Hace exactamente cuatro años escribí lo mismo que en gran parte podría volver a escribir ahora sobre 'Broker', la última de Hirokazu Koreeda. Tirando de la obviedad de Don Mariano, Hirokazu Koreeda es Hirokazu Koreeda y 'Broker' es "una película de Hirokazu Koreeda". Blanco y en botella. Como cualquier otra de sus películas agradará, mayormente, a su público de la manera y a la manera que estás lo suelen hacer desde hace ya bastante tiempo.

Koreeda reincide en los temas que más le gustan y que mejor le definen, a lo Clint Eastwood. 'Broker' es un viaje hacia el descubrimiento de lo que es una familia: la que se va formando alrededor de un bebé abandonado. Una 'road movie' coral en la que al final, obviamente, nadie es la misma persona que era al principio. Como si fuera algo así (sin serlo) como 'Pequeña Miss Sunshine'... pero a la manera de Hirokazu Koreeda, claro está, por descontado.

Una apuesta segura. Una garantía. Terreno ya conocido y previamente explorado, ya sea en Japón o en Corea. Una película tierna y agradable marcada por el respeto de Koreeda hacia su historia, los personajes y el espectador. Respeto, mucho respeto y a la vez pocas sorpresas para los que estén familiarizados con su narrativa de apariencia discreta y sencilla, de cálida cercanía y emotividad diáfana. Como visitar la casa de unos tíos lejanos por Navidad.

Pero como adulto, y no como niño. La vida no es igual, la percepción de la realidad menos aún. 'Broker' se siente cercana, tanto como también se siente desigual y algo irregular. Nada relevante, nada importante. Tampoco nada impactante o revelador. No quiero utilizar ningún término que suene despectivo porque no, no es eso. Pero 'Broker' sería como ese amor que un matrimonio acaba enterrando con los años en la rutina del día a día.

Estar sigue estando, pero de una manera más... formal y comedida. Intrínseca.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex