como para poder demostrarse de una manera aparentemente irrefutable. 'Esto va a doler' cuenta la historia de Anna, una mujer que lleva años junto al que en teoría es el amor de su vida. Pero no lo tiene nada claro, habida cuenta de lo poco emocionante de una existencia rutinaria marcada por la seguridad de dicha certeza.

La reválida de Christos Nikou deja más o menos claro desde el principio de qué trata y hacia dónde se dirige; del conflicto entre el corazón y la cabeza. Y es que, ¿hasta qué punto podemos estar seguros de algo tan inmaterial, esquivo, inestable y circunstancial como los sentimientos? El agua moja, el cielo es azul, y la ciencia le asegura a Jessie Buckley que Jeremy Allen White es su alma gemela. Sin embargo, ella por quien parece sentir algo, quien parece hacerla sentir viva, es Riz Ahmed.

No hay mucho más en esta comedia romántica de aires melancólicos y un toque retrofuturista más estimulante sobre el papel que sobre la pantalla. Y es que Nikou apenas profundiza en un planteamiento que una vez establecido no ofrece grandes sorpresas. Ni profundiza ni tampoco aprieta, decantándose claramente por la contención, la moderación y un medido distanciamiento emocional. Como si fuera testigo de algún tipo de estudio sociológico en el que no quisiera interferir.

'Esto va a doler' es consistente, está bien escrita, anima a reflexionar y tiene un punto socarrón muy goloso, pero resulta demasiado comedida, serena y equilibrada como para levantar pasiones. Al igual que ocurría con 'Apples', su ópera prima, Nikou transmite una cierta sensación de artificio, e incluso de frivolidad, siendo que su estilo de cine de autor, con claras reminiscencias a su "padrino" Yorgos Lanthimos, se siente tan preciso y calculado como algo impostado. Como algo impuro.

Así, de la misma manera que ocurría con la citada 'Apples', con 'Esto va a doler' uno disfruta del espectáculo como si estuviera al otro lado de la barrera. Es fácil apreciar, con la cabeza, sus puntadas dialécticas y apuntes estéticos, pero no tanto que el corazón se deje llevar por ellos. Su parsimonia y templanza no ayudan a avivar la llama de nuestra pasión, en una reacción siempre decorosa que no deja de ser el reflejo de un filme con un encanto tan sobrio y marcado como esquivo.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex