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'Una cierta verdad': Buscando la luz

Vía El Séptimo Arte por 07 de mayo de 2009

Tomando como punto de encuentro el centro hospitalario Parc Taulí de Sabadell, ‘Una cierta verdad’ es un documental que se fija en la vida de cinco pacientes esquizofrénicos. A través de de las impresiones expresadas tanto por médicos como enfermos, y a través también de la relación entre ambos colectivos, se iniciará un escalofriante recorrido por el mundo de la locura. Estigma social para unos, enfermedad incurable para otros, o incluso maldición, estamos aquí ante algo parecido a un oscuro túnel en el que es tarea casi imposible encontrar algún resquicio de luz.

Viendo ‘Una cierta realidad’ cuesta creerse que éste sea el primer trabajo serio en solitario de Abel García Roure. La verdad es que tratar un tema tan complejo como lo es el laberinto que significa la mente humana es una obra nada fácil de llevar a cabo. Sin embargo, el cineasta catalán encara la problemática como un auténtico maestro. Para ello la labor de Sol López Riestra en las funciones de montaje, es impagable. Alejándose de los esquemas más convencionales del género documental, se nos plantean las cinco diferentes historias de los pacientes como si de una novela se tratara. Sólo que desgraciadamente parece que aquí el desarrollo de los eventos no parece tener un final concreto. He aquí la gran tragedia.

No hay narrador omnipresente en este atípico documental; tampoco hay un uso abusivo de la música para remarcar los momentos clave. Ningún tipo de ayuda externa, sólo el loco... y el loco que intenta curar al loco. Dos agentes que, unidos a una narrativa aparentemente caótica, son perfectos para tratar de sumergirnos en los intrincados mecanismos de la demencia. Éste es precisamente el objetivo que persigue Abel García Roure con su ópera prima: un acercamiento a la temidísima locura. Y ello sin las pretensiones de quien se cree en posesión de verdades absolutas, sino con la honestidad del aprendiz notoriamente aventajado.

El único pero son las más de dos horas de metraje, que pueden llegar a antojarse como un excesivamente duro empache de desgarradora realidad. Sin embargo, ahí están momentos para enmarcar, como las geniales conversaciones con Javier (a caballo entre lo más lúcido y lo más irracional) para aligerar un poco la carga. Sea como fuere, al final sólo queda felicitar a Abel García Roure, puesto que la inteligencia, el buen saber hacer y el compromiso son los principales ingredientes de este prometedor debut.

por reporter

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