'Blackwood' es una película que ofrece un saldo... agridulce. Y verdaderamente frustrante. Como ocurre con otras tantas películas de género, las buenas intenciones se entrelazan con malas decisiones, las ideas no acaban de coincidir con las necesidades y la elegancia, recurrente, a veces esforzada, a veces perezosa de su puesta en escena no siempre suma a la cuenta corriente. O a una historia con la que parece que no se lleva del todo... bien.

El propio Rodrigo Cortés, en las notas de prensa, se refiere a 'Blackwood' como una película de y para adolescentes a la que no obstante, le ha intentado dar un toque algo "más maduro" que pueda interesar no sólo a los adolescentes. Y la sensación es, efectivamente, que lo ha intentado. Del mismo modo que a su vez, la sensación es que lo ha intentando, a ratos, y que a ratos ha logrado sobreponerse a lo que parece ser... un encargo.

Que ha intentado que 'Blackwood' cobre vida, e inclinar la balanza en contra de las limitaciones impuestas, por inercia, vocación o necesidad, a un relato en cualquier caso condenado al efectismo de género. Como para regurgitar un tercio final harto precipitado que por desgracia parece asumir, resignado, impávido, que como todo el posible esfuerzo estaba condenado de antemano, ¿por qué molestarse? ¿para qué preocuparse?

En 'Blackwood' parece que conviven dos películas, una que no se reconoce en el espejo y otra demasiado a gusto consigo misma como para mirarse en uno. Una relación de amor/odio que tan pronto regala destellos de lo que podría haber sido, como tan pronto deja que mueran en manos de lo que termina siendo: Una película agridulce, y verdaderamente frustrante que llega a hacerte creer, en vano que puede no ser lo que nunca ha dejado de ser.

Esto es, desilusión. En las notas de prensa el propio Rodrigo Cortés habla de "una historia que creía haber visto y leído varias veces. Me equivocaba". Y es cierto, se equivocaba... por desgracia: O porque no lo estaba, o porque no ha sabido demostrar lo contrario. 'Blackwood' amaga, pero sigue siendo un matojo de ideas interesantes perdidas dentro un bonito, aunque irregular y a la postre fútil mar de convencionalismos de género.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex