'El hoyo' - Del director de 'El hoyo'
Dos personas por nivel. Un número desconocido de niveles. Una sola plataforma descendente con comida para todos ellos. ¿Eres de los que piensan demasiado cuando están en lo más alto? ¿O de los que no tienen agallas cuando están en lo más bajo? En "el hoyo" sólo hay tres clases de personas: Los de arriba, los de abajo... y los que caen.
O los que sobreviven... o al menos lo intentan, y los que no. O tienen un mínimo de integridad.
'El hoyo' es un thriller social con toques de ciencia ficción. Así está descrito, con lo social por delante de la ciencia-ficción. Y así es, una clara y nada disimulada parábola social disfrazada de un cine fantástico que sólo lo es porque da la casualidad de un planteamiento imposible. Tan imposible como a la hora de la verdad, tentador.
Una especie de cruce (evidente en nuestras cabezas) de películas como 'Cube', 'Snowpiercer (Rompenieves)' y 'Ravenous' cuya convicción no obstante se ve lastrada por su cuestionable lógica interna. No ya la general, que se acepta de buena gana como en los tres títulos antes mencionados por una buena causa, nuestra propia buena causa.
Sino por la cotidiana, la de los pequeños (pero importantes) gestos; la del día a día, la del minuto y resultado.
Explicarse a medias, sin querer queriendo pero aposta y no querer darse cuenta, tampoco le sienta especialmente bien. Sobre todo teniendo en cuenta que como parábola social es de todo menos sutil. Que su capacidad de provocación como relato político es equiparable a la de un balón en la entrepierna.
O la de un candidato a la Moncloa, por tirar de un oportunismo no menos evidente.
No obstante, al César lo que es del César y la Moncloa para quién menos la quiera: 'El hoyo' es una película de pulso firme e intenciones claras que explota a conciencia, a degüello su escueta premisa y que, a pesar de todo, se disfruta sobradamente. Porque es tan efectiva, y a la vez tan efectista como el populismo.
Una pequeña gran película a la medida de 'Cube'. O a la medida del futuro "director de 'El hoyo'".
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Con su arranque con un claro discurso anti-capitalista, tenía miedo de que acabara siendo el mensaje reiterado y obvio hasta la saciedad, y una obra con un concepto original que no diera para mucho más, pero la película va creciendo y se va expandiendo y acaba reflexionando y dejando moralejas abarcando casi todo lo que se puede abarcar. Haciéndolo además, con situaciones y diálogos ingeniosos y un elenco, en general notable, destacando a un soberbio Zorion Eguileor.
Una original radiografía de nuestro sistema en general y del ser humano en particular.
Nota: 7'5
Como en un concurso de trampolín hay concursantes que la ejecución es buena, pero en el final la pueden fastidiar quitando efecto a un prometedor salto; eso es lo que pasa justamente en esta película en la que es una de esas contadas ocasiones donde aparece el nombre de Ivan Massagué sin que el proyecto sea una castaña.
'El hoyo' realmente no cuenta nada nuevo, el tema de las distopías y las clases sociales ya se ha tratado otras veces y de mejor forma, el mérito está en el guion de David Desola y Pedro Rivero que combina de forma ingeniosa ambas facetas y lo hace parecer como si fuera la primera o una de las primeras veces que se tratan estos temas. Que una bandeja de comida sea recurso central de la narración no se ve muchas veces.
Ivan Massagué seguramente esté ante uno de los mejores papeles de su trayectoria profesional. Si uno examina que había hecho antes hay bastante aroma a pufo, pero el confiar en un director novel con mucho que demostrar como Galder Gaztelu-Urrutia puede que sea el impulso que necesitaba su carrera si la acaban viendo la gente adecuada como productores y demás gente con poder de decisión en el reparto de filmes; tampoco se marca un papelón, pero es mucho mejor de lo que arrastraba los últimos años. Mención aparte merece Zorion Eguileor como Trimagasi (1ª vez que oigo ese nombre) que roba la escena en todas sus apariciones.
La ejecución iba viento en popa cuando, de repente, el filme cierra de una forma demasiado abrupta para mi gusto. Tiene su intención y tal, pero se mete sin avisar en la conclusión y no deja espacio para digerir que pretende contar antes de los créditos finales. Aún así, es un largometraje que se mantiene bastante bien incluso con el traspiés del final. Lo que en una puntuación de salto de trampolín sería entre 5'0 y 6'5 para saltos satisfactorios yo lo dejaré en un 6 justo.
6
Hora y media en la que no se habla de la guerra civil, del patetismo amoroso sobre que hacer con el gato o demás vomitona.
Galder Gaztelu-Urrutia, merece sacar la gabarra.
Se agradecen los momentos gore, al menos para darle algo de color a un relato donde impera el gris.
Un 6,5.